Consumir audios al doble de velocidad para exprimir la vida: ?entienden los ¡®fasters¡¯ lo que escuchan?
Crece el n¨²mero de personas que aumentan la velocidad de reproducci¨®n de series, libros, ¡®podcasts¡¯. Algunos sienten que as¨ª optimizan el tiempo
En verano una mujer escribi¨® una carta desesperada a The New York Times: ¡°Mientras trabaja mi marido se pone podcasts al triple de velocidad. Alguna vez he o¨ªdo por accidente lo que ¨¦l escucha, y es escalofriante. ?l dice que est¨¢ bien, pero parece estresado. Creo que se le est¨¢ retorciendo el cerebro¡±. Le contest¨® el escritor y hum...
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En verano una mujer escribi¨® una carta desesperada a The New York Times: ¡°Mientras trabaja mi marido se pone podcasts al triple de velocidad. Alguna vez he o¨ªdo por accidente lo que ¨¦l escucha, y es escalofriante. ?l dice que est¨¢ bien, pero parece estresado. Creo que se le est¨¢ retorciendo el cerebro¡±. Le contest¨® el escritor y humorista John Hodgman: ¡°Los podcasts son ¨ªntimos, es como pasar un rato con los amigos, ?por qu¨¦ querr¨ªa su marido hacerlos hablar como robots disfuncionales?¡±. Y remat¨®: ¡°Un robot solo puede ser entendido por otro robot¡±.
El marido de la lectora no es un robot sino un faster, y si eran una tribu extravagante en 2017 cuando Buzzfeed defini¨® el t¨¦rmino, hoy son, en versiones m¨¢s o menos moderadas, un movimiento que crece. Cuando las series, los audios, los libros y la vida en general transcurre a su ritmo natural se aburren. Todo les parece demasiado lento. Se ponen nerviosos, sacan el m¨®vil y se distraen. En cambio, cuando aceleran la velocidad de reproducci¨®n espabilan y se concentran profundamente para no perder el hilo.
Desde que la tecnolog¨ªa concedi¨® el poder de acelerar la reproducci¨®n de los contenidos ¡ªempez¨® Apple en 2004 con el iPod y ahora la mayor¨ªa de las plataformas y aplicaciones de audio, YouTube, Whats?App y hasta Netflix nos proporcionan esa gracia¡ª apareci¨® la tentaci¨®n. Es una verdad establecida que en toda lista de contactos de un tel¨¦fono hay al menos una persona que merece ser escuchada a doble velocidad. Los fasters consideran que los adictos a las pausas, a la reiteraci¨®n y al circunloquio no se ajustan al Zeitgeist de su tiempo: la impaciencia y la eficacia; y que necesitan una actualizaci¨®n de su software, que les instalamos acelerando un par de veces su discurso. Domina el criterio de optimizaci¨®n del tiempo. Hay quien acelera para cumplir el objetivo de escuchar diez horas de audio por semana, lo que equivale en sus cuentas a leer dos libros al mes. O quien se propone hacer el marat¨®n de una serie que a ritmo normal durar¨ªa doce horas, pero que ahora puede devorar en ocho. ?Es lo mismo? ?Recordaremos algo de esos episodios acelerados? ?Se los podremos contar a alguien?
Aunque parece una pr¨¢ctica de la era de internet, la idea de acelerar las escuchas naci¨® en 1960 cuando los cient¨ªficos determinaron que pod¨ªamos leer dos veces m¨¢s r¨¢pido de lo que habl¨¢bamos. Los estudios del profesor Raymond Pastore de la Universidad de Carolina del Norte afirman que un adulto promedio lee 275 palabras por minuto y pronuncia 150 en ese mismo tiempo. Hay un desajuste ah¨ª que un obseso de la eficacia no se puede permitir. El problema es que esa diferencia no se produce en nuestra capacidad de procesar la informaci¨®n. En sus experimentos, Pastore ha demostrado que la comprensi¨®n de una conferencia no se ve afectada si el audio se comprime un 25%, lo que corresponder¨ªa a una velocidad de 1,33x. Otros investigadores tampoco han encontrado una ca¨ªda de la comprensi¨®n en audios acelerados a 1,5x y a 1,8x. Sin embargo, la mayor¨ªa de las personas no reconocen todas las palabras de un contenido a doble velocidad, tampoco entienden su idea general aunque s¨ª podr¨ªan intuirla, mucho menos recordar pasadas unas horas. Para Pastore hay un l¨ªmite de velocidad para sacar alg¨²n partido de lo que escuchamos, 1,25x. Alrededor de 190 palabras por minuto. ¡°La mayor¨ªa de las personas no est¨¢n c¨®modas a una velocidad mayor¡±, indica en su estudio.
