Gaza e Israel, d¨ªas que mejor no hubieran existido
Uno se pierde poniendo peros. Ham¨¢s son unos asesinos, pero. Israel comete un genocidio, pero. Todo es verdad a la vez. No es equidistancia, es el coraz¨®n mismo del asunto
Hoy, 15 de octubre, es Santa Teresa y siempre recuerdo algo curioso: muri¨® la noche del 4 al 15 de octubre de 1582. Han le¨ªdo bien. El papa Gregorio XIII orden¨® ajustar el calendario y a la ma?ana siguiente fue d¨ªa 15. Es decir, hay 11 d¨ªas de nuestra historia que nunca existieron. Me parecen pocos. Todos hubi¨¦ramos preferido que tampoco hubieran existido estos ¨²ltimos, una de esas semanas en que nos volvemos a hundir en el horror que ha dominado la historia humana y nunca nos abandona, como una maldici¨®n. Levan...
Hoy, 15 de octubre, es Santa Teresa y siempre recuerdo algo curioso: muri¨® la noche del 4 al 15 de octubre de 1582. Han le¨ªdo bien. El papa Gregorio XIII orden¨® ajustar el calendario y a la ma?ana siguiente fue d¨ªa 15. Es decir, hay 11 d¨ªas de nuestra historia que nunca existieron. Me parecen pocos. Todos hubi¨¦ramos preferido que tampoco hubieran existido estos ¨²ltimos, una de esas semanas en que nos volvemos a hundir en el horror que ha dominado la historia humana y nunca nos abandona, como una maldici¨®n. Levantarse con las noticias es sumirse en una profunda tristeza. Sinceramente, en ese momento lo de menos es lo que m¨¢s parece preocupar a muchos de los que somos espectadores: opinar sobre ello. Todos sabemos perfectamente lo que ocurre, el primer instinto es sentir la muerte criminal de un ser humano, esa injusticia atroz. Otra cosa es discutir despu¨¦s sobre lo que ya pens¨¢bamos de antes, qui¨¦n tiene raz¨®n, qui¨¦n empez¨® primero. ?Primero? La cadena de culpa y muerte comenz¨® hace m¨¢s de medio siglo, y la raz¨®n hace tiempo que se extravi¨®. Uno se pierde poniendo peros. Ham¨¢s son unos asesinos, pero. Israel comete un genocidio, pero. Todo es verdad a la vez. No es equidistancia, es el coraz¨®n mismo del asunto.
Tengo mi opini¨®n sobre ello, porque hay que tenerla, pero en d¨ªas como estos se hace m¨¢s dif¨ªcil la obligaci¨®n de decir algo y contribuir al ruido. Yo escribo aqu¨ª una vez a la semana, compadezco a quien se siente obligado a opinar cada media hora. En todo caso, hablar de otra cosa hoy ser¨ªa una frivolidad. Una variante siniestra de la frivolidad es usar esto en la basura dial¨¦ctica que circula a diario. Mucho m¨¢s grave en el caso de cargos p¨²blicos. Alguien de confianza deber¨ªa aconsejarles meterse debajo de la cama y no salir en un mes, o ya vivir all¨ª.
En estos d¨ªas vemos im¨¢genes que nunca olvidaremos. Hemos visto otras antes. Yo recuerdo una. Un ni?o y su padre atrapados en medio de un tiroteo, agazapados en un muro, clamando que dejaran de disparar, hasta que el ni?o muere. Se llamaba Mohamed Al Dura. Fue en 2000 en Gaza. Parece simple, y lo es, pero la controversia sobre lo que ocurri¨®, de qui¨¦n fue la culpa, ha durado a?os. En la Wikipedia en ingl¨¦s hay una entrada largu¨ªsima explicando los puntos de vista. Pero nada cambia que ese ni?o est¨¢ muerto.
La ret¨®rica de cada cual envuelve hechos espantosos que ya hablan por s¨ª mismos, no la necesitan. Por eso lo que m¨¢s necesitamos es buena informaci¨®n. En cuanto a ret¨®rica, me quedo con la que es reversible, aplicable a cualquier persona, israel¨ª, palestino o esquimal, como una escena de Lubitsch en Ser o no ser, de 1942. En un teatro donde est¨¢ Hitler, detienen a un sospechoso, un jud¨ªo. Le preguntan c¨®mo ha llegado ah¨ª: ¡°Nac¨ª aqu¨ª¡±. Inquieren qu¨¦ le hizo decidir morir ah¨ª, y dice que ha sido Hitler: ¡°?Qu¨¦ quiere de nosotros? ?Qu¨¦ quiere ¨¦l de Polonia? ?Por qu¨¦ nos ataca, por qu¨¦?¡±. Y entonces recurre a Shakespeare, al mon¨®logo del hebreo Shylock en El Mercader de Venecia, del XVI: ¡°?Es que no somos humanos? ?Es que no tenemos ojos, manos, ¨®rganos, sentidos, proporciones, afectos, pasiones? Nutridos con la misma comida, heridos con las mismas armas, sujetos a las mismas enfermedades, curados por los mismos medios, calentados y enfriados por el mismo invierno y verano. Si nos pinch¨¢is, ?no sangramos? Si nos hac¨¦is cosquillas, ?no nos re¨ªmos? Si nos envenen¨¢is, ?no nos morimos? Si nos ofend¨¦is, ?no debemos vengarnos?¡±. Y despu¨¦s de Shakespeare y Lubitsch solo queda, por fin, callarse.
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