La maldici¨®n del exilio de los Borbones
Cuatro de los ¨²ltimos seis monarcas de esta dinast¨ªa abandonaron Espa?a y tres de ellos acabaron falleciendo en el extranjero
En Espa?a, ning¨²n monarca, contando desde los Reyes Cat¨®licos, ha ca¨ªdo en el pat¨ªbulo. Pero a lo largo de la ¨²ltima dinast¨ªa, la borb¨®nica, el castigo ha sido otro: el exilio. Carlos IV cedi¨® el trono a Napole¨®n en 1808 y muri¨® en N¨¢poles en 1819 sin que su hijo, Fernando VII, accediera a su deseo de pasar sus ¨²ltimos a?os en Espa?a. Isabel II cay¨® por la Revoluci¨®n Gloriosa y falleci¨® en Par¨ªs en 1904. Alfonso XIII se march¨®, dio paso a la II Rep¨²blica y acab¨® sus d¨ª...
En Espa?a, ning¨²n monarca, contando desde los Reyes Cat¨®licos, ha ca¨ªdo en el pat¨ªbulo. Pero a lo largo de la ¨²ltima dinast¨ªa, la borb¨®nica, el castigo ha sido otro: el exilio. Carlos IV cedi¨® el trono a Napole¨®n en 1808 y muri¨® en N¨¢poles en 1819 sin que su hijo, Fernando VII, accediera a su deseo de pasar sus ¨²ltimos a?os en Espa?a. Isabel II cay¨® por la Revoluci¨®n Gloriosa y falleci¨® en Par¨ªs en 1904. Alfonso XIII se march¨®, dio paso a la II Rep¨²blica y acab¨® sus d¨ªas en Roma una d¨¦cada m¨¢s tarde, en 1941, sin que Franco permitiera su regreso. En 2020, Juan Carlos I pact¨® su salida con su hijo para no ensombrecer su reinado tras la aparici¨®n de numerosos esc¨¢ndalos. Desde entonces fij¨® su residencia en Abu Dabi.
All¨ª vive, alejado de Espa?a, para tranquilidad de su hijo, Felipe VI. Sin embargo, no significa eso que en el palacio de la Zarzuela asuman con tranquilidad que tambi¨¦n acabe sus d¨ªas all¨ª. ?Morir en Abu Dabi? Mejor no. De hecho, ese factor representa una de las mayores preocupaciones del actual rey, Felipe VI: que su padre fallezca lejos del pa¨ªs en que rein¨® durante 40 a?os. Un dilema que encierra en s¨ª una paradoja grave e inquietante para el hijo. Lo cuenta Jos¨¦ Antonio Zarzalejos, bi¨®grafo de quien es hoy jefe del Estado. ¡°Para ¨¦l, un rey que nazca y muera en Espa?a comporta un modo de entender su cometido con una carga de responsabilidad especial. El hecho de que cuatro de sus antecesores din¨¢sticos hayan adoptado el camino del exilio y tres de ellos murieran fuera es para ¨¦l, digamos, una especie de nube¡¡±.
Zarzalejos evita el t¨¦rmino maldici¨®n. Pero el desenlace se ha producido tantas veces que llega a caracterizar de forma muy marcada la historia de la instituci¨®n en Espa?a en los ¨²ltimos tres siglos: ¡°No hemos ajusticiado a ning¨²n rey¡±, asegura el periodista experto en la Corona, ¡°pero el destierro ha sido un continuo hist¨®rico llamativo, que une a ello, adem¨¢s, otros factores. Por ejemplo, que quienes se van, antes abdican por diferentes razones¡±.
La Zarzuela ha apuntado siempre que la decisi¨®n de salir de Espa?a fue tomada por Juan Carlos I y as¨ª lo rei?teran a EL PA?S. Indican que el rey em¨¦rito lo hizo consciente de todas las consecuencias en una carta bastante clara fechada el 3 de agosto de 2020. Dec¨ªa as¨ª: ¡°Con el mismo af¨¢n de servicio a Espa?a que inspir¨® mi reinado y ante la repercusi¨®n p¨²blica que est¨¢n generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada, deseo manifestarte mi m¨¢s absoluta disponibilidad para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad. Mi legado y mi propia dignidad como persona as¨ª me lo exigen. (¡) Ahora, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los espa?oles, a sus instituciones y a ti como rey, te comunico mi meditada decisi¨®n de trasladarme, en estos momentos, fuera de Espa?a¡±.
Zarzalejos insiste en que la posibilidad de una muerte en Abu Dabi es el mayor de los riesgos tras aquella decisi¨®n compartida. ¡°En este momento es lo que m¨¢s preocupa en La Zarzuela. Proyectar¨ªa una imagen muy anacr¨®nica de la instituci¨®n¡±.
