¡°El circo m¨¢s repugnante y grotesco de la televisi¨®n¡±: c¨®mo Jerry Springer hizo historia al traspasar todos los l¨ªmites
El documental de Netflix ¡®Jerry Springer. Peleas, c¨¢mara, ?acci¨®n!¡¯ repasa el considerado peor programa de la historia de la televisi¨®n estadounidense, que traspas¨® barreras morales impensables pero dej¨® un legado que explica, en parte, su panorama pol¨ªtico actual
¡°Si quer¨ªas salvar a las ballenas llamabas a Oprah, si te acostabas con una ballena nos llamabas a nosotros¡±. La lapidaria sentencia de uno de los productores de El show de Jerry Springer define el esp¨ªritu del programa m¨¢s escandaloso de la historia de la televisi¨®n estadounidense. Aunque no fue un encuentro sexual con una orca sino con una pony de las Shetland en 1998 el que marc¨® un punto de inflexi¨®n para quienes lo hac¨ªan posible. El espacio que invent¨® lo que se conoci¨® como telebasura y que acab¨® ante un juez tras un siniestro caso de asesinato es el objeto del reci¨¦n estrenado documental de Netflix Jerry Springer. Peleas, c¨¢mara, ?acci¨®n! y ninguno de los que participan en ¨¦l parece haber superado su paso por el programa que al que TV Guide ubic¨® en el puesto n¨²mero 1 en una lista de peores programas en la historia de la televisi¨®n.
En 1991 la televisi¨®n norteamericana s¨®lo ten¨ªa una deidad: Oprah Winfrey. Su programa de entrevistas, plagado de testimonios lacrim¨®genos y conflictos de baja intensidad, no ten¨ªa rival. M¨¢s de 12 millones de personas la segu¨ªan. Oprah miraba desde la cima del share a una pl¨¦yade de espacios de corte similar que tan s¨®lo se diferenciaban por la personalidad de sus presentadores. Cuando El show de Jerry Springer se incorpor¨® a la parrilla nadie ten¨ªa demasiadas expectativas. Al frente estaba un tipo afable, con aspecto de profesor universitario, la clase de vecino que siempre est¨¢ dispuesto a dejarte el cortac¨¦sped. Springer, que ven¨ªa del mundo de la pol¨ªtica, empez¨® haciendo lo que todos en su franja: apelar al sentimentalismo m¨¢s barato apoy¨¢ndose principalmente reencuentros familiares e historias de superaci¨®n personal. Testimonios indistinguibles de los que languidec¨ªan en cualquier otro canal, hasta que los directivos de la NBC amenazaron con cancelar el programa y ante la idea de que todos acabasen en la calle hicieron un pacto con el diablo.
Para revitalizar el formato incorporaron al equipo a Richard Dominick, c¨¦lebre por escribir los art¨ªculos m¨¢s disparatados de medios como News of the World. El autor de titulares como: ¡°Soy la esclava sexual del Yeti y voy a tener un hijo con ¨¦l¡±, ¡°hombre bic¨¦falo canta en est¨¦reo¡± o ¡°?Tostadora pose¨ªda por Satan¨¢s!¡± tuvo un par de ideas que revolucionaron el formato. La primera fue hacer que el p¨²blico se pusiera en pie y gritara el nombre del presentador cuando entrase en el plat¨® para que los espectadores pensaran que era alguien muy famoso. El ¡°?Jerry! ?Jerry! ?Jerry!¡± que jaleaban entusiasmados desde las gradas se convirti¨® en la se?a de identidad del programa. La segunda idea result¨® m¨¢s trascendente: les dijo a los productores, un ej¨¦rcito de j¨®venes sin experiencia ansiosos por hacerse un hueco en el lucrativo mundo de la televisi¨®n de los noventa, que las historias deb¨ªan ser atractivas incluso sin volumen. ¡°No me traig¨¢is nada a no ser que sea interesante con el sonido apagado¡±. La primera consecuencia fue el aumento de las peleas en el plat¨®. La segunda: el n¨²mero de desnudos absolutamente injustificados. Springer confiaba ciegamente en el hombre al mando. El l¨ªmite era la falta de l¨ªmites. ¡°Si pudiera matar a alguien en televisi¨®n lo ejecutar¨ªa en directo¡±, afirma Dominick en el documental.
