La neurotecnolog¨ªa ya lee cerebros: protejamos nuestros pensamientos
Nuevas herramientas nos permitir¨¢n entender mejor el funcionamiento de la mente, ayudar¨¢n a enfermos y ofrecer¨¢n oportunidades econ¨®micas, pero tambi¨¦n pondr¨¢n en riesgo nuestra privacidad mental
La crisis de la covid ha demostrado, entre muchas otras cosas, la fragilidad de la protecci¨®n de la privacidad de nuestros datos personales y las carencias de los sistemas legales y administrativos, nacionales e internacionales, para abordar estos problemas. Escribo para poner de relieve un problema a¨²n mayor: el de nuestra privacidad mental. Es un problema que nos viene de frente, pero que estamos todav¨ªa a tiempo de evitar.
Esta historia empieza en febrero de 2013 en el Congreso de Estados Unidos. En una reuni¨®n conjunta de la C¨¢mara de Representantes y el Senado, el presidente Barack Obama pronuncia el discurso del estado de la Uni¨®n y anuncia el lanzamiento de un proyecto cient¨ªfico a gran escala y a largo plazo, la iniciativa BRAIN (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies: investigaci¨®n cerebral a trav¨¦s de neurotecnolog¨ªas avanzadas innovadoras). Este proyecto, que Obama compar¨® con la gesta de llevar al hombre a la Luna, desarrollar¨¢ herramientas que se aplicar¨¢n en cerebros de animales de laboratorio y en pacientes humanos. Estas herramientas (electr¨®nicas, ¨®pticas, moleculares y computacionales) servir¨¢n para registrar la actividad cerebral o para interferir con ella, colocando dispositivos invasivos (dentro del cerebro) o no invasivos (por encima del cr¨¢neo).
?Por qu¨¦ Obama lanza este proyecto? La neurotecnolog¨ªa es necesaria por razones cient¨ªficas, cl¨ªnicas y econ¨®micas. Desde la perspectiva de la ciencia es clave entender el cerebro, ¨²ltima frontera del conocimiento del cuerpo humano. Al comprender el cerebro, nos entenderemos por dentro por primera vez.
Desde el punto de vista de la medicina, las herramientas facilitar¨¢n el diagn¨®stico, la comprensi¨®n y la cura de enfermedades psiqui¨¢tricas y neurol¨®gicas, que resultan cada vez m¨¢s devastadoras en la poblaci¨®n.
Veinticinco expertos proponen unas reglas ¨¦ticas para proteger nuestros ¡°neurodatos¡±
En cuanto a la econom¨ªa, la neurotecnolog¨ªa seguramente abrir¨¢ un campo enorme de desarrollo para empresas e industrias, como ocurri¨® con el proyecto del Genoma Humano [la gran iniciativa internacional de mapeo gen¨¦tico nacida a finales de los ochenta], que multiplic¨® por 124 la inversi¨®n en este campo. Este ¨²ltimo fue el argumento m¨¢s convincente para el Congreso de EE?UU.
La iniciativa BRAIN, con una financiaci¨®n estimada de 6.000 millones de d¨®lares (el presupuesto no se ha visto reducido a pesar del cambio de inquilino en la Casa Blanca) est¨¢ en su quinto a?o de los 12 previstos de duraci¨®n, e involucra a m¨¢s de 500 laboratorios que desarrollan todo tipo de neurotecnolog¨ªas. Es una revoluci¨®n metodol¨®gica para la neurociencia, como ocurri¨® en la biomedicina con la t¨¦cnica de secuenciaci¨®n del genoma. Esto no est¨¢ ocurriendo solo en EE?UU: desde 2013 se han lanzado proyectos centrados en el cerebro en China, Jap¨®n, Corea, Australia, Canad¨¢, Israel y la Uni¨®n Europea, aunados en una iniciativa BRAIN internacional. Adem¨¢s de estos esfuerzos p¨²blicos, las empresas privadas, farmac¨¦uticas y, sobre todo, las tecnol¨®gicas se est¨¢n incorporando cada vez con m¨¢s fuerza al desarrollo de interfaces cerebro-computador que conecten el cerebro a la Red. Estas interfaces pueden llegar a ser el equivalente a los iPhones del futuro.
Registrar la actividad cerebral permitir¨¢, antes o despu¨¦s, acceder al subconsciente
Esta revoluci¨®n neurotecnol¨®gica es buena, necesaria y, de hecho, urgente, como saben bien los lectores con familiares o amigos que sufren enfermedades neurol¨®gicas o psiqui¨¢tricas, y para quienes necesitamos desarrollar terapias m¨¢s efectivas. Pero la ciencia es neutra, y estas t¨¦cnicas, que tanto bien pueden causar a la humanidad, tambi¨¦n pueden tener consecuencias negativas. Ser¨ªa posible, por ejemplo, usar la neurotecnolog¨ªa para leer la actividad cerebral de una persona, o interferir en su cerebro y cambiar su comportamiento. Esto no es ciencia ficci¨®n, es algo que hacemos ya con animales de laboratorio, y, antes o despu¨¦s, se har¨¢ en humanos. ?C¨®mo de lejos estamos? Desde el a?o 2008, un laboratorio en Berkeley (California) utiliza esc¨¢neres magn¨¦ticos para adivinar cada vez con mayor precisi¨®n en qu¨¦ imagen est¨¢ pensando un voluntario. Facebook est¨¢ desarrollando una interfaz cerebro-computadora no invasiva, como una gorra electr¨®nica, capaz de descifrar la palabra en la que el usuario est¨¢ pensando y escribirla en la pantalla sin utilizar los dedos. Este tipo de dispositivos pueden revolucionar la industria, pero tambi¨¦n destrozar nuestra privacidad mental. La actividad cerebral genera no solo nuestros pensamientos conscientes, sino tambi¨¦n los subconscientes. Registrar la actividad cerebral permitir¨¢, antes o despu¨¦s, acceder al subconsciente.
Motivados por estos y otros avances, un grupo de 25 expertos cient¨ªficos, ingenieros cl¨ªnicos, psic¨®logos, juristas, fil¨®sofos y representantes de distintos proyectos sobre el cerebro de todo el mundo nos reunimos en 2017 en la Universidad de Columbia (Nueva York) y propusimos una reglas ¨¦ticas para la utilizaci¨®n de estas neurotecnolog¨ªas. Pensamos que estamos ante un problema que afecta a los derechos humanos, ya que el cerebro genera la mente, lo que nos define como especie. Se trata, al fin y al cabo, de nuestra esencia: pensamientos, percepciones, memorias, imaginaci¨®n, emociones, decisiones¡
Para proteger a la ciudadan¨ªa de la aplicaci¨®n indebida de estas tecnolog¨ªas, hemos propuesto unos derechos humanos nuevos, llamados ¡°neuroderechos¡±. De estos, el m¨¢s urgente es el derecho a la privacidad de nuestro pensamiento, pues las tecnolog¨ªas para leer la actividad mental est¨¢n m¨¢s desarrolladas que las tecnolog¨ªas para manipularla.
Para defender la privacidad mental, estamos trabajando en tres l¨ªneas paralelas. La primera consiste en legislar la ¡°neuroprotecci¨®n¡±: pensamos que los datos obtenidos del cerebro, a los que llamamos ¡°neurodatos¡±, deber¨ªan ser protegidos con el m¨¢ximo rigor legal, igual al que se aplica en donaciones y trasplantes de ¨®rganos. Pedimos que no se pueda comerciar con ¡°neurodatos¡± y que estos solo puedan ser extra¨ªdos con el consentimiento del individuo, por razones m¨¦dicas o cient¨ªficas.
Esta ser¨ªa una medida defensiva para proteger de abusos, pero, a la vez, en una segunda l¨ªnea de trabajo, proponemos ideas proactivas: por ejemplo, que las compa?¨ªas y las organizaciones que fabriquen estas tecnolog¨ªas se adhieran, de entrada, a un c¨®digo ¨¦tico, deontol¨®gico, igual que hacen los m¨¦dicos con el juramento hipocr¨¢tico. Con Xabi Uribe-Etxebarria, fundador de la compa?¨ªa de inteligencia artificial Sherpa.ai, y con la Universidad Cat¨®lica de Chile, estamos trabajando en este ¡°juramento tecnocr¨¢tico¡±.
Espa?a no es l¨ªder en neurotecnolog¨ªa, pero puede serlo en sus aspectos sociales y ¨¦ticos
La tercera l¨ªnea de acci¨®n es la ingenier¨ªa, y consiste en desarrollar tanto hardware como software para que los ¡°neurodatos¡± cerebrales se mantengan privados, y que sea posible compartir cierta informaci¨®n pero no otra. El objetivo: que los datos m¨¢s personales nunca salgan de los dispositivos conectados a nuestro cerebro. Una opci¨®n es que apliquemos sistemas que ya se usan con los datos financieros: archivos de c¨®digo abierto, tecnolog¨ªa blockchain (para que siempre sepamos de d¨®nde proceden), y contratos inteligentes (para evitar que los datos escapen de las manos adecuadas). Y, por supuesto, ser¨¢ necesario educar al p¨²blico y lograr que ning¨²n dispositivo pueda usar los datos de una persona a no ser que esta lo autorice puntualmente.
Este es s¨®lo el comienzo del abordaje del problema. Estamos trabajando en Espa?a, en Chile y en otros pa¨ªses, adem¨¢s de con organizaciones internacionales, para concienciar a los Parlamentos y a los Gobiernos de la necesidad de actuar. En Espa?a, en concreto, el lanzamiento de la Carta de Derechos Digitales, dentro de la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial, puede ser un buen comienzo. Aunque Espa?a no sea l¨ªder en la creaci¨®n de neurotecnolog¨ªa o inteligencia artificial, podr¨ªa serlo en sus aspectos sociales y ¨¦ticos. En estos momentos urge prepararnos para prevenir la pr¨®xima epidemia, aunque no sea una epidemia v¨ªrica sino una que afecte a los derechos humanos m¨¢s fundamentales. Es el momento ideal de sentar las bases del futuro, de la sociedad que queremos ser.
Rafael Yuste, neurobi¨®logo, trabaja en la Universidad de Columbia de Nueva York y en el Donostia International Physics Center de San Sebasti¨¢n.
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