Trujillo recupera la memoria
La Comisi¨®n de Reparaci¨®n de Colombia presenta un informe sobre las masacres de los paramilitares en el que revela la connivencia de polic¨ªa, Ej¨¦rcito y 'narcos'
Gloria Amparo Espinosa, alcaldesa de la poblaci¨®n colombiana de Trujillo, con 22.000 habitantes, se siente afortunada. "A mi padre lo mataron de un solo tiro en la cabeza, no lo torturaron ni lo desaparecieron, como pas¨® con los otros", cuenta.
Su padre fue una de las 342 v¨ªctimas de cr¨ªmenes de lesa humanidad cometidos por los paramilitares entre 1988 y 1994 en esta regi¨®n, encaramada en las faldas de la cordillera occidental, al norte del departamento de Valle del Cauca. Fue tanto el horror, que a los a?os oscuros que dur¨® se los conoce como los de la gran masacre continuada de Trujillo.
Aunque parezca absurdo, el alivio que expresa esta mujer menuda y en¨¦rgica es comprensible. Porque aqu¨ª los paramilitares colombianos estrenaron pr¨¢cticas que m¨¢s tarde generalizaron en otras zonas del pa¨ªs: desmembrar vivas a sus v¨ªctimas, torturar con hierros candentes, arrojar los cuerpos despedazados al r¨ªo...
El informe resume los a?os en que los trujillenses vivieron "pegados a Dios"
Pero el drama no ha acabado, es una "tragedia que no cesa"
El mayor Urue?a era conocido como 'el hombre de la motosierra'
La excusa para la macabra campa?a fue la lucha contra la guerrilla del ELN
Precisamente as¨ª, sin cabeza, sin piernas y sin brazos, encontraron en abril de 1990 el cuerpo del sacerdote Tiberio, un religioso que ense?¨® a los campesinos a exigir sus derechos, los ayud¨® a crear cooperativas y los apoy¨® en sus marchas en demanda de carreteras y escuelas para sus aldeas.
Ayer, frente una peque?a multitud reunida en el Parque Monumento a las V¨ªctimas, construido en una de las laderas que rodea Trujillo, la alcaldesa pidi¨® con vehemencia que se rechace la violencia. Lo hizo al recibir un informe que resume esos a?os en que los trujillenses vivieron aterrorizados, "pegados a Dios", seg¨²n reza el escrito, redactado por el grupo de Memoria Hist¨®rica.
Es el primer trabajo de este equipo, formado por reconocidos intelectuales, que trata de sacar a flote la verdad de las "¨²ltimas d¨¦cadas de luto permanente que ha vivido este pa¨ªs". El grupo forma parte de la Comisi¨®n Nacional de Reparaci¨®n, un ¨®rgano creado al calor de la desmovilizaci¨®n de las paramilitares Autedefensas Unidas de Colombia (AUC), puesta en marcha por el Gobierno al amparo de la Ley de Justicia y Paz.
Se escogi¨® Trujillo porque, una vez pasado el tiempo, el Estado ha reconocido su responsabilidad. "Pensamos que el cierre de la tragedia permit¨ªa abordar de manera m¨¢s distante lo ocurrido", cuenta la investigadora Maria Emma Wills. Pero los investigadores se llevaron una sorpresa, porque el drama contin¨²a. Trujillo, una tragedia que no cesa, es el t¨ªtulo del informe. Seg¨²n el estudio, la reparaci¨®n ha quedado en suspenso. La deuda del Estado es grande.
La responsabilidad de la polic¨ªa y del Ej¨¦rcito colombianos en las masacres "fue central", concluyen. De hecho, colaboraron con la mafia del narcotr¨¢fico en la planificaci¨®n y la ejecuci¨®n de los cr¨ªmenes.
El acto de ayer se celebr¨® cerca de la fila de osarios que guardan los huesos que se han logrado encontrar y objetos que recuerdan a los desaparecidos. Para no olvidar nunca qui¨¦nes eran, est¨¢n representados en relieve im¨¢genes que reflejan los trabajos que realizaba cada uno de ellos: recolectores de caf¨¦ y de mora, hombres arando y sembrando la tierra, panaderos, tenderos, motoristas...
