El chapucero ¡®asalto¡¯ al palacio de Invierno que encumbr¨® a Lenin
El 6 de octubre de 1917 empezaba una larga y ¡°absurda tragicomedia¡±, como la describe en su libro el periodista Victor Sebestyen, que llev¨® al poder al revolucionario bolchevique
El momento de la insurrecci¨®n era crucial para la estrategia pol¨ªtica de Lenin. Desde la abdicaci¨®n del zar, siete meses atr¨¢s, el poder se hab¨ªa repartido con inquietud entre una serie de gobiernos de coalici¨®n ¡ªa cual m¨¢s d¨¦bil que el anterior¡ª y los s¨®viets. (¡) Le hab¨ªan informado de que tomar el palacio ser¨ªa sencillo, cuesti¨®n de solo cinco o seis horas. Pero llevar¨ªa m¨¢s de quince, debido a toda una serie de errores que resultar¨ªan c¨®micos de no ser tan importante lo que hab¨ªa en juego. A la...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
El momento de la insurrecci¨®n era crucial para la estrategia pol¨ªtica de Lenin. Desde la abdicaci¨®n del zar, siete meses atr¨¢s, el poder se hab¨ªa repartido con inquietud entre una serie de gobiernos de coalici¨®n ¡ªa cual m¨¢s d¨¦bil que el anterior¡ª y los s¨®viets. (¡) Le hab¨ªan informado de que tomar el palacio ser¨ªa sencillo, cuesti¨®n de solo cinco o seis horas. Pero llevar¨ªa m¨¢s de quince, debido a toda una serie de errores que resultar¨ªan c¨®micos de no ser tan importante lo que hab¨ªa en juego. A las nueve de la ma?ana, Lenin exigi¨® la rendici¨®n del Gobierno, pero no recibi¨® ninguna respuesta. (¡) Cuando los ministros se reunieron en la Sala de Malaquita del palacio de Invierno alrededor del mediod¨ªa, se negaron a rendirse.
Como dec¨ªa su esposa, Nadia, a menudo, Lenin era propenso a tener furiosas y desaforadas ¡°rabietas¡±. Estas se hicieron m¨¢s frecuentes a medida que su salud se deterior¨® y empeoraron el insomnio y los dolores de cabeza que siempre lo hab¨ªan torturado. Pas¨® la mayor parte de este d¨ªa hecho una furia, viendo c¨®mo sus planificadores militares parec¨ªan errar constantemente. Pospuso su aparici¨®n en el Congreso de los S¨®viets, programada para el mediod¨ªa, a las tres de la tarde, pero, si se ve¨ªa obligado a retrasarla mucho m¨¢s, toda su estrategia pol¨ªtica se vendr¨ªa abajo. Era vital presentar el golpe como un ¨¦xito absoluto, como un trabajo bien hecho.
En la Sala 10 del edificio Smolny, ladraba ¨®rdenes a sus asistentes y a los comandantes de la Guardia Roja, y envi¨® docenas de notas en las que suplicaba que se acelerara la toma del palacio. Pronto, sus s¨²plicas se convirtieron en ¨®rdenes y, luego, en amenazas. Caminaba por la habitaci¨®n ¡°como un le¨®n enjaulado¡±, record¨® Nikol¨¢i Podvoiski, uno de los funcionarios de alto rango del Comit¨¦ Militar Revolucionario. ¡°Vlad¨ªmir Ilich abroncaba y gritaba. Necesitaba el palacio a toda costa. Dijo que estaba dispuesto a fusilarnos¡±. Los ministros resist¨ªan en el vasto pero sombr¨ªo s¨ªmbolo de la Rusia imperial, que hab¨ªa sido la sede del Gobierno provisional desde julio. Buena parte de la historia imperial zarista se hab¨ªa desarrollado en sus 1.500 habitaciones, diseminadas por un edificio que se extend¨ªa a lo largo de m¨¢s de cuatrocientos metros. [El l¨ªder revolucionario] K¨¦renski se hab¨ªa mudado a la suite del tercer piso, que hab¨ªa pertenecido al emperador, cuyos grandes ventanales ofrec¨ªan unas excelentes vistas de la espira del edificio del Almirantazgo. La mayor parte del edificio se utilizaba ahora como hospital militar para los heridos de guerra y, ese d¨ªa, albergaba a unos quinientos pacientes. En el gran patio de la parte trasera del edificio hab¨ªa cientos de caballos que pertenec¨ªan a las dos compa?¨ªas de cosacos cuya misi¨®n era defender al Gobierno. Junto a los cosacos, hab¨ªa 220 oficiales cadetes de la escuela militar de Oranienbaum, cuarenta miembros del pelot¨®n ciclista de la guarnici¨®n de Petrogrado y doscientas mujeres del Batall¨®n de la Muerte. Esto fue todo lo que el Gobierno provisional fue capaz de reunir de unas fuerzas armadas de nueve millones de rusos para proteger la capital y su propia continuidad. (¡)
