Arboricidios sin vuelta atr¨¢s. ?Qu¨¦ atraer¨¢ si no la lluvia?
Los bosques primarios crean microclimas, favorecen las precipitaciones y son cruciales ante la emergencia clim¨¢tica. La mayor parte de los pa¨ªses no los protegen, con excepciones como Ecuador, Bolivia y Nueva Zelanda
En una aldea del norte de Espa?a han cortado un roble centenario. Ten¨ªa un tronco de casi cinco metros de di¨¢metro y un porte monumental. Era un ¨¢rbol apreciado por caminantes y ecologistas de la zona. Dicen algunos vecinos que quiz¨¢ lo haya tumbado un maderero local para venderlo como le?a. Qui¨¦n sabe si con autorizaci¨®n municipal o apenas el consentimiento de los propietarios de las fincas. Quien lo haya talado lo cort¨®, quiz¨¢s, porque puede hacerlo con total impunidad. La tala de este roble es un peque?o ejemplo de la desprotecci¨®n de los ¨¢rboles. Rilke consolaba su sentido de impermanencia...
En una aldea del norte de Espa?a han cortado un roble centenario. Ten¨ªa un tronco de casi cinco metros de di¨¢metro y un porte monumental. Era un ¨¢rbol apreciado por caminantes y ecologistas de la zona. Dicen algunos vecinos que quiz¨¢ lo haya tumbado un maderero local para venderlo como le?a. Qui¨¦n sabe si con autorizaci¨®n municipal o apenas el consentimiento de los propietarios de las fincas. Quien lo haya talado lo cort¨®, quiz¨¢s, porque puede hacerlo con total impunidad. La tala de este roble es un peque?o ejemplo de la desprotecci¨®n de los ¨¢rboles. Rilke consolaba su sentido de impermanencia con la certeza de ¡°un ¨¢rbol en la ladera al que volver todos los d¨ªas¡±. Hoy nadie podr¨ªa garantizar tal cosa. Que se lo cuenten al arce ¡®Sycamore Gap¡¯, talado a traici¨®n en Reino Unido. Un ¨¢rbol, cualquiera, es tambi¨¦n todos los ¨¢rboles.
En una entrevista por videoconferencia desde su centro forestal en Eifel, el silvicultor alem¨¢n Peter Wohlleben, autor del superventas La vida secreta de los ¨¢rboles (Ediciones Obelisco, 2016), recuerda que las ¨²ltimas investigaciones son capaces de medir la capacidad de los ¨¢rboles para regular la temperatura y el r¨¦gimen de lluvias: ¡°Si cortas arboles, la temperatura de esa ¨¢rea va a incrementarse una media de 10 grados¡±, dice tajante. Wohlleben y su equipo han monitorizado bosques por im¨¢genes sat¨¦lite y saben que los cortes de clareo no deber¨ªan suceder. Y menos sin control ni planificaci¨®n. Por eso dice que talar un ¨¢rbol deber¨ªa ser un crimen de primer orden: ¡°Se considera un delito ambiental que eches aceite de motor en un r¨ªo, pero no que subas la temperatura de miles de personas¡±. En su ¨²ltimo libro, La profunda respiraci¨®n de los ¨¢rboles (Ediciones Obelisco, 2022), investiga sobre la capacidad de los ¨¢rboles para adaptarse al cambio clim¨¢tico y el papel de los bosques para el equilibrio h¨ªdrico del planeta. Wohlleben, como el poeta beat Gary Snyder, considera a los bosques como grupos familiares, que tejen redes de apoyo mutuo y migran con las glaciaciones. Son hiperorganismos que transforman la luz del Sol en az¨²car y producen el ox¨ªgeno que necesitan las dem¨¢s criaturas del planeta para respirar. ¡°Debemos proteger todos los bosques primarios y los viejos ejemplares, todo lo que queda de bosque ancestral¡±, asegura. Esto, unido a otro mantra que ¨¦l tambi¨¦n predica, reducir el consumo de carne, es ¡°lo mejor que podemos hacer¡± contra la emergencia clim¨¢tica. ¡°En el acuerdo de Montreal se dijo que el 30% del paisaje deber¨ªa estar protegido en los pr¨®ximos siete a?os. Y no est¨¢ siendo as¨ª. Necesitamos m¨¢s naturaleza salvaje¡±, insiste, y recuerda que el 80% de la tierra se destina para producir alimento animal. Para ¨¦l, la deforestaci¨®n es un asunto de gesti¨®n del suelo. Pura confusi¨®n civilizatoria.
La FAO calcula que el planeta pierde 3,3 millones de hect¨¢reas de bosque al a?o. En Espa?a, las cifras son m¨¢s alarmantes, con un aumento del 33,6% de la desforestaci¨®n desde los a?os noventa. Aquella ardilla de la que hablaba Estrab¨®n, que cruzaba la pen¨ªnsula Ib¨¦rica de ¨¢rbol en ¨¢rbol, tiene ante s¨ª un desierto de dos mesetas con un peque?o flequillo verde en el norte.
?Es Espa?a territorio sin ley para los de las motosierras? Antonio Ruiz Salgado, especializado en derecho ambiental, recuerda que en nuestro pa¨ªs no existe una visi¨®n integradora de nuestra relaci¨®n con los ¨¢rboles: ¡°Todav¨ªa est¨¢ muy presente la perspectiva antropoc¨¦ntrica y utilitarista en la mirada sobre los ¨¢rboles y plantas¡±. El corpus de leyes apenas da cabida a la protecci¨®n de algunos ¨¢rboles singulares o determinados espacios, dentro de la Red Natura o en parques nacionales. Las leyes nacionales, la del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad y la ley de Montes no prev¨¦n la protecci¨®n de los ¨¢rboles singulares pero s¨ª proh¨ªben ¡°la corta, quema, arranque o inutilizaci¨®n de ejemplares arb¨®reos o arbustivos de especies forestales¡±. Las normativas auton¨®micas s¨ª prev¨¦n inventariar y proteger los ¨¢rboles singulares. En las ciudades, se pueden considerar mejor protegidos que en el campo y las penas contemplan hasta la c¨¢rcel. En el rural, a pesar de las leyes de montes y las distintas normativas auton¨®micas, deforestar sale barato.
Territorios de despedida
La ¨²nica opci¨®n para salvar los ecosistemas considerados vitales ser¨ªa ¡°excluirlos de la categor¨ªa de commodities (mercanc¨ªas)¡±, afirma Ignacio Bachmann, experto en derecho ambiental. Escuchando a estos abogados, da la sensaci¨®n de que cada bosque es un territorio en despedida. Que hay que decirles adi¨®s a los ¨¢rboles hasta que los hagan desaparecer. Mientras pa¨ªses como Ecuador, con su ¡°ley Pachamama¡±, recoge el respeto ¨ªntegro de la existencia y los procesos evolutivos de la tierra, el resto de los bosques primarios del planeta caen impunemente para introducir cultivos extensivos o, a¨²n peor, bosques artificiales de especies industriales como el abeto, el pino o el eucalipto. Wohlleben es tajante: ¡°Debemos prohibir las plantaciones de ¨¢rboles artificiales. Son especies que arden f¨¢cilmente. Es como si para proteger las casas de un derrumbe, las tiramos. Una locura¡±. El silvicultor insiste en que el problema de la humanidad es el de no conseguir ver. Para ¨¦l estamos en la ¨¦poca del ¡°gran descubrimiento¡±, ya que apenas se conoce el 15% de las especies. Desconocemos la mayor¨ªa de los hongos y las bacterias que son clave para la vida.
Una ojeada al derecho internacional apenas encuentra en los Derechos de la Madre Tierra de Evo Morales o los planteamientos de Nueva Zelanda, un reconocimiento del valor de los ecosistemas enteros, desde microorganismos hasta hongos. Mientras, como critica Wohlleben, plantar ¨¢rboles est¨¢ de moda, pero auspiciado en la sombra por las industrias madereras, que introducen especies no aut¨®ctonas o modificadas gen¨¦ticamente. Y no se trata de plantar, sino de dejar en paz. Aunque se trate de contener el calentamiento unos dos grados, los bosques no perturbados pueden hacerlo incluso mejor al crear su propio microclima y zonas de bajas presiones que atraen lluvias: ¡°Las precipitaciones no disminuyen en los grandes bosques naturales, pero cuando se sustituyen por pastos o paisajes agr¨ªcolas, pueden disminuir hasta un 90%¡±, dice Wohlleben.
Mientras un maderero lo siga teniendo f¨¢cil para talar ¨¢rboles an¨®nimos y gestionar el bosque sin otra mirada que la extractiva, el abogado Bachmann, que no encuentra en las leyes un consuelo para la vivacidad de la naturaleza, recuerda un dicho ancestral de los indios mapuches que quiz¨¢ resuene a los humanos del futuro: ¡°Las personas son parte de la tierra, pero la tierra no pertenece a las personas¡±.
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