?Ser¨¢ Gordon Brown el sucesor de Blair?
El proceso de sucesi¨®n en el partido laborista se ha complicado por el encontronazo entre sus dos figuras m¨¢s prominentes
El 31 de mayo de 1994, Tony Blair y Gordon Brown cenaron juntos en el Granita, un restaurante italiano al norte de Londres. Cuenta la leyenda que fue entonces cuando sellaron su pacto de sangre para repartirse el poder: Blair ser¨ªa el primer ministro, y Brown su sucesor. Aquel pacto ha estado latente en todos sus posteriores desencuentros, pero la ejecuci¨®n de su ¨²ltimo acto, el del relevo, se ha atrasado tanto que amenaza con dinamitar las esperanzas de poder del canciller del Tesoro.
Poco antes de aquella cena hab¨ªa muerto de un ataque al coraz¨®n el entonces l¨ªder laborista, John Smith. Los conservadores, guiados por John Major, hab¨ªan ganado contra pron¨®stico las elecciones de 1992, pero parec¨ªa claro que los laboristas obtendr¨ªan el poder tarde o temprano tras dos d¨¦cadas de Gobierno de Margaret Thatcher. As¨ª las cosas, el que lograra el poder en el partido se asegurar¨ªa la presidencia del Ejecutivo.
Brown se cre¨ªa delf¨ªn de Smith, pero tras su muerte cobr¨® pujanza Blair, una figura m¨¢s juvenil (en realidad s¨®lo tiene dos a?os menos, 53 frente a 55) y m¨¢s moderna. Las encuestas soplaban a favor del ahora primer ministro, que compart¨ªa despacho como diputado con Brown. En el Granita, la leyenda cuenta que Blair se asegur¨® el n¨²mero de 10 de Downing Street y Brown el n¨²mero 11, la residencia oficial del ministro del Tesoro. La segunda parte del pacto consist¨ªa en que el primer ministro abandonara su cargo durante la segunda legislatura y respaldara la candidatura de Brown como l¨ªder laborista y jefe del Gobierno.
Pero Blair no s¨®lo no dimiti¨® sino que gan¨® una tercera legislatura. Ahora a Brown parece hab¨¦rsele acabado la paciencia, impulsado por la ca¨ªda de popularidad del primer ministro. La guerra de Irak, pero sobre todo su apoyo incondicional a la pol¨ªtica del Gobierno estadounidense de George W. Bush, han minado su carisma. Pero su venganza puede ser terrible.
Aunque ninguno ha movido ficha p¨²blicamente, s¨ª parecen usar a sus peones para ganar posiciones. Blair acusa a Brown de dinamitarle para conseguir su cargo. El canciller del Tesoro ve demasiado lejana la fecha de mayo (que adem¨¢s no se concretar¨ªa hasta verano), y contempla con preocupaci¨®n adem¨¢s la idea de concurrir a las elecciones de ese mes bajo la bandera ajada del primer ministro.
Por su parte, los seguidores del primer ministro est¨¢n dando alas a un proceso de sucesi¨®n con m¨¢s de un candidato, amenazando as¨ª con reventar el paseo triunfal de Brown. El proceso est¨¢ en manos del comit¨¦ ejecutivo nacional, y lo normal es que pase por la celebraci¨®n de unas primarias en el seno del grupo parlamentario con varios candidatos.
Lo cierto es que Brown era hasta ahora el gran favorito, pero le han salido rivales: el izquierdista John McDonnell, que propugna el retorno al laborismo anterior a Blair; John Reid, actual hombre fuerte del primer ministro en su Gabinete; Alan Johnson, figura ascendente del blairismo; Charles Clarke, ex ministro desencantado con Blair y distanciado de Brown; y David Miliband, joven, brillante y ambicioso que aspira a ser l¨ªder tras la era Brown.
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