Por qu¨¦ no vemos alternativa al capitalismo
?Qu¨¦ es lo que pasa para que la crisis del sistema no dispare la reflexi¨®n, no distinga entre necesidad y posibilidad, no genere un mundo posible?, se pregunta el fil¨®sofo pol¨ªtico Jos¨¦ Luis Villaca?as en su ¨²ltimo libro
El capitalismo en la ¨¦poca del Antropoceno es necesariamente globalizaci¨®n. Como tal, afecta a la Tierra entera, y no s¨®lo porque el proceso comunicativo en el que entramos es de naturaleza global, sino porque materialmente el proceso de producci¨®n de capital afecta a la materia entera de la Tierra, a la materia org¨¢nica muerta y a la materia org¨¢nica viva, determinando no s¨®lo el mundo de la vida de lo humano, sino el mundo de la vida de todas las dem¨¢s especies y formas de vida sobre la Tierra. Como reconociera Heidegger, en la l¨ªnea de Weber, todo el contenido material de la Tierra ya est¨¢ sometido al c¨¢lculo productor de capital, desde las aguas superficiales a los hielos polares.
Que el capitalismo es global apenas deja dudas. Pero es as¨ª porque hemos entrado en la ¨¦poca del Antropoceno, en la s¨ªntesis de capitalismo y naturaleza. Sin embargo, nuestra relaci¨®n con el capitalismo es, como nuestra relaci¨®n con la naturaleza, compleja. En tanto consumidores nos comportamos respecto a la circulaci¨®n de mercanc¨ªas ¡ªya casi reducida a circulaci¨®n comunicativa¡ª como con una naturaleza completamente sobreentendida, cuya representaci¨®n podemos mantener en estado de latencia, sin llevarla a reflexi¨®n ni construir una experiencia. La t¨¦cnica del capitalismo se encarga de ordenar nuestras expectativas en la medida en que domina la oferta sobre la demanda. Pero en tanto que el capitalismo se nos muestra como naturaleza catastr¨®fica, atravesada por las crisis, de forma curiosa, no ponemos reflexivamente en duda todos los sobreentendidos anteriores y no somos capaces de activar la complejidad de la mirada de la modalidad.
En efecto, no consideramos al capitalismo ¡ªcomo tampoco consideramos a la naturaleza desde que hay t¨¦cnica¡ª a partir de la categor¨ªa de la necesidad, de tal manera que si pudi¨¦ramos controlarla en sus leyes y en sus condiciones de posibilidad estar¨ªamos en condiciones de controlar sus crisis. As¨ª podr¨ªamos contemplar el campo de la necesidad como la base de una posibilidad y de una efectividad. En cuanto que estableci¨¦ramos la diferencia de esta modalidad, el mundo de la vida entrar¨ªa en crisis desde sus fundamentos, se reintroducir¨ªa la pregunta por la legitimidad y su consecuencia ser¨ªa la necesidad de alg¨²n otro ajuste que estar¨ªa atravesado por el pathos de la distancia. Sin embargo, sea en su dimensi¨®n facilitadora, sea en su dimensi¨®n catastr¨®fica, parece que no introducimos la modalidad en el ¨¢mbito del capitalismo. Sigue siendo nuestro mundo de la vida, un objeto que parece completamente opaco a la teor¨ªa, plagado de sobreentendidos y supuestos que aspiran todos ellos a una ¡°naturalizaci¨®n¡±. Con ello llegamos a la verificaci¨®n de las tesis de Foucault como el ideal de la representaci¨®n del capitalismo: se trata de lo natural, de una especie de naturalizaci¨®n de la acci¨®n humana. La antropolog¨ªa, desde el Homo sconditus de Plessner al humano sin carga instintiva de Gehlen hasta Blumenberg no contradicen este enunciado ¡ªaunque tampoco lo apoyen¡ª. Puesto que el humano no tiene naturaleza, como han dicho todos los posnietzscheanos, s¨®lo tiene historia. Pero en realidad, toda la aspiraci¨®n de Nietzsche a trav¨¦s del eterno retorno era decir otra cosa. Por el contrario, y puesto que el humano no tiene naturaleza, se puede fabricar una. ?sa es el capitalismo.
Desde Husserl sabemos que el mundo de la vida es una categor¨ªa que s¨®lo se forja de verdad para su abandono, para que de su crisis surja la fundaci¨®n originaria de la teor¨ªa. Sin esa dimensi¨®n te¨®rica, la crisis en que se manifiesta el capitalismo impone una previsi¨®n contraria. Por mucho que se quiebre no implicar¨¢ una salida ni un abandono. De ah¨ª la dimensi¨®n de cat¨¢strofe comunicativa propia de la crisis. Al final tiene un efecto afirmativo de lo que est¨¢ en crisis porque no vemos nada alternativo. Si la crisis del mundo de la vida permite la emergencia de una modalidad que distingue entre lo que subsiste como necesario, frente a lo que desapareci¨® como posible, con la crisis del capitalismo no tenemos estas prestaciones. S¨®lo podemos insistir en lo sobreentendido. Justo cuando superaba el mundo de la vida originario, el humano ten¨ªa un horizonte, una diferencia entre lo necesario y lo posible, y s¨®lo en esta estructura mundana de la modalidad la subjetividad se conced¨ªa un papel vinculado con nuevas posibilidades, un papel pr¨¢ctico. Pero en la crisis del capitalismo, por el contrario, parecen activarse todos los automatismos de reincidencias que reducen la acci¨®n humana y sus posibilidades a la impotencia. El fatalismo de la facticidad es la imposici¨®n de lo sobreentendido, de lo que no puede pensarse de otra manera.
Ahora debemos preguntarnos qu¨¦ es lo que pasa para que la crisis del mundo de la vida del capitalismo no dispare la reflexi¨®n, no distinga entre necesidad y posibilidad, no genere un mundo posible y no permita una subjetividad pr¨¢ctica como facilitadora de indeterminaciones. ?Qu¨¦ es lo que determina que se siga apegado al mundo de la vida capitalista como conjunto de sobreentendidos que muestren su eficacia y su ejecutividad compacta a pesar de la crisis, de la cat¨¢strofe? Propiamente, su representaci¨®n como naturaleza de las cosas. ?se es el triunfo fundamental del neoliberalismo con su absolutizaci¨®n del mundo econ¨®mico como esfera ¨²nica de sentido. Una crisis, como una cat¨¢strofe, como una pandemia, no cambia la naturaleza. Nos muestra su naturaleza no espec¨ªficamente humana, trascendente, pero no genera una alternativa. Al contrario, nos vuelca a pedir los dones que puede dar ese inmenso mercado de virtualidad, ese refugio ante toda dimensi¨®n catastr¨®fica. Su rostro catastr¨®fico intensifica su rostro donador. No es ¨¦sta la ¨²ltima de las caracter¨ªsticas teol¨®gicas del capitalismo, y el neoliberalismo las ensalza como doctrina.
Cuando se quebr¨® la vieja adaptaci¨®n al mundo de la vida originaria, el humano estuvo en condiciones de buscar reajustes. Contar historias, generar mitos o hacer de la naturaleza una personificaci¨®n fueron algunas respuestas. Ahora estamos al final de ese proceso. La acci¨®n humana se ha transfigurado en naturaleza, y como el tipo de temporalidad y de subjetividad que requiere para su adaptaci¨®n se basa en una atenci¨®n al presente sin latencia propia, incapaz de memoria y de expectativa, no hay historia humana que contar. Como he dicho, la historia no hace sino activar latencias, elaborarlas desde el recuerdo, la significatividad, la memoria y la experiencia. Siguiendo la figura de Weber, Foucault sigui¨® escribiendo la historia del capitalismo como neoliberalismo. Pero en medio de las adaptaciones que promueve, nadie tiene necesidad de contar una historia respecto del nuevo capitalismo naturalizado. Como hemos visto, Laval y Dardot se han esforzado por seguir esa historia de tal manera que imponga consecuencias para la acci¨®n humana. Es la historia de lo com¨²n, cuyo problema es que con dificultad logra enraizar ese pasado con los poderes del presente. As¨ª gana fuerza la impresi¨®n de que todo aparece como un proceso natural. No es un azar que los t¨¦cnicos que han observado los aspectos de la crisis o de las cat¨¢strofes, los que manejan los Big data, son f¨ªsicos o matem¨¢ticos. No hay mito en cuya narraci¨®n podamos incluir la emergencia de esa naturaleza ya autonomizada. En realidad, el viejo intento de narrar una historia del capitalismo (Marx, Weber), tuvo que partir del inicio, de la acumulaci¨®n originaria, algo parecido a la fundaci¨®n originaria que permiti¨® a Husserl contar la historia de la teor¨ªa. Foucault ya vincul¨® el capitalismo a la naturaleza. Ahora, desde la nueva etapa del Antropoceno, el ¨²nico origen que sustituye a la acumulaci¨®n capitalista es la misma emergencia antropol¨®gica como revoluci¨®n interna a la vida de la Tierra.
Jos¨¦ Luis Villaca?as es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad Complutense y director de la Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Pol¨ªtico Hisp¨¢nico. Este extracto es un adelanto de su libro ¡®Neoliberalismo como teolog¨ªa pol¨ªtica. Habermas, Foucault, Dardot, Laval y la historia del capitalismo contempor¨¢neo¡¯, que la editorial NED publica el pr¨®ximo d¨ªa 2 de junio. Ya est¨¢ disponible en formato eBook.
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