?Antip¨¢ticas para qui¨¦n?
Es raro pero en 2024 sigue haciendo falta recordarnos que una mujer no son lacitos ni vestidos ni flores a la medida de TikTok
Dick era un capo de una gran editorial de Nueva York y Joni, su mujer, una de sus mejores editoras. Corr¨ªan los a?os ochenta, su qu¨ªmica era explosiva y el negocio era como un tanque lleno de tiburones: trabajaban hasta tarde, cosechaban ¨¦xitos millonarios y follaban en el despacho. Hasta que, seg¨²n Dick, el comportamiento de ella empez¨® a escapar de lo razonable: ¡°Dos ch¨®feres. Dos cocineros. Qued¨¢bamos a cenar en casa y Joni llegaba cinco minutos despu¨¦s que yo, para luego comer lo que hubieran cocinado, a ella le daba igual. ?No me hizo ni un s¨¢ndwich de at¨²n en todo el tiempo que estuvimos...
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Dick era un capo de una gran editorial de Nueva York y Joni, su mujer, una de sus mejores editoras. Corr¨ªan los a?os ochenta, su qu¨ªmica era explosiva y el negocio era como un tanque lleno de tiburones: trabajaban hasta tarde, cosechaban ¨¦xitos millonarios y follaban en el despacho. Hasta que, seg¨²n Dick, el comportamiento de ella empez¨® a escapar de lo razonable: ¡°Dos ch¨®feres. Dos cocineros. Qued¨¢bamos a cenar en casa y Joni llegaba cinco minutos despu¨¦s que yo, para luego comer lo que hubieran cocinado, a ella le daba igual. ?No me hizo ni un s¨¢ndwich de at¨²n en todo el tiempo que estuvimos casados!¡±. A medida que ambos ascienden y queda claro que ella tiene incluso m¨¢s hambre de triunfo que ¨¦l, le empieza a dar la sensaci¨®n de que est¨¢ casado con un ejecutivo y no con una... esposa. Al final, pide el divorcio y, en el momento que la periodista Tina Brown escribe la historia, ¡°Dick est¨¢ locamente enamorado de otra editora de la empresa, una chica de 29 a?os jer¨¢rquicamente muy inferior a la que, supongo, le encanta viajar y el sexo y hacer s¨¢ndwiches de at¨²n¡±.
En un tema de nuestra web que tuvo mucho ¨¦xito el mes pasado, otra periodista, Eva G¨¹imil, cuenta que los haters de la cuarta temporada de True Detective, protagonizada por Jodie Foster, llaman ¡°lesbianas¡± a las mujeres de la serie: una pandilla de viejas, feas, negras o, en efecto, lesbianas. ?Hay algo m¨¢s subversivo que una mujer... antip¨¢tica? Lo pens¨¦ leyendo Un amor, el libro de Sara Mesa cuya clave, para m¨ª, es que en realidad ning¨²n personaje es simp¨¢tico. Y reconozco que yo mismo tuve mi particular revelaci¨®n cuando me pill¨¦ juzgando, nada m¨¢s empezar la pel¨ªcula, a la protagonista de Anatom¨ªa de una ca¨ªda, un inc¨®modo personaje de madre, escritora bisexual y esposa ¡ªpero no amant¨ªsima¡ª encarnado por Sandra H¨¹ller. Es raro pero en 2024 sigue haciendo falta recordarnos que una mujer no son lacitos ni vestidos ni flores a la medida de TikTok, como Ferran Pla se?ala en su columna de este n¨²mero de ICON. Y para convencerse basta con leer la magn¨ªfica entrevista de Marisa Paredes que tambi¨¦n publicamos en esta revista. En conversaci¨®n con Tom C. Avenda?o, la actriz relata en primera persona su historia, la de una mujer nacida en una familia modesta y en una sociedad sumida en el machismo m¨¢s mareante, que se hizo camino a base de talento, un feminismo preclaro y arrolladora conciencia de clase.
No s¨¦ qu¨¦ habr¨ªan pensado esos se?ores tan enfadados con Jodie Foster sobre mi ¨²ltimo amor, la escritora Natalia Ginzburg: ¡°Ni guapa ni elegante, con rebeca y falda color azul ceniza, con ese aire pel¨ªn apagado de t¨ªa soltera y sin edad definida¡±, como la describi¨® Oriana Fallaci. En L¨¦xico familiar, publicado en 1963, Ginzburg tambi¨¦n cuenta su historia: la de los Levi, una familia jud¨ªa, burguesa y antifascista de Tur¨ªn durante los a?os que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial. Me gusta mucho que todos hablan entre exclamaciones. ¡°?No fume!¡±, le gritaba el padre a un amigo convaleciente. ¡°?No debe fumar! ?Fuma demasiado! ?Se ha arruinado la salud a fuerza de fumar!¡±. Y Natalia explica: ¡°Mi padre fumaba como un carretero, pero no quer¨ªa que los dem¨¢s fumasen¡±. Ginzburg abunda en lo tragic¨®mico incluso cuando habla de la guerra y de la prematura muerte de su marido a manos de Mussolini. Ni siquiera era convencionalmente combativa. Estaba convencida de que la vida hay que vivirla e identifica la peor fuerza de todas: la ¡°infelicidad diab¨®lica¡±, o cuando uno se mete tanto dentro de uno mismo que pierde el v¨ªnculo con el mundo. Ahora que se glorifica el enfado, la guerra se amortigua con tecnicismos y la violencia se ha convertido en lengua franca de nuestra pol¨ªtica, la claridad, la seriedad, el cari?o y el sentido del humor con los que Ginzburg cuenta la vida desde el prisma de su familia y de su experiencia funcionan como alegato mucho mejor que cuatro gritos estereotipados.
Al final la clave de todo esto, incluido lo del s¨¢ndwich de at¨²n, me la da en una corta llamada de tel¨¦fono Isa Calder¨®n: ¡°?Pero a ver, antip¨¢ticas para qui¨¦n?¡±.
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