La traves¨ªa del desierto
El partido republicano de Estados Unidos tiene su Jim¨¦nez Losantos y su Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, pero no ha encontrado todav¨ªa ni siquiera a su Mariano Rajoy. En lo m¨¢s duro de la traves¨ªa del desierto, los populares espa?oles han tenido en el radiopredicador de la Cope a su aut¨¦ntico l¨ªder, fabricante de ideolog¨ªa y distribuidor de consignas, mientras el ex presidente del partido y del Gobierno, agazapado en la Faes, realizaba la labor de defender el balance y las ideas de fondo. En el desierto americano est¨¢ sucediendo otro tanto: el disc-jockey convertido en multimillonario radiopredicador, Rush Limbaugh, es quien dirige los ataques de las derrotadas y desordenadas filas republicanas; mientras que es el ex vicepresidente Dick Cheney el que defiende el balance de los ¨²ltimos ocho a?os y anuncia las peores cat¨¢strofes como resultado de la nueva pol¨ªtica de Obama.
Diferencia fundamental entre Espa?a y Estados Unidos es que aqu¨ª nunca la oposici¨®n ha dejado de tener un l¨ªder, por m¨¢s d¨¦bil que ¨¦ste sea: Mariano Rajoy, siempre tambaleante y contestado por los suyos, tiene mayor entidad que el casi desconocido Michael Steel, afro americano como Obama; aunque hay algo en com¨²n entre ambos, y es que han sido vapuleados cada uno en su estilo por sus respectivos radiopredicadores. El paralelismo entre Limbaugh y Losantos y la dictadura de sus consignas y sus argumentos sobre el espacio derechista no es una novedad. Lo es en cambio el activismo de Cheney como ¨²nico referente visible de la anterior Administraci¨®n que reivindica el entero legado de Bush y sobre todo sus aspectos m¨¢s siniestros, como son las torturas y Guant¨¢namo, hasta poner en duda que Obama pueda salvaguardar la seguridad de sus conciudadanos despu¨¦s de romper con aquella pol¨ªtica de Estado de excepci¨®n y de anulaci¨®n de las libertades.
La visibilidad actual de Cheney, el hombre de la sombra en los ¨²ltimos ocho a?os, contrasta con la discreci¨®n con que se ha esfumado Bush, que se ha negado a criticar a su sucesor e incluso le ha dedicado palabras de simpat¨ªa. Cheney ya fue un superviviente en los dos ¨²ltimos a?os de Bush en la Casa Blanca, cuando el presidente, debilitado despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones a mitad de mandato (noviembre de 2006), imprimi¨® un suave giro pol¨ªtico moderado y se desprendi¨® de los personajes m¨¢s duros, principalmente de su consejero Karl Rove y del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, al que sustituy¨® Robert Gates, que precisamente ha continuado en su cargo con Obama. El ex vicepresidente, que fue el ¨²ltimo neocon de la presidencia de Bush, se ha convertido ahora en la ¨²nica referencia visible del partido republicano, encastillado en la defensa de lo m¨¢s neocon del balance anterior.
Algunos atribuyen la moderaci¨®n de Obama en la cuesti¨®n de la tortura a la vigilancia ejercida por Cheney. Obama no es partidario de abrir un proceso contra los torturadores ni de una comisi¨®n de la verdad, y ahora acaba de oponerse a la publicaci¨®n de dos mil fotograf¨ªas en las que se puede ver a detenidos sometidos a malos tratos y torturas por parte de militares norteamericanos. Tambi¨¦n ha decidido mantener las comisiones militares (aut¨¦nticos consejos de guerra) para enjuiciar a presos de Guant¨¢namo, aunque introducir¨¢ algunos nuevos elementos de garantismo en el proceso. Se puede comprobar por todo ello que la vigilancia ejercida por el ex vicepresidente adquiere as¨ª un significado m¨¢s espec¨ªfico, lejos de las pretensiones ideol¨®gicas y de influencia pol¨ªtica de Limbaugh: se trata de defender no tan s¨®lo el legado sino al grueso de la tropa neocon ante la amenaza de un turbio horizonte judicial.
Todo esto no es bueno para Obama y su programa de restauraci¨®n de los derechos constitucionales y de defensa de las libertades, aunque hay que tener en cuenta que Cheney tiene un amplio apoyo todav¨ªa de un 38 por ciento de la poblaci¨®n, que considera efectivamente a Obama peligroso para la seguridad nacional. Pero peor es para el partido republicano, que ve como se encoge su influencia y se limitan sus posibilidades de recuperar la iniciativa de cara a las pr¨®ximas elecciones de mitad de mandato (noviembre de 2010), algo que empareja de nuevo a Cheney y a Aznar: cuanto m¨¢s fuerza tenga esa voz que viene del pasado peor para los suyos en el futuro.
(Enlaces: sobre la actitud de Dick Cheney, una informaci¨®n de Washington y otra del corresponsal de El Pa¨ªs; sobre c¨®mo lo valora la opini¨®n norteamericana; sobre la negativa de Obama a publicar las fotos de la tortura; y sobre la permanencia de las comisiones militares para Guant¨¢namo).
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