Tres son los principales culpables de la masacre: el mayor del Ej¨¦rcito Alirio Urue?a, recientemente encarcelado; Diego Montoya y Henry Loaiza, El Alacr¨¢n, cabecillas del Cartel del Norte del Valle, una de las m¨¢s poderosas organizaciones mafiosas de Colombia. El Alacr¨¢n cumpli¨® 13 a?os de c¨¢rcel por narcotr¨¢fico y hoy responde ante la justicia por la masacre de Trujillo. Sin embargo, ante los familiares de las v¨ªctimas, que hace a?os se organizaron pidiendo justicia, lo ha negado todo. Incluso que tuviera una casa aqu¨ª y que descaradamente ofreciera dinero a las viudas para ir a buscar los cuerpos de sus maridos al r¨ªo Cauca, que corre abajo, en el Valle, a media hora del casco urbano. Los lugare?os conocen a Urue?a como el hombre de la motosierra. Los capos prestaron sus fincas y aportaron el dinero necesario para apoyar la org¨ªa de sangre.
La excusa para esta alianza entre el Ej¨¦rcito y la mafia fue la lucha contra la guerrilla del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN), que en esa ¨¦poca extorsionada, secuestraba y trataba de ganar espacio en esta estrat¨¦gica zona monta?osa, corredor de salida al oc¨¦ano Pac¨ªfico y apetecida por todos los grupos armados.
Una emboscada en la que murieron siete soldados fue el detonante que desat¨® la barbarie. Con la masacre de Trujillo, los mafiosos afianzaron un control y un poder territorial que a¨²n hoy mantienen.
"Nosotros vivimos la pel¨ªcula, pero no la vimos", confiesa un trujillense. No da su nombre porque todav¨ªa tiene miedo a hablar: los rastrojos y los machos, grupos de matones del cartel, rondan por las calles.
Despu¨¦s de la etapa estudiada en el informe, lleg¨® el Bloque Calima de los paramilitares y dej¨® tambi¨¦n su estela de muerte.
Ahora se da a cuenta gotas una limpieza social. As¨ª interpreta la religiosa Maritze Trigos, promotora de esta iniciativa de memoria recuperada, los 20 asesinatos y desapariciones de este a?o.
"No podemos convivir con los ilegales: rechacemos a la guerrilla, a los narcotr¨¢ficantes y a los paramilitares por todo el da?o que nos han hecho", inst¨® ayer la alcaldesa. En el acto habl¨® tambi¨¦n Yamileth Vargas. A su padre y sus dos t¨ªos, ebanistas, se los llevaron en un todoterreno blanco en el que los matones recog¨ªan a sus v¨ªctimas. "Espero que el mundo ponga sus ojos en Trujillo y nos ayude a castigar a los victimarios", dijo esta joven de 22 a?os de fr¨¢gil apariencia que habla con sorprendente vehemencia y claridad.
A su lado, con las fotos de sus dos hijos adolescentes en la mano, la escuchaba atenta Consuelo. Sus dos hijos desaparecieron a manos del Ej¨¦rcito y su esposo fue torturado y muri¨® de pena. No es una muerte extra?a en esta zona del mundo. Diez personas murieron as¨ª: enmudecieron ante tanta crueldad y no volvieron a comer.
Yamileth es la ¨²nica familiar de v¨ªctimas que ha seguido paso a paso la elaboraci¨®n del informe ?otros no han podido hacerlo porque no saben leer?. Al principio, era esc¨¦ptica. Cuando llegaron los investigadores se plant¨® frente al director, Gonzalo S¨¢nchez, prestigioso historiador y violent¨®logo ?as¨ª se llama en Colombia a los que estudian una violencia que forma parte de la vida cotidiana?, y le plante¨® su principal inquietud: tem¨ªa que actuaran con poca independencia.
Ahora que ha revisado varias de las m¨¢s de 300 p¨¢ginas, piensa que refleja claramente la complicidad del Estado, pero siente que hay que ir m¨¢s all¨¢. Le duele la impunidad. No descansar¨¢ hasta saber d¨®nde est¨¢n los desaparecidos, su padre, sus t¨ªos, los tres hermanos Vargas, el nieto de Diocelina...
Para ella, que con el trabajo de lavandera de su madre, el de sus tres hermanos en un granero y el de ella en unos almacenes, logr¨® terminar la carrera de Derecho, es positivo que se reconozca la verdad que han venido gritando a los cuatro vientos, desde hace a?os, todos los que sufrieron este oscuro y doloroso episodio reciente.
Para Gonzalo S¨¢nchez, "Trujillo es, en m¨¢s de un sentido, Colombia". El grupo Memoria Hist¨®rica tiene un registro provisional de 2.505 masacres con 14.000 v¨ªctimas entre 1982 y 2007. El acto de ayer sirvi¨® para pedir al Estado que responda a las v¨ªctimas, pero tambi¨¦n a toda la sociedad "por los silencios y los olvidos", por "haberse negado a aceptar lo que parec¨ªa inenarrable, inaceptable o imposible, pero que en verdad era muy real".
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