Hay que echar el freno de emergencia. La crisis clim¨¢tica es mucho m¨¢s grave de lo pensado
Las generaciones futuras se asombrar¨¢n de que supi¨¦ramos lo que estaba sucediendo y no solucion¨¢semos el problema
La sequ¨ªa es el antepen¨²ltimo eslab¨®n de la cadena; a continuaci¨®n van los alimentos (carest¨ªa y escasez) y, finalmente, las migraciones causadas por ello. De forma paralela se inicia otra cadena, directamente pol¨ªtica, consistente en el rechazo a esos millones de personas desplazadas por razones de supervivencia, su regularizaci¨®n y las tensiones ...
La sequ¨ªa es el antepen¨²ltimo eslab¨®n de la cadena; a continuaci¨®n van los alimentos (carest¨ªa y escasez) y, finalmente, las migraciones causadas por ello. De forma paralela se inicia otra cadena, directamente pol¨ªtica, consistente en el rechazo a esos millones de personas desplazadas por razones de supervivencia, su regularizaci¨®n y las tensiones que surgen en las sociedades receptoras. La emergencia ecol¨®gica que ya est¨¢ teniendo lugar a nuestro alrededor es mucho m¨¢s grave de lo que solemos pensar.
No se trata solo de dos o tres problemas aislados, algo que podr¨ªa solucionarse interviniendo sobre alg¨²n aspecto concreto aqu¨ª y all¨¢, mientras todo lo dem¨¢s sigue igual. Lo que est¨¢ ocurriendo es el colapso de m¨²ltiples sistemas interrelacionados, de los que dependen los seres humanos. Hay que echar el freno de emergencia. Se tiende a pensar que el cambio clim¨¢tico tiene que ver ante todo con la temperatura, pero es mucho m¨¢s que eso. A muchos ciudadanos no les preocupa especialmente ya que la experiencia cotidiana de la temperatura es que unos cuantos grados, de m¨¢s o de menos, son molestos aunque soportables. Pero la temperatura no es m¨¢s que el principio, el hilito de lana que se ha salido del jersey.
Estas situaciones son desarrolladas por el antrop¨®logo econ¨®mico Jason Hickel en su libro Menos es m¨¢s (Capit¨¢n Swing). Los datos sobre el cambio clim¨¢tico contienen, seg¨²n este autor, un doble mensaje: una llamada de atenci¨®n que insta a despertar de inmediato, y al tiempo dan a entender que el trauma todav¨ªa no ha llegado del todo, que a¨²n hay tiempo para evitar la cat¨¢strofe. Y esto es lo que los hace tan seductores, tan tranquilizadores, y el motivo por el que una mayor¨ªa permanece est¨¢tica ante la hecatombe y por el que ans¨ªa, paralizada, que sigan llegando m¨¢s y m¨¢s cifras. El peligro es justo ese: que, para actuar, se espera a que los datos se vuelvan m¨¢s concluyentes, m¨¢s extremos. Cuando aterrice ese momento, las instituciones multilaterales, los gobiernos y los ciudadanos se pondr¨¢n a tomar medidas. Pero el dato definitivo nunca va a ser lo bastante convincente.
Llegar¨¢ un momento en que las generaciones m¨¢s pr¨®ximas volver¨¢n la vista atr¨¢s y se asombrar¨¢n de que supi¨¦ramos exactamente lo que estaba sucediendo y aun as¨ª no solucion¨¢semos el problema. La historia del ¨²ltimo medio siglo est¨¢ marcada por la escasa eficacia contra la emergencia clim¨¢tica que, entre otros problemas, genera la sequ¨ªa actual. El consenso cient¨ªfico sobre el cambio clim¨¢tico debido a la acci¨®n del hombre empez¨® a tomar cuerpo a mediados de los a?os setenta del siglo pasado: la primera cumbre internacional sobre el clima se celebr¨® en 1979. Desde el a?o 1995 se vienen convocando reuniones globales sobre el clima con el objeto de negociar planes de reducci¨®n de las emisiones de gases de efecto invernadero. Kioto, Copenhague, Par¨ªs, suponen hitos en los cuales se ampl¨ªa el marco de las Naciones Unidas, y sin embargo no hay avances suficientes sobre la interrupci¨®n del colapso ecol¨®gico.
Hickel entiende que ello es as¨ª no s¨®lo por la acci¨®n de las grandes empresas contaminantes y el poder que ejercen sobre el sistema pol¨ªtico, sino que es el propio sistema econ¨®mico el que ha acabado dominando pr¨¢cticamente todo el planeta. El capitalismo se ha organizado en torno al imperativo del crecimiento constante; unos niveles cada vez mayores de producci¨®n y de consumo. Como dec¨ªa el historiador americano Murray Brookchin, intentar ¡°persuadir¡± al capitalismo de que limite el crecimiento es como intentar ¡°persuadir¡± a un ser humano de que deje de respirar. As¨ª surge el crecentismo, en el que el crecimiento est¨¢ tan integrado en la econom¨ªa y en la pol¨ªtica que el sistema no puede sobrevivir sin ¨¦l. El decrecimiento no consiste en reducir el PIB, ya que ello lleva normalmente a recesiones y pobreza, sino en producir con menos recursos y eliminar el trabajo innecesario sin disminuir el bienestar.
Es m¨¢s f¨¢cil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
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