A las tres de la tarde, Lenin no pod¨ªa demorarse m¨¢s. Apareci¨® ante el Congreso de los S¨®viets en el Smolny y proclam¨® descaradamente la victoria, a pesar de que el Gobierno todav¨ªa no hab¨ªa ca¨ªdo, no se hab¨ªa detenido a los ministros y el palacio de Invierno no estaba a¨²n en manos de los bolcheviques. Esta fue la primera gran mentira del r¨¦gimen sovi¨¦tico. Ley¨® una declaraci¨®n que hab¨ªa preparado a primera hora de esa misma ma?ana, cuando cre¨ªa que el ¨¦xito del golpe ya era total. ¡°A los ciudadanos de Rusia: El Gobierno provisional ha sido depuesto. El poder del Estado ha pasado a manos del ¨®rgano de los diputados del S¨®viet de Petrogrado de Obreros y Soldados, el Comit¨¦ Militar Revolucionario, que dirige al proletariado y a la guarnici¨®n de Petrogrado. La causa por la que la gente ha luchado ¡ªes decir, la inmediata oferta de una paz democr¨¢tica, la abolici¨®n de la propiedad de la tierra, el control de los obreros sobre la producci¨®n y el establecimiento del poder de los s¨®viets¡ª se ha asegurado. ?Viva la revoluci¨®n de los soldados, obreros y campesinos!¡±.
Cuando regres¨® arriba, Lenin fue incapaz de contener su ira. Orden¨® el inmediato bombardeo del palacio desde la fortaleza de San Pedro y San Pablo, pero la absurda tragicomedia del asedio no hab¨ªa hecho sino comenzar. (¡) En la fortaleza hab¨ªa cinco ca?ones de campa?a, pero eran piezas de museo que no se hab¨ªan disparado en a?os ni limpiado en meses. Las cosas se volvieron m¨¢s surrealistas para los insurgentes. Incluso la tarea, aparentemente sencilla, de colocar una linterna roja en la cima del asta de la bandera de la fortaleza ¡ªla se?al que marcar¨ªa el inicio del bombardeo y el asalto por tierra¡ª result¨® estar m¨¢s all¨¢ de sus capacidades. No encontraron ninguna linterna roja. El comandante bolchevique de la fortaleza, Gueorgui Blagonr¨¢vov, se dirigi¨® a la ciudad para buscar una adecuada, pero se perdi¨® y cay¨® en un cenagal. Al final, consigui¨® regresar con una linterna, aunque no roja, sino p¨²rpura; pero dio lo mismo, porque no fue capaz de fijarla al m¨¢stil de la bandera. Los rebeldes abandonaron la idea de emitir una se?al.
A las 18.30, los bolcheviques, que controlaban la cercana base naval de Kronstadt, ordenaron a los cruceros Aurora y Amur que remontaran el r¨ªo y se situaran frente al palacio de Invierno. Diez minutos despu¨¦s, enviaron un ultim¨¢tum: ¡°Gobierno y tropas deben capitular. Este ultim¨¢tum vence a las 19.10, tras lo cual abriremos fuego de inmediato¡±.
Los ministros rechazaron este aviso. A las 18.50 se sentaron a cenar borsch y pescado con alcachofas al vapor (¡) Decidieron aguantar todo lo posible, con el argumento de que, si los bolcheviques los derrocaban por la fuerza, los rusos condenar¨ªan de forma generalizada tal agresi¨®n. La mayor¨ªa de los vecinos de Petrogrado no sab¨ªan que estaba teniendo lugar una revoluci¨®n. Los bancos y las tiendas hab¨ªan permanecido abiertos todo el d¨ªa y los tranv¨ªas funcionaban. Todas las f¨¢bricas operaban con normalidad: los obreros no ten¨ªan la menor idea de que Lenin estaba a punto de liberarlos de la explotaci¨®n capitalista. (¡)
Durante las siguientes d¨¦cadas, la Revoluci¨®n se retrat¨® en la mitolog¨ªa sovi¨¦tica como un levantamiento popular de las masas. Nada podr¨ªa estar m¨¢s lejos de la verdad. (¡) No hubo ning¨²n ¡°asalto¡± del palacio como el que se muestra en Octubre, la ¨¦pica y brillante ¡ªaunque ficticia en su mayor parte¡ª pel¨ªcula de 1928 de Sergu¨¦i Eisenstein. Se emplearon muchas m¨¢s personas como extras en esa pel¨ªcula que las que participaron en el acontecimiento real.
Victor Sebestyen (Budapest, 1956) ha sido corresponsal en Europa del Este de, entre otros, ¡®The New York Times¡¯. Este texto es un adelanto editorial de ¡®Lenin: una biograf¨ªa¡¯ (?tico de los Libros), que se publica el 10 de junio.