Nada ejemplifica mejor el cambio de paradigma que el programa de 1998 en el que los espectadores conocieron a Mark, un vecino de Missouri que lleg¨® para presentar a la pareja con la que llevaba diez a?os de feliz relaci¨®n y por la que hab¨ªa dejado a su mujer y sus hijas. La ¡°afortunada¡± result¨® ser P¨ªxel, una pony de las Shetland con la que se bes¨® para estupefacci¨®n del p¨²blico presente. Mark declaraba su amor y hablaba de su boda y de las relaciones ¨ªntimas que manten¨ªan mientras el programa ense?aba fotos en las que se ve¨ªa a Pixel vestida con ropa interior femenina. ¡°En lo que respecta al sexo, hacemos el amor. No nos burlamos el uno del otro¡±, declar¨® el granjero.
S¨®lo se emiti¨® en la costa este. Todas las cadenas lo censuraron y la prensa se hizo eco. ¡°El circo m¨¢s repugnante y grotesco de la historia de la televisi¨®n¡±, lo llamaron. Lo que consiguieron fue que todo el mundo quisiese verlo. Puro efecto Streisand. La audiencia se dispar¨®. Ganaron a Oprah por primera vez.
Los productores redoblaron sus esfuerzos a partir de ah¨ª. Por el programa desfil¨® una mujer transexual que se hab¨ªa cortado las piernas con una sierra y dos hermanos enamorados hablando de su embarazo. Los titulares eran cada vez m¨¢s impactantes. ¡°?Me acost¨¦ con 251 hombres en 10 horas!¡±. ¡°?Soy una prostituta de 14 a?os!¡±. ¡°?Me cort¨¦ el pene!¡±. En las oficinas de la NBC brindaron con champ¨¢n. La audiencia sub¨ªa y la cr¨ªtica afilaba sus colmillos contra Springer. ¡°Mostrar el alma es una cosa, mostrar el pene es otra¡±, bram¨® Oprah desde la competencia. La otrora imbatible reina de las ma?ana no entend¨ªa como aquella cornucopia de inmundicia hab¨ªa conseguido batirle. Los ejecutivos sab¨ªan que el programa era una mierda, ¡°pero los n¨²meros eran tan buenos que no pod¨ªan resistirse¡±, se explica en el documental.
Mientras los medios de comunicaci¨®n declaraban a Springer responsable de la decadencia moral del pa¨ªs, los espectadores se sumaban en masa. ¡°A veces la gente s¨®lo quiere relajarse, entrecerrar los ojos y escuchar la historia de un tipo que quiere casarse con su caballo. ?Qu¨¦ mejor forma de evasi¨®n que esa?¡± escribi¨® Danielle J Lindemann en True Story: What Reality TV Says About Us (Hechos reales: lo que la telerrealidad dice de nosotros).
Las historias, cada vez m¨¢s conflictivas, derivaron en tal violencia en el plat¨® que hubo que contratar a un equipo de seguridad profesional. Volaban las sillas, los dientes, las u?as, hab¨ªa mujeres que exhib¨ªan trozos de pelo de sus rivales como un trofeo y hubo que llevar a m¨¢s de un invitado al hospital. As¨ª lleg¨® al programa Steve Wilkos, un exmarine cuya presencia era tan habitual en el plat¨® que acab¨® teniendo su propio programa. Ninguno alberg¨® tanta violencia como el que bajo el t¨ªtulo Klanfrontation enfrent¨® a miembros del Ku Klux Klan y de la Liga de Defensa Jud¨ªa. Un tema especialmente delicado para Springer, hijo de supervivientes del Holocausto.
