El ingeniero que apost¨® por la soja
Gustavo Grobocopatel triunfa alquilando tierras y gestionando cultivos
Le llaman el Rey de la soja, no tanto porque sea uno de los mayores terratenientes de Argentina, sino porque es uno de los mayores impulsores de los llamados "pool de siembra", el alquiler de decenas de miles de hect¨¢reas (¨¦l reconoce que controla unas 250.000, pero algunas fuentes duplican esa cifra), para sembrarlas con soja transg¨¦nica que despu¨¦s se vender¨¢ a China para el engorde de su ganado. Para unos, este ingeniero agr¨®nomo, pelirrojo y de imagen informal, descendiente de inmigrantes de la antigua Besarabia rusa (hoy Moldavia y Ucrania), es un ejemplo del nuevo empresario agr¨ªcola argentino. Para muchos ecologistas, Gustavo Grobocopatel es el representante de conglomerados financiero-agr¨ªcolas que est¨¢n convirtiendo Argentina en un monocultivo y favoreciendo la concentraci¨®n de la propiedad de la tierra. Es verdad que el Gobierno reconoce que m¨¢s del 50% de la superficie cultivable de Argentina est¨¢ sembrada con soja transg¨¦nica: cerca de 20 millones de hect¨¢reas convertidas en un aut¨¦ntico e interminable oc¨¦ano verde que ha cambiado el campo argentino, tradicionalmente dedicado al pasto y al trigo. Tambi¨¦n lo es que esa transformaci¨®n ha permitido que los agricultores dispongan de un chorro de dinero fresco, en d¨®lares, y que el Estado recaude impuestos. "No es verdad que se empobrezca la tierra. Las semillas de soja transg¨¦nica se siembran sin arar, sobre los restos de la cosecha anterior", explicaba recientemente Grobocopatel, de 48 a?os, "Y si lo que se quiere es que haya m¨¢s trigo, girasol u otros cultivos, lo que hace falta no es atacar a la soja, sino promover pol¨ªticas que hagan interesante que esos otros cultivos se desarrollen tambi¨¦n". Grobo, como se le conoce en todo el pa¨ªs, procede de los llamados jud¨ªos gauchos, unos cuantos miles de inmigrantes jud¨ªos de la Europa oriental, que se instalaron a finales del XIX en regiones f¨¦rtiles de Argentina, financiados por el banquero y fil¨¢ntropo judeo-alem¨¢n Mauricio de Hirsch, para que crearan colonias agr¨ªcolas. Entre R¨ªos, Santa Fe (donde se fund¨® una Ciudad de Mois¨¦s) y la enorme provincia de Buenos Aires fueron los lugares elegidos para estas cooperativas, de las que fueron naciendo colegios, hospitales, teatros y centros culturales. El abuelo de Gustavo lleg¨® en 1910 con s¨®lo nueve a?os y se instal¨® en Carlos Casares, un peque?o pueblo de Buenos Aires que ahora tiene 20.000 habitantes. All¨ª fue donde unos de sus hijos crearon una empresa familiar, Los Grobo Agropecuaria, la misma que ahora Gustavo ha transformado en una empresa globalizada y peculiar: no tiene tierras (asegura que "s¨®lo" es due?o de unas 12.500 hect¨¢reas), no tiene herramientas ni maquinaria, no tiene casi empleados. "Lo ¨²nico que tengo es capacidad de gerencia", asegura. El resto, lo arrienda y terciariza. Gustavo Grobocopatel cultiva una imagen informal y cercana. Prefiere que se le vea pegado a un ordenador y a una avioneta que en un despacho. De hecho, le encantan unas fotos que se publicaron recientemente, sentado junto a su mujer, tambi¨¦n ingeniero agr¨®nomo, en el suelo de un peque?o aeropuerto del interior, revisando y enviando correos electr¨®nicos, a la espera de la avioneta que le transporte a cualquier otro lugar de Argentina, Paraguay, Uruguay o Brasil, en los que mantiene negocio. Bajo su direcci¨®n, Los Grobo han sido capaces, incluso, de vender consultor¨ªa agr¨ªcola a la Venezuela de Hugo Ch¨¢vez. La guinda de esa imagen de informalidad es verle cantando como miembro del tr¨ªo folcl¨®rico Cruz del Sur. "Ojo, cobramos por cantar , ?eh?", se empe?a en matizar. El Rey de la soja forma parte del 20% de productores de soja que controla el 80% de los cultivos. El resto (peque?os y medianos agricultores), los que representan mejor el campo argentino, solo producen una quinta parte de la soja. Todos ellos, sin embargo, protagonizaron el mayor conflicto con el que ha tenido que enfrentarse el gobierno de Cristina Fern¨¢ndez, un "cierre empresarial", con cortes de carreteras, que en 2008, casi dej¨® desabastecido a Buenos Aires capital. La batalla por la subida de los impuestos a la exportaci¨®n de soja y girasol (del 35% a m¨¢s del 40%) termin¨® en una sonora derrota del Gobierno.
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