?Apenas tres meses de vida? El escritor que convirti¨® su propio error de diagn¨®stico en una novela descacharrante
Kiko Herrero, escritor madrile?o que vive y escribe en franc¨¦s, ha publicado ¡®El cl¨ªnico¡¯, una novela en la que el protagonista ¡®muere¡¯ (o casi) en el primer p¨¢rrafo
Nadie dijo que morirse fuese fa?cil. Uno se resigna a la propia muerte, firma incluso un tratado de paz con lo (poco) que le queda de vida, y luego resulta que todo es una falsa alarma, un error de diagno?stico, un siniestro equi?voco. Que despue?s de la muerte queda au?n un trecho de vida. De eso trata El cli?nico (Dosmanos), segunda novela de Kiko Herrero (Madrid, 1962). Su protagonista, una versio?n del propi...
Nadie dijo que morirse fuese fa?cil. Uno se resigna a la propia muerte, firma incluso un tratado de paz con lo (poco) que le queda de vida, y luego resulta que todo es una falsa alarma, un error de diagno?stico, un siniestro equi?voco. Que despue?s de la muerte queda au?n un trecho de vida. De eso trata El cli?nico (Dosmanos), segunda novela de Kiko Herrero (Madrid, 1962). Su protagonista, una versio?n del propio Herrero, muere en el primer pa?rrafo, fulminado por un diagno?stico (a la postre, err¨®neo) que le concede apenas tres meses de vida. Es una muerte a plazos, rubricada por el tumor ¡°del tama?o de una naranja¡± que supuestamente acaba de colonizarle el pulm¨®n izquierdo. Las 200 pa?ginas siguientes son la cro?nica febril, vigorosa y descacharrante de la resurreccio?n de ese presunto cada?ver, un hombre narcotizado por los medicamentos y abrumado por la proximidad del final que se asoma a su propia biografi?a desde esa atalaya que suele ser, muy a menudo, una cama de hospital.
Hace ahora seis an?os escribio? Arde Madrid, un tardi?o debut en la narrativa cuyo detonante fue la constelacio?n de recuerdos que desperto? en e?l la enfermedad de una de sus hermanas. Escrito en france?s, la lengua en que piensa y suen?a ¡°desde hace ya mucho tiempo¡± (lleva 35 an?os instalado en Pari?s), el libro fue finalista del premio Goncourt y merecio? los elogios de escritores como Emmanuel Carre?re o Annie Ernaux. Herrero, que se considera ¡°un pe?simo lector¡± (asegura que solo ha lei?do ¡°con verdadero asombro y devocio?n¡± a Marcel Proust) y un escritor ¡°casi por accidente¡±, volco? en aquella novela primeriza toda su memoria sentimental del Madrid de mediados de los ochenta, del que tuvo que huir, segu?n confiesa, ¡°guiado por el instinto de supervivencia, porque alli? hubiese acabado muerto o, peor, loco de atar y viviendo bajo un puente¡±.
Dedicado sobre todo a su propio negocio como promotor cultural en la galeri?a E?of de Pari?s, Herrero no se decidio? a abordar la secuela de esa primera ficcio?n autobiogra?fica hasta que otra cama de hospital, esta vez con ¨¦l mismo como hu¨¦sped, se cruzo? en su camino. ¡°Me interesa la enfermedad por lo que tiene de par¨¦ntesis inesperado en la vida cotidiana¡±, nos cuenta el escritor en una espl¨¦ndida ma?ana de oto?o desde su apartamento en Par¨ªs, la ciudad en que se estableci¨® hace ya 35 a?os, ¡°pero s¨ª, reconozco que sobre todo me fascinan los hospitales¡±. No tanto los franceses, ¡°fr¨ªos y as¨¦pticos¡±, sino muy especialmente ¡°los espa?oles, que son espacios delirantes y ca¨®ticos, de una sorprendente vitalidad, en que la gente campa a sus anchas incluso a altas horas de la madrugada, clanes familiares enteros se instalan durante d¨ªas en salas de espera y jardines, se fuma y se charla en las azoteas, se comparten jamones, empanadillas y vasos de vino tinto, los enfermeros hacen el amor en los cuartos de ba?o con los familiares de los pacientes¡±.
En este espacio de fe?rtil promiscuidad entre la vida y la muerte, Herrero asegura haber pasado por algunas de las experiencias ¡°ma?s intensas y genuinas¡± de su vida. ¡°Se? que estos di?as, por culpa de la dichosa covid, los hospitales espan?oles han perdido parte de ese cara?cter abierto y festivo. Espero muy sinceramente que lo recuperen¡±.
Herrero reconoce que la pandemia le ha puesto de un humor ¡°derrotista y melanco?lico¡±. El encierro le ha dejado sin rutina y casi sin proyectos, ma?s alla? de un mural colectivo en la periferia de Pari?s en el que colabora con el artista catala?n Miquel Mont. ¡°Deberi?a haber aprovechado este largo pare?ntesis para escribir mi tercera novela, por la que cobre? hace muchos meses un anticipo que ya me gastado¡±, confiesa entre cigarrillos y sonrisas reticentes, ¡°pero me he quedado seco, sin la energ¨ªa ni la motivaci¨®n que necesito para hacer un verdadero esfuerzo creativo¡±. Espera, eso s¨ª, que el germen de esa futura novela que tanto se le resiste est¨¦ ¡°en las largas conversaciones y los momentos de reflexi¨®n solitaria¡± que ha disfrutado estos meses.
Le sorprende que le digamos que la suya parece la novela de un hombre que ha hecho las paces con la vida: ¡°En realidad, hoy estoy ma?s desconcertado que nunca. Miro a mi alrededor y siento que no entiendo nada. El presente me parece un aute?ntico delirio y el futuro, muy incierto, quie?n sabe si desastroso. Pero me gusta dar esa impresio?n de placidez de la que me hablas. Despue?s de todo, no escribo para amargarle la vida a nadie¡±.
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