Juan Carlos de Borb¨®n jam¨¢s ha pensado que la Corona carga en s¨ª un derecho divino. ¡°La Monarqu¨ªa existir¨¢ mientras sea ¨²til¡±, ha proclamado varias veces. La frase encierra en su claridad una advertencia de la que no parece haber sido siempre consciente. De hecho, cobra ahora un sentido cargado de contradicciones, a juzgar por la ¨²ltima etapa de su reinado. As¨ª lo creen algunos historiadores. ?Cu¨¢les han sido los factores, circunstancias, incluso incongruencias que han marcado su figura? ?Qu¨¦ explicaci¨®n cuadra con la brillantez de su ascenso y el torpe descalabro de su ca¨ªda?
¡°El hoy rey em¨¦rito, v¨ªctima de la adulaci¨®n, pens¨® que pod¨ªa poner sus placeres por encima de sus deberesPaul Preston, historiador.
La dinast¨ªa borb¨®nica ha mantenido con Espa?a y sus ciudadanos una verdadera historia de encuentros, nuevas oportunidades, desencuentros, fracasos y complicidades dignas de un psicoan¨¢lisis colectivo. Distintas razones y circunstancias empujaron a los cuatro predecesores de Felipe VI a salir. Pero el hecho es que todos ellos se vieron obligados a abandonar el pa¨ªs que rigieron. La misma soluci¨®n para diversas situaciones.
?Es el exilio el destino de un Borb¨®n? ¡°Respecto tanto a Carlos IV e Isabel II como a Alfonso XIII, dif¨ªcilmente se podr¨ªan encontrar elementos positivos de una contribuci¨®n a la historia de Espa?a semejante a la de Juan Carlos¡±, asegura su bi¨®grafo Paul Preston. ¡°Pero, a pesar de esa contribuci¨®n ¨²nica, base de la creaci¨®n del denominado juancarlismo popular, algo que no existi¨® nunca ni con Isabel II o Alfonso XIII, parece que el hoy rey em¨¦rito fue v¨ªctima de una adulaci¨®n que le dio la impresi¨®n de que ten¨ªa derecho a poner sus placeres por encima de sus deberes¡±.
Preston sit¨²a el anticl¨ªmax posterior a los primeros a?os de reinado en la situaci¨®n de normalidad democr¨¢tica que comenz¨® a disfrutarse en Espa?a a ra¨ªz de la victoria de Felipe Gonz¨¢lez, en 1982. ¡°Con ello, la reputaci¨®n del rey entr¨® en l¨ªnea de fuego¡±, escribe. ¡°Al no tener ya que luchar d¨ªa a d¨ªa para defender el nuevo sistema, pod¨ªa echar la vista atr¨¢s en su vida y reflexionar que todos los sacrificios merec¨ªan una recompensa¡±, comenta el brit¨¢nico.
No cree ?ngel Vi?as, historiador experto en el siglo XX espa?ol, que sobre los Borbones pese una maldici¨®n espec¨ªfica. Cada uno carga con sus pesos y sus propias decisiones. ¡°Isabel II tuvo que exiliarse tras un reinado poco glorioso. Sali¨® tras agotar a casi todos los espa?oles pensantes¡±, afirma. Alfonso XIII ensay¨® con la dictadura de Primo de Rivera ¡ªahora que precisamente se acerca el aniversario de su huida ¡ª, remarca Vi?as, autor de varios trabajos sobre el franquismo. Lo hizo, seg¨²n dijo aquel rey, para no sumir a Espa?a en un conflicto. ¡°Pero tard¨® pocos meses en amparar, desde el extranjero, la conspiraci¨®n mon¨¢rquica para reponerle en el trono¡±, asegura Vi?as. En cuanto a Juan Carlos, ¡°se ha ganado su salida a pulso¡±, afirma. ¡°No por sus devaneos sentimentales, sino por sus experimentos en materia de enriquecimiento y evasi¨®n de impuestos¡±.
Isabel Burdiel, autora de una biograf¨ªa sobre Isabel II y catedr¨¢tica de la Universidad de Valencia, cree que los tres abandonos merecen una reflexi¨®n conjunta. ¡°En primer lugar, en todos los casos se fuerzan esos exilios por movimientos ciudadanos, con el apoyo del ej¨¦rcito liberal en los dos primeros casos. Perciben que la Corona se ha alineado con una sola opci¨®n pol¨ªtica, postergando a las dem¨¢s y empuj¨¢ndolas, por lo tanto, a la acci¨®n insurreccional. En segundo lugar, existe una fuerte condena moral por la relaci¨®n demasiado estrecha entre pol¨ªtica y negocios encarnada en la Corona¡±, dice Burdiel.
Y, en tercer lugar, agrega la historiadora: ¡°Todas las monarqu¨ªas constitucionales han tenido sus crisis en este sentido¡±. El retroceso del poder pol¨ªtico mon¨¢rquico en favor de la posici¨®n simb¨®lica ha sido un proceso largo y dif¨ªcil en toda Europa desde el siglo XVIII, cree Burdiel. ¡°Implica, necesariamente, para que la Monarqu¨ªa sobreviva, dos aspectos estrechamente relacionados entre s¨ª: la absoluta neutralidad pol¨ªtica de la Corona y su alejamiento de cualquier conexi¨®n con la corrupci¨®n econ¨®mica. La vida privada de los reyes debe adecuarse hoy a los criterios de moralidad b¨¢sicos de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n¡±.
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