Un hombre ?puro?
Springer naci¨® en 1944 en una estaci¨®n de metro de Londres que se utilizaba como refugio antibombas. Sus padres eran jud¨ªos alemanes que huyeron a Inglaterra durante el Holocausto y se fueron a Estados Unidos cuando ten¨ªa cinco a?os. Fue un estudiante brillante y su temprana afici¨®n a la pol¨ªtica lo llev¨® a trabajar en la tr¨¢gica campa?a presidencial de Robert F. Kennedy en 1968. Tras licenciarse en derecho empez¨® una exitosa carrera pol¨ªtica que tuvo un bache. En 1974, The Cincinnati Enquirer revel¨® que el mod¨¦lico Springer frecuentaba locales de prostituci¨®n y hab¨ªa sido tan torpe como para pagar con cheques personales. Aquel incidente no acab¨® con carrera pol¨ªtica: en lugar de esconderse, lo reconoci¨®. Tampoco da?¨® su relaci¨®n con Micki Velton, con quien acababa de casarse. Siguieron juntos 30 a?os, manteniendo su relaci¨®n fuera de los medios. Tambi¨¦n protegi¨® a su hija Katie, una ni?a ciega y sorda de un o¨ªdo que hab¨ªa nacido sin conductos nasales que siempre fue la primera defensora de su padre. Springer se convirti¨® en alcalde de Cincinnati y antes de dar el paso a la televisi¨®n nacional era el presentador m¨¢s apreciado de la televisi¨®n local. Su encanto le permit¨ªa mantenerse al margen del submundo sobre el que orbitaba. Pero aquel hombre que era presentado en su programa como ¡°el h¨¦roe de Estados Unidos¡± no era tan puro como sus homil¨ªas al finalizar el programa parec¨ªan indicar.
El incidente de las prostitutas no hab¨ªa sido un caso aislado. Una ma?ana entr¨® en la oficina del programa y pidi¨® perd¨®n a sus trabajadores. No entendieron nada, pero pronto se lo aclar¨® la prensa. Se hab¨ªa filtrado un v¨ªdeo sexual en el que Springer aparec¨ªa teniendo relaci¨®n sexuales con una stripper y su madrastra, dos invitadas del programa que hab¨ªan orquestado una trampa para chantajearle. Intent¨® tapar el esc¨¢ndalo con dinero, pero no pudo evitar que las im¨¢genes saliesen a la luz y de nuevo lo afront¨®. Y de nuevo sali¨® reforzado.
La historia que marc¨® el punto m¨¢s bajo de The Jerry Springer Show no era a priori la m¨¢s escandalosa. Nancy Campbell-Panitz lleg¨® al programa para recuperar a su exmarido Ralph, pero una vez en el plat¨® descubri¨® que ¨¦l se hab¨ªa casado unos d¨ªas antes con una mujer llamada Ellen. Tras ser confrontada por ella, abandon¨® el plat¨® desbordada. Su productor la persigui¨® por los pasillos, pero ella se neg¨® a seguir con el circo: sab¨ªa que lo siguiente ser¨ªa pelearse, rodar por el suelo, tirarse del cabello e insultarse. ¡°Si no vuelves a salir, no te pagamos el billete de vuelta¡±, le dijeron. Era una treta habitual para convencerles y funcionaba por los escasos recursos de quienes aceptaban asistir al programa. Desde producci¨®n agasajaban a los incautos que cre¨ªan que Springer realmente iba a solucionar sus problemas. Limusina, vuelo en primera clase, acceso ilimitado al alcohol y cualquier sustancia que les hiciese desinhibirse. Les proporcionaban un estilo de vida con el que los humildes invitados jam¨¢s hab¨ªan so?ado.
