Est¨¢ el mundo como para coger el tren de Harry Potter
Por suerte o por desgracia, vivo en un pa¨ªs donde la propia realidad ya es a veces muy evasiva, escapa ella misma a la comprensi¨®n
Est¨¢ el mundo como para querer coger el tren de Harry Potter y huir a otra dimensi¨®n. En los libros del ni?o mago se lanza contra un muro y, hop, pasa a un and¨¦n donde parte un tren m¨¢gico. En la realidad tenemos a un adulto MAGA (siglas de hagamos Am¨¦rica grande otra vez) que quiere lanzarnos a todos contra una pared cont¨¢ndonos que la atravesaremos y llegaremos a un mundo maravilloso, si bien es un tipo q...
Est¨¢ el mundo como para querer coger el tren de Harry Potter y huir a otra dimensi¨®n. En los libros del ni?o mago se lanza contra un muro y, hop, pasa a un and¨¦n donde parte un tren m¨¢gico. En la realidad tenemos a un adulto MAGA (siglas de hagamos Am¨¦rica grande otra vez) que quiere lanzarnos a todos contra una pared cont¨¢ndonos que la atravesaremos y llegaremos a un mundo maravilloso, si bien es un tipo que suger¨ªa inyectarse desinfectante contra el coronavirus. La necesidad de evasi¨®n es evidente. Por suerte o por desgracia, vivo en un pa¨ªs donde la propia realidad ya es a veces muy evasiva, escapa ella misma a la comprensi¨®n. Por ejemplo, puede ocurrir, como ocurri¨® el otro d¨ªa con un tren de alta velocidad Roma-G¨¦nova, que uno llegue a la estaci¨®n a coger un tren y que, por una vez, no tenga retraso. Pero siendo esto ya casi m¨¢gico, no es lo m¨¢s portentoso. Porque el toque italiano, inigualable, es que el tren hab¨ªa salido con antelaci¨®n. Se hab¨ªa ido 50 minutos antes. ?Por qu¨¦? Aqu¨ª es donde se produce el salto mental solo al alcance de los genios: para no llegar con retraso. Como lo oyen, es lo que argument¨® la compa?¨ªa, porque sab¨ªan que hab¨ªa obras y llegar¨ªa tarde. Lo ha contado en una cr¨®nica memorable un periodista de La Stampa que iba a coger ese tren y, es m¨¢s (doble salto mortal en el absurdo): estaba dos horas antes en la estaci¨®n y pod¨ªa haberlo tomado, pero es que tampoco avisaron, sali¨® en secreto. Me dir¨¢n: pero el tren ir¨ªa vac¨ªo, no viajar¨ªa nadie. S¨ª, supongo que llegar¨ªan puntuales solo el maquinista, el revisor y el del bar, pero es un gran resultado, comparado con la media. Quiz¨¢ el revisor hab¨ªa quedado, y al menos uno logr¨® llegar a su hora. Tenemos que empezar a conformarnos con las peque?as victorias.
Piensen en el salto a otra dimensi¨®n de los soldados de Corea del Norte enviados a Ucrania con las tropas rusas. Un prestigioso periodista del Financial Times, con buenas fuentes en el Pent¨¢gono, ha asegurado que los pobres coreanos, que en su pa¨ªs viven a pan y agua y sin internet, fuera de la realidad, se han lanzado de lleno a ella: el volumen de tr¨¢fico de v¨ªdeos porno est¨¢ pr¨¢cticamente colapsando los sat¨¦lites. Imagino que ser¨¢ dif¨ªcil hacerles salir de la trinchera. Si puede ayudar a la paz, bienvenido sea.
Sin embargo, mi noticia favorita sobre cambios de dimensi¨®n es la de Luciano D¡¯Adamo, un vecino de Roma que fue atropellado en 2019 y cuando se despert¨® al d¨ªa siguiente ya no era el mismo: hab¨ªa borrado de su cabeza los ¨²ltimos 39 a?os y cre¨ªa que el d¨ªa anterior fue, exactamente, el 20 de marzo de 1980. Recordaba con detalle lo que hab¨ªa hecho ese d¨ªa, pero es que cre¨ªa que ten¨ªa 23 a?os y se iba a casar. Pero ten¨ªa 63 y al mirarse en el espejo y ver un se?or mayor dio un grito de terror. Luego entr¨® una se?ora que le recordaba vagamente a su novia de 19 a?os y era su mujer, con un desconocido que era su hijo. Luciano, una historia que ha contado Il Messaggero, no sabe nada de lo que ha pasado en el mundo en cuatro d¨¦cadas. Se ha quedado en 1980. No sabe qui¨¦n es Berlusconi, ni qu¨¦ pas¨® el 11 de septiembre, alucina con los m¨®viles, con el euro, con todo. Y se ha perdido dos ligas de la Roma, imaginen el trauma, duda con raz¨®n si vivir¨¢ para ver otra. Es decir, lo ha vivido todo, pero es como si nunca hubiera estado all¨ª. Lo peor para ¨¦l es no saber qui¨¦n es, la sensaci¨®n de haber perdido tu tiempo, haber vivido sin tener prueba de ello. Sali¨® en la tele y lloraba, porque sin memoria no era nada, y eran im¨¢genes muy conmovedoras, y al verlo, sin poder evitarlo, uno se sent¨ªa feliz de su propia peque?a vida, con todos sus ratos buenos y malos, y hasta afrontaba el nuevo d¨ªa con lo que tenga que ser, sin querer estar en ninguna otra parte.