La culpa es de los pollos, no de los curas
"Ante declaraciones como las de Evo Morales, r¨ªamos para no llorar. O exijamos mejores dirigentes", dice la autora
Todos debi¨¦ramos tener derecho a decir estupideces. Es casi condici¨®n humana; en alguna convenci¨®n seguro est¨¢ prevista. Pero hay que diferenciar la tribuna desde la que se rebuzna. Tenemos burradas que no pasan de ocurrencias, y las hay que al hacerle cosquillas al demonio, descubren las tripas de la intolerancia, la estulticia y algunas que otras trabas at¨¢vicas.
La joya m¨¢s reciente la aport¨® el presidente de Bolivia, Evo Morales. Habl¨® hace unos d¨ªas en la I Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Clim¨¢tico y la Madre Tierra. Reuni¨®n importante, porque hay que poner en la agenda algunos asuntos a retomarse a fin de a?o en Canc¨²n, en la COP 16. Evo se lanz¨® con todo a favor de los alimentos ecol¨®gicos y contra los modificados gen¨¦ticamente. Le lleg¨® el turno al pollo, y no sali¨® bien librado: "el pollo que comemos est¨¢ cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres." As¨ª, ?o m¨¢s claro? Dicen las cr¨®nicas que entre los presentes hubo risas. A saber. Lo que s¨ª, m¨¢s de uno en este mundo debi¨® quedar tranquilo. Reconocer que son los pollos cargados de hormonas los culpables de la homosexualidad, seguro provoca suspiros de alivio en quienes ven al demonio en esas "pr¨¢cticas anti natura": tan f¨¢cil como decapitar a cuanto pollo hormonado encontremos, y problema arreglado (falta ver c¨®mo explicamos la homosexualidad de algunos vegetarianos, pero aqu¨ª no da para tanto). Luego Evo habl¨® de los calvos, "que es una enfermedad en Europa por las cosas que comen", y de ah¨ª se sigui¨® con las patatas, la Coca Cola y un transg¨¦nico etc¨¦tera.
No pasar¨ªa de an¨¦cdota si el que hablara no fuese Presidente de una naci¨®n, y si el tema real en el fondo no fuese tan importante como es. Urgen sin duda m¨¢s y mejor informados debates sobre la calidad de los alimentos que consumimos. Cierto que ha habido voces de alerta sobre las alteraciones corporales que pueden sufrir quienes consumen alimentos altamente hormonados. Y s¨ª, desde siempre hemos tenido "enfermedades" como la alopecia (que es el nombre elegante de la calvicie) m¨¢s propias de ciertas condiciones gen¨¦ticas que de otras. Pero ligar en un mismo discurso al pollo, las hormonas, la homosexualidad y la enfermedad, habla no s¨®lo de un dislate may¨²sculo, sino revela algo a¨²n m¨¢s grave: quien es homosexual lo es por contaminaci¨®n. Ah¨ª la an¨¦cdota ya pierde chiste, ?verdad?
Hay de necedades a necedades: de las que hunden, y de las que afirman el hero¨ªsmo. Te acusar¨¢n, te acusar¨¢n, te acusar¨¢n: ... de ser sabio en el pa¨ªs de los necios, canta Joaqu¨ªn Sabina. Ser¨¢ que la necedad pari¨® conmigo, la necedad de lo que hoy resulta necio... agrega Silvio Rodr¨ªguez. S¨ª, hay de necedades a necedades. La de Evo no es de las heroicas, no as¨ª.
Pero las estupideces no se quedan en lo apuntado. Tenemos un cat¨¢logo casi infinito de ellas en declaraciones recientes, por ejemplo, en voz de jerarcas religiosos. Ya el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarciso Bertone, hab¨ªa dicho hace apenas unos d¨ªas que hay relaci¨®n entre homosexualidad y pedofilia. Y en M¨¦xico, el obispo de San Crist¨®bal de las Casas, Felipe Arizmendi, declara que "ante tanta invasi¨®n de erotismo no es f¨¢cil mantenerse fiel tanto en el celibato como en el respeto a los ni?os". ?Santa declaraci¨®n!, dir¨ªa el Robin de Batman (quienes, conspirar¨ªan algunos por ah¨ª, seguro comieron de esos pollos que denuncia Evo). Ni para d¨®nde hacerse. Y todo no pasar¨ªa de una an¨¦cdota si quienes hablan no son lo que son, y si el agravio no fuese lo profundo que es.
Antes de que me acusen de anti-ind¨ªgena (como han sido calificados quienes se?alan el equ¨ªvoco de la declaraci¨®n de Evo, mientras los medios m¨¢s afines a las causas de Morales maquillan las declaraciones en titulares ambiguos) o de anti-clerical (criticar a la Iglesia es todav¨ªa pecado inaceptable para los portadores del bien), subrayo otra joya de la incontinencia verbal de nuestros l¨ªderes del siglo XXI: en estos d¨ªas, un cl¨¦rigo iran¨ª de alto rango (Hojatolesdam Kazem Sedighi) culp¨® a las mujeres que no se "visten de forma modesta" de ser responsables de los terremotos. ?Ah¨ª est¨¢! Dejen de pensar que tanto terremoto en este mundo predice el inminente Apocalipsis. ?Son las mujeres y sus vestimentas ligeras! En M¨¦xico les hab¨ªamos atribuido menos poderes: Juana Camila Bautista, fiscal especializada en Delitos Sexuales de la Procuradur¨ªa General de Justicia del Distrito Federal, s¨®lo hab¨ªa apuntado que los ataques sexuales contra mujeres se incrementan en estas c¨¢lidas primaveras por el uso de ropa ligera. Pero ya atribuirle a la vestimenta la provocaci¨®n de un terremoto... ?lo que puede hacer un escote pronunciado!
R¨ªamos para no llorar. O exijamos mejores dirigentes. O hagamos de nuestra vida p¨²blica una oscura y c¨ªnica comedia de situaci¨®n propia de la posmoderna televisi¨®n estadounidense. Mientras esto escribo, un amigo me refiere por el Twitter: "pollos con hormonas causan homosexualidad (Evo); y ¨¦sta a su vez pederastia (Vaticano), 'tons los pollos y no los curas son culpables; ya 'st¨¢." Y s¨ª, ?ya estuvo se?ores Cardenales! La culpa es de los pollos, no de los curas.
A quien s¨ª le voy a acercar este texto es a mi padre: me temo que su calvicie se debe a la alimentaci¨®n que por a?os le prepar¨® mi madre. Es hora de que se defienda. O de que todos soltemos una carcajada liberadora.
Gabriela Warkentin es directora del Departamento de Comunicaci¨®n de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de M¨¦xico; Defensora del Televidente de Canal 22; conductora de radio y TV; articulista.
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