A Nancy le dieron igual las amenazas. Camin¨® bajo la lluvia hasta la estaci¨®n donde un extra?o se apiad¨® de ella y la llev¨® a su casa. Cuando el programa se emiti¨® un par de meses despu¨¦s s¨®lo era un mal recuerdo y ni siquiera lo vio. S¨ª su exmarido, que sigui¨® la retransmisi¨®n en un bar en el que se emborrach¨®. ¡°Voy a matarla¡±, dijo mientras segu¨ªa bebiendo. Al d¨ªa siguiente su hijo recibi¨® una llamada de la polic¨ªa: su madre hab¨ªa sido asesinada por su exmarido. La polic¨ªa emiti¨® una orden de busca y captura de Ralph y Ellen Panitz. Ella fue absuelta, ¨¦l condenado a cadena perpetua. Ya ten¨ªa antecedentes por violencia dom¨¦stica y denuncias previas por parte de Nancy, pero a nadie del programa le import¨®.
La jueza que lo encarcel¨® conden¨® el papel que el programa hab¨ªa tenido en el suceso. Afirm¨® que The Jerry Springer Show les hab¨ªa manipulado para aumentar la humillaci¨®n. ¡°A Jerry Springer y sus productores os pregunto ?importan m¨¢s las audiencias que la dignidad humana?¡±, sentenci¨®. Como la respuesta a la pregunta de Donnellan era s¨ª, la maquinaria del show no se detuvo. Para alejarse del esc¨¢ndalo, el equipo entero se traslad¨® a Jamaica para grabar un programa en un resort de intercambio de parejas.
El programa pas¨® factura a todos los que trabajaban en ¨¦l. Dominick les somet¨ªa a un marcaje f¨¦rreo de 20 horas diarias. Tobias Yoshimura, productor desde el primer programa, vivi¨® su punto m¨¢s bajo cuando produjo la historia de una prostituta que llevaba siendo abusada por su padre desde la adolescencia. Iba a confrontarlo en directo, a suplicarle que dejase de llamar para pedir sus servicios y pidi¨® no verlo hasta la grabaci¨®n. Les alojaron en hoteles distintos y con nombre falso, pero cuando Yoshimura fue a visitarla para ultimar los detalles del programa del d¨ªa siguiente le abri¨® la puerta el padre cubierto ¨²nicamente por una toalla. Ese mismo d¨ªa dej¨® el programa, incapaz de seguir lidiando con aquello.
Asustada por los niveles de esc¨¢ndalo, la cadena pidi¨® rebajar el nivel y Domninick abandon¨® el programa. Por aquel entonces la competencia era feroz y muchas cadenas emit¨ªan formatos inimaginables una d¨¦cada atr¨¢s. No solo de programas de testimonios, tambi¨¦n de programas de telerrealidad con puntos de partida extremos. La telebasura se hab¨ªa instalado en el ADN estadounidense. ¡°Fue superado no s¨®lo por otros programas, sino tambi¨¦n por la vida real¡± escribi¨® el historiador televisivo David Bianculli. En 2018, tras 27 a?os siendo el placer culpable favorito de los estadounidenses, se acab¨® un programa que marc¨® la historia de la televisi¨®n estadounidense. Y que explica, mejor que el estudio de ning¨²n polit¨®logo, el panorama pol¨ªtico actual del pa¨ªs.
Jerry Springer, que falleci¨® de c¨¢ncer en 2023, nunca reneg¨® del programa que le hizo millonario, aunque reconoc¨ªa que ¨¦l no lo ver¨ªa. ¡°La televisi¨®n no debe crear valores, es simplemente una imagen de todo lo que est¨¢ ah¨ª afuera: lo bueno, lo malo y lo feo¡± afirm¨® en Too Hot For TV. ¡°Cr¨¦anlo: los pol¨ªticos y las empresas que buscan controlar lo que cada uno de nosotros puede ver son un peligro mucho mayor para Estados Unidos y nuestra preciada libertad que cualquiera de nuestros invitados¡±.
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