Porque, ?vemos y escuchamos para quedarnos con algo o solo estamos ante otro ritual de la vida digital? Las razones para acelerar tienen que ver con optimizarnos, hacer m¨¢s en menos tiempo, pero tambi¨¦n con la obligaci¨®n de estar al d¨ªa, con una bulimia de contenidos que no nos deja renunciar a nada. En nuestras rutinas multitasking tragamos series, lecturas, podcasts. ?Qu¨¦ retenemos de este atrac¨®n?
Los hallazgos del profesor Paul King de la Universidad Cristiana de Texas apuntan a que nuestro cerebro va a su ritmo y la tecnolog¨ªa lo adelanta por la derecha. Sus experimentos muestran que tras una escucha acelerada podemos reproducir sin dificultad una conversaci¨®n o un n¨²mero de tel¨¦fono, lo que probar¨ªa que nuestra comprensi¨®n en la memoria a corto plazo no se ve afectada. Pero se observa una ca¨ªda significativa en lo que recordamos horas despu¨¦s. ¡°Necesitamos tiempo para hacer las conexiones entre lo que estamos aprendiendo y lo que ya sabemos¡±, explica King. El profesor tambi¨¦n observa que estamos m¨¢s ansiosos y disfrutamos menos cuando escuchamos a alta velocidad.
Las aplicaciones de audio y v¨ªdeo ofrecen distintas opciones para reducir el tiempo de exposici¨®n. Lo m¨¢s com¨²n es acelerar la velocidad original, un m¨¦todo que hasta 1,5x no altera demasiado la idea general, aunque obligue al cerebro a forzar las marchas. Otras plataformas eliminan algor¨ªtmicamente los silencios, las pausas entre las oraciones alterando la dramaturgia de las historias y dos cualidades esenciales del audio: la intimidad y la temporalidad. Uno de los experimentos m¨¢s extremos en este campo consiste en reproducir a doble velocidad La guerra de los mundos, aquel episodio de radio dirigido y narrado por Orson Welles que se transmiti¨® la noche de Halloween de 1938 y que aterroriz¨® a la audiencia, a pesar de que advert¨ªa hasta dos veces de que se trataba de una obra de ciencia ficci¨®n. El episodio reproducido a doble velocidad es un desatino ininteligible que si algo provoca es la risa. ¡°No hay tensi¨®n, no hay ritmo, no hay urgencia, puedes entender acad¨¦micamente lo que est¨¢ pasando pero no lo sientes¡±, describen los participantes en un art¨ªculo de la publicaci¨®n digital The Verge.
Pero los devoradores de contenido audiovisual no lo ven todo tan negro. Para ellos acelerar tiene sus ventajas. No solo ahorran tiempo sino que, aseguran, se concentran mejor. ¡°Acelerar me obliga a prestar atenci¨®n y reducir mi lista de cosas pendientes por ver, me libera¡±, dice Mario O. La aplicaci¨®n de audio Overcast, cuyo algoritmo elimina los silencios y las pausas, valida tu satisfacci¨®n as¨ª: ¡°Este mes has ganado 10 horas extra con nuestros ajustes de velocidad. Sigue as¨ª¡±.
Para ser un aut¨¦ntico profesional del consumo acelerado habr¨ªa que entrenar y liberar espacio en el cerebro. Es lo que afirma un grupo de neur¨®logos alemanes de la Universidad de Tubingen y el Instituto Hertie para la Investigaci¨®n Cl¨ªnica del Cerebro. Durante seis meses entrenaron a personas para procesar 300 palabras por minuto, equivalente a una aceleraci¨®n de 2x; o todav¨ªa m¨¢s r¨¢pido, 600 palabras por minuto, 4x. Lo que observaron fue que se activaban m¨¢s ¨¢reas del cerebro, incluidas dos regiones asociadas con el mon¨®logo interno y con el aprendizaje de tareas motoras.
Parad¨®jicamente, en medio de la aceleraci¨®n no para de crecer el consumo de v¨ªdeos y audios ASMR (respuesta sensorial meridiana aut¨®noma). No pocos fasters se los ponen para dormir, algunos los llaman el ansiol¨ªtico de los j¨®venes y otros aseguran que producen ¡°orgasmos cerebrales¡±. Se trata de unos v¨ªdeos de murmullos y ruiditos: el sonido de las p¨¢ginas de una revista al pasar, el cepillado de una superficie, una respiraci¨®n lenta. No pasa nada m¨¢s. Son los ¨²nicos que se libran de la doble velocidad. Ser¨¢ porque en alg¨²n momento del d¨ªa necesitamos que nos susurren al o¨ªdo. A la velocidad original.
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