?D¨®nde se guardan los recuerdos?
En cien a?os de investigaciones no hemos podido ubicar exactamente la memoria. Y es que quiz¨¢, simplemente, esta no se encuentra donde cre¨ªamos
Las canciones dicen que los recuerdos en el coraz¨®n, la ciencia que en la cabeza. Aunque parezca mentira, la cuesti¨®n sigue sin resolverse. Para la mayor¨ªa de los neurocient¨ªficos, la memoria es una facultad de la mente, y esta se identifica con el cerebro. Los recuerdos quedan depositados all¨ª, aunque seguimos sin conocer los detalles del registro.
La huella del pasado sigue siendo elusiva. Hace ya m¨¢s de un siglo se lanz¨® el concepto de engrama, la plancha donde se ¡°graba¡± lo vivido. El psic¨®logo Karl Lashley entren¨® para hacer tareas en el laboratorio a ratas a las que despu¨¦s lesion...
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Las canciones dicen que los recuerdos en el coraz¨®n, la ciencia que en la cabeza. Aunque parezca mentira, la cuesti¨®n sigue sin resolverse. Para la mayor¨ªa de los neurocient¨ªficos, la memoria es una facultad de la mente, y esta se identifica con el cerebro. Los recuerdos quedan depositados all¨ª, aunque seguimos sin conocer los detalles del registro.
La huella del pasado sigue siendo elusiva. Hace ya m¨¢s de un siglo se lanz¨® el concepto de engrama, la plancha donde se ¡°graba¡± lo vivido. El psic¨®logo Karl Lashley entren¨® para hacer tareas en el laboratorio a ratas a las que despu¨¦s lesionaba o extirpaba ¨¢reas del cerebro, tratando de comprobar si estaba all¨ª lo aprendido. La sorpresa fue que daba pr¨¢cticamente igual la zona del cerebro da?ada. La memoria parec¨ªa estar en todas partes y en ninguna. O estaba deslocalizada y distribuida por todo el cerebro, o bien hab¨ªa que buscarla en peque?as poblaciones de neuronas y sus mol¨¦culas. Los investigadores tomaron el segundo camino. El cient¨ªfico Eric Kandel mostr¨® de forma experimental, en moluscos, que el aprendizaje produc¨ªa cambios en las sinapsis (la conexi¨®n entre neuronas) y recibi¨® por ello el premio Nobel en el a?o 2000. A partir de ah¨ª, la b¨²squeda del lugar donde se oculta la memoria prosigui¨® a nivel celular y molecular.
La idea central de los cient¨ªficos era que, dependiendo del tipo de actividad que se realice, suceden cambios en la fuerza sin¨¢ptica de las neuronas en ciertas ¨¢reas del cerebro. Es la llamada hip¨®tesis de la plasticidad neuronal. Una opci¨®n que da por hecho que tenemos minicopias del mundo dentro de la cabeza, seg¨²n la analog¨ªa del revelado de las c¨¢maras fotogr¨¢ficas. Sin embargo, no basta con explicar c¨®mo se codifican los recuerdos: hay que ver tambi¨¦n c¨®mo se organizan, consolidan y, finalmente, son revisitados. No hay duda de que ciertos circuitos neuronales juegan un papel importante a la hora de convocar un recuerdo. La cuesti¨®n es que lo que era una hip¨®tesis acab¨® siendo un axioma.
Desde entonces, si uno no acepta que la mente equivale a la actividad cerebral y que los recuerdos est¨¢n dentro del cerebro, parece imposible trabajar en neurocencia. Si preguntamos si se han ubicado exactamente los recuerdos, la respuesta es casi siempre la misma: ¡°no del todo, pero est¨¢n ah¨ª¡±. Conversando con Randy Gallistel, uno de los expertos mundiales en memoria, le planteamos la posibilidad de que los recuerdos no est¨¦n en el cerebro. La respuesta es contundente: resulta literalmente impensable. El planteamiento mismo es anatema y supone abandonar la disciplina. Cualquier idea en este sentido se enfrentar¨¢ a un fuerte rechazo y, finalmente, a la indiferencia. Aunque en cien a?os no hemos podido localizar estrictamente en el cerebro recuerdo alguno, se cree que est¨¢n all¨ª por la sencilla raz¨®n de que no podr¨ªan estar en ning¨²n otro lugar. Una forma de ganar tiempo es decir que se trata de un proceso distribuido en m¨²ltiples neuronas y que estudiar toda la red llevar¨¢ mucho tiempo y dinero.
Un siglo despu¨¦s, los cazadores de engramas siguen al acecho. Susumu Tonegawa es uno de los m¨¢s prestigiosos. Activando ciertas neuronas, su equipo afirma haber implantado recuerdos en roedores, experiencias de un miedo que nunca experimentaron, aunque siempre queda la duda de si ¨²nicamente han inducido ciertos comportamientos. Algo parecido se ha hecho recientemente en p¨¢jaros. Gracias a m¨¦todos experimentales de ¨²ltima generaci¨®n, se pueden activar e inhibir circuitos neuronales con mucha precisi¨®n, en vez de extirpar el tejido, como antes. En todo caso, se discute mucho sobre la neurobiolog¨ªa de los engramas, pero poco sobre el planteamiento mismo de la naturaleza de la memoria. Siendo un asunto temporal, ?puede ocupar un lugar en el espacio?
Los cient¨ªficos distinguen entre diferentes tipos de memoria. Ya sea en su formaci¨®n como en su recuperaci¨®n. Lo m¨¦todos mnemot¨¦cnicos de la cultura griega o v¨¦dica tendr¨ªan mucho que decir al respecto. La memoria es plural y est¨¢ ligada a acontecimientos importantes de nuestras vidas. Hay memoria de corto plazo y de largo plazo, epis¨®dica y sem¨¢ntica. Cada investigador se especializa en un tipo y busca sus bases neuronales. Algunos casos cl¨ªnicos arrojan luz sobre el asunto. Cuando falla la memoria resulta m¨¢s f¨¢cil entender c¨®mo funciona, su asociaci¨®n con las emociones y con el significado de ciertos acontecimientos. Se pueden recordar momentos emocionalmente significativos a pesar de sufrir una grave amnesia.
Como la propia palabra indica, recordar es volver a pasar por el coraz¨®n. Para algunas tradiciones antiguas, los recuerdos se guardan precisamente all¨ª. La pregunta es si hay que identificar el coraz¨®n con el ¨®rgano f¨ªsico. El cuerpo podr¨ªa ser algo m¨¢s que un mero veh¨ªculo de la materia gris. Los deportistas y bailarines sienten que sus m¨²sculos recuerdan. Los descubrimientos de redes neuronales en el coraz¨®n o en los intestinos parecen confirmarlo. Las neurociencias han empezado a desmontar la idea del cerebro como rep¨²blica independiente. Se habla de mente encarnada, embebida y extendida en el paisaje. Tambi¨¦n de cerebros l¨ªquidos, como los enjambres de abejas, hormigas o termitas, que funcionar¨ªan como redes neuronales deslocalizadas. Las plantas carecen de neuronas, pero se ha demostrado que pueden aprender y tomar decisiones. Desde esta perspectiva, la memoria y la cognici¨®n no ser¨ªan el monopolio del cerebro, sino que se extender¨ªa m¨¢s all¨¢ de la cabeza, incluso en el mundo que nos rodea.
El sue?o de localizar el tiempo pasado en el espacio presente sigue vivo. Pero hay otras posibilidades. Quiz¨¢ sea un error buscar el tiempo en el espacio, encontrar un lugar para la memoria. Quiz¨¢ la memoria, accesible en todas partes, no est¨¦ en ninguna. Esa fue la intuici¨®n de Henri Bergson. El fil¨®sofo franc¨¦s cuestion¨® la costumbre de medir el tiempo con el espacio, como hacen los relojes. El tiempo de los relojes es un tiempo espurio, cuantitativo, no cualitativo. La memoria es fundamentalmente cualitativa y emocional. Cuando el tiempo se reduce al espacio, pierde esas cualidades. Nos faltan teor¨ªas de la memoria que vayan en esa direcci¨®n. La memoria como una resonancia temporal, en lugar de una inscripci¨®n espacial. Tampoco hay que olvidar el olvido, indispensable para la memoria. Sin abstraer, sin olvidar diferencias, es imposible pensar.
Tras m¨¢s de un siglo de investigaciones, la memoria sigue desaparecida. Si la clave no es el d¨®nde sino el cu¨¢ndo, cabr¨ªa plantearse por qu¨¦ el recuerdo aflora en un determinado momento, y abordar la cuesti¨®n de la memoria en sus relaciones con la experiencia presente. Casi siempre el recuerdo lo suscita una sensaci¨®n: una melod¨ªa, un gesto, un tono crom¨¢tico, permiten revivir el pasado en el presente. Marcel Proust, el gran especialista en el tiempo recobrado, lo sab¨ªa bien.
Juan Arnau es fil¨®sofo. Su ¨²ltimo libro es ¡®Historia de la imaginaci¨®n¡¯ (Espasa). Alex G¨®mez-Mar¨ªn es neurocient¨ªfico y director del Laboratorio de Comportamiento de Organismos del Instituto de Neurociencias de Alicante.