El crimen organizado mexicano se ceba con los inmigrantes 'sin papeles'
Los narcos extorsionan impunemente a los indocumentados en ruta a EE UU
Como a las siete de la noche, cuando la frontera sur de M¨¦xico hab¨ªa quedado atr¨¢s, Carlos escuch¨® la orden de quedarse quieto. El tren en el que este guatemalteco iba de poliz¨®n acababa de detenerse en Medias Aguas, en el Estado mexicano de Veracruz. Desobedeciendo la instrucci¨®n, Carlos salt¨® del ferrocarril y se escondi¨® en el monte. "A dos salvadore?os que se opusieron al asalto, los mataron sin mayor menester". Ese fue el primer susto. Dos horas despu¨¦s, el tren sigui¨® su ruta al Norte. Y en ¨¦l, colgados en racimos entre los vagones o en los techos, decenas de inmigrantes centroamericanos. A las cinco de la ma?ana avistaron Tierra Blanca, a¨²n en Veracruz, pero ah¨ª Carlos no corri¨® tanta suerte.
"El tren estaba parado cuando lleg¨® alguien a quien llamaban El Gordo con seis hombres, en un carro verde. Al coyote le permitieron apartar a su gente. A los que viaj¨¢bamos solos, los seis pistoleros nos dec¨ªan que si no aport¨¢bamos un n¨²mero telef¨®nico de parientes en Estados Unidos nos iban a matar. Los que se negaron fueron tableados. Dos intentaron escapar y los asesinaron. Como yo soy bien pac¨ªfico, di el n¨²mero para que me no hicieran nada", cuenta Carlos por tel¨¦fono. Su caso parecer¨ªa menor ante la tragedia de los 72 migrantes sin papeles acribillados hace una semana en el norte del pa¨ªs, pero es uno de los muchos que ocurren sin aparecer en los telediarios. En su intento por llegar a EE UU, el entrevistado -que habla a condici¨®n de que no se revele su identidad- resume que en su viaje vio c¨®mo mataron a cuatro personas, se encontr¨® cad¨¢veres tirados en basureros y pas¨® hambre tres d¨ªas en una casa de seguridad atestada de centroamericanos. La parsimonia con que cuenta que sus parientes enviaron telegr¨¢ficamente 1.000 d¨®lares para pagar por su libertad solo se pierde cuando se le pregunta si no hab¨ªa polic¨ªas cuando los secuestraron: "No hicieron nada, solo se nos quedan viendo, ellos le avisan a El Gordo que ya lleg¨® el tren".
Polarizada por la divisi¨®n pol¨ªtica y erizada por la sensaci¨®n de vulnerabilidad cimentada por escenas de violencia que se superan en crueldad mes a mes, a la sociedad mexicana se le atragant¨® hace una semana el desayuno con la sangre de 72 ciudadanos centroamericanos y sudamericanos, hallados en una finca en San Fernando, en Tamaulipas, a hora y media de la frontera con EE UU. El balance, siete d¨ªas despu¨¦s, cabe en unas cuantas l¨ªneas poco novedosas: los autores de la matanza fueron Los Zetas (era m¨¢s que sabido que este grupo, adem¨¢s de dedicarse al narcotr¨¢fico, domina las redes de extorsi¨®n y secuestro de los sin papeles); como no pod¨ªan pagar su rescate, a los indocumentados se les propuso, de acuerdo con el testimonio del ¨²nico sobreviviente, enrolarse en la organizaci¨®n criminal (tampoco t¨¢ctica nueva); se habr¨ªan negado y los mataron. De los 31 identificados, 14 son hondure?os, 12 salvadore?os y cuatro guatemaltecos. Hay adem¨¢s un brasile?o. Y el sobreviviente, ecuatoriano. Hay otro dato: el agente que dirig¨ªa la investigaci¨®n desapareci¨®, junto con un polic¨ªa, el 25 de agosto, un d¨ªa despu¨¦s del hallazgo de los cad¨¢veres.
Cuando se le pide que defina lo que para ¨¦l es M¨¦xico, Carlos dice que es "un cementerio de centroamericanos, que solo andan buscando una vida mejor. Aqu¨ª la mercanc¨ªa son los inmigrantes".
Las ganancias de ese negocio rondan los 25 millones de d¨®lares al semestre, seg¨²n la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos (CNDH) . Su m¨¢s reciente informe sobre secuestro y extorsi¨®n, realizado en 2009, contabiliza 9.758 testimonios de migrantes que hab¨ªan sido v¨ªctimas de esos delitos solo en el semestre estudiado. Pero la m¨¢xima autoridad migratoria mexicana tiene otra apreciaci¨®n. "La migraