Nochebuena y otras desgracias sin importancia
La ternura deber¨ªa ser el gesto fundamental de ese deporte de alto riego que consiste en sentarnos a cenar con nuestros seres queridos
El primer cuento es de Miriam Toews y se titula Peque?as desgracias sin importancia. Solo les dir¨¦ que la protagonista es pianista y explica c¨®mo la primera nota de sus conciertos era siempre para la ternura. Luego, lo que la obra contara, ya fuera dolor, violencia, o lo contrario, felicidad, plenitud, se superpondr¨ªa en ese fondo de ternura que se hab¨ªa instalado en el alma del p¨²blico. Pues bien, vengo a animarles a entender la Nochebuena...
El primer cuento es de Miriam Toews y se titula Peque?as desgracias sin importancia. Solo les dir¨¦ que la protagonista es pianista y explica c¨®mo la primera nota de sus conciertos era siempre para la ternura. Luego, lo que la obra contara, ya fuera dolor, violencia, o lo contrario, felicidad, plenitud, se superpondr¨ªa en ese fondo de ternura que se hab¨ªa instalado en el alma del p¨²blico. Pues bien, vengo a animarles a entender la Nochebuena como uno de sus conciertos. En Navidad, la ternura ha de estar por encima de los otros sentimientos, para convertirse en el gesto fundamental de ese deporte de riesgo que consiste en sentarnos a cenar con nuestros seres queridos. Lo dice Toews y tambi¨¦n algunos otros autores que me han ayudado a preparar este manual de uso de ternura navide?a.
Pero, ?c¨®mo hacer sonar esa primera nota? Basta con recordar que ninguna existencia es plena, completamente feliz. Y que la alegr¨ªa de quienes les rodean est¨¢ atravesada por momentos tristes. No se f¨ªen de qui¨¦n tan primorosamente ha puesto la mesa, que no les enga?e el brillo que se posa sobre regalos y manjares. Las activistas de la Navidad son siempre las personas m¨¢s fr¨¢giles. Como en el poema de Yeats, su determinaci¨®n deber¨ªa recordarnos su fragilidad: ¡°He extendido mis sue?os bajo tus pies; pisa suavemente, pues pisas mis sue?os¡±.
Imprescindible reservar una nota de ternura para la fragilidad que no podemos ver aunque est¨¦ justo ah¨ª. Como la adolescente que sufre en el colegio y que calla absorta detr¨¢s de su smartphone, el cu?ado que contempla la ca¨ªda de sus ideales o los padres fuertes pero temerosos ya de la vejez. Y no se olviden de que tambi¨¦n se sentar¨¢n con nosotros los que no est¨¢n. Cinco minutos de su pensamiento para aquel personaje de James Joyce que mira por la ventana en una nevada noche de Navidad y recuerda a un hombre que am¨® a su mujer antes que ¨¦l, y que muri¨®. Recuerden cuando se pregunta si no ser¨¢ mejor morir incendiado por el fuego de una pasi¨®n que ir declinando lentamente con la edad. Y confirmen que quienes se fueron est¨¢n llenos de vida, vienen a decirnos cosas, cuidan de nosotros como nosotros debemos cuidar de los vivos.
Reserven uno de sus mejores abrazos para los que est¨¢n cansados, derrotados, hartos y no quieren seguir. A estos la ternura les sorprender¨¢ y les har¨¢ recapacitar, pues ver¨¢n que todas las conquistas no aspiraban a otra gloria m¨¢s alta que obtener la ternura, el reconocimiento y el amor de los semejantes. Les pasar¨¢ como al Scrooge de Dickens que de pronto reconocer¨¢ el mundo no por lo que ¨¦l tiene ni por lo que le da, sino por la caricia y el abrazo que a veces dispensa a quienes lo aceptan como es.
Entiendo a quienes detestan la Navidad. Demasiada publicidad para la parentela forzada, la melancol¨ªa inevitable y el consumo estragante. Aunque tambi¨¦n, secretamente, muchos detestan la Navidad porque saben que hay que ser m¨¢s generosos que nunca y ofrecer a esa multitud de ausentes y presentes lo que m¨¢s necesitan, la mirada que los vuelve necesarios, ¨²nicos, resplandecientes en medio de sus peque?as desgracias sin importancia. Y la detestan porque hay que hacer un esfuerzo m¨¢s en una vida llena de esfuerzos que nunca son recompensados. Sin embargo, la recompensa de la ternura, igual que la del perd¨®n, es la propia ternura. Nos perdonamos cuando perdonamos y nos acarician cuando acariciamos. Feliz NocheTierna y mejor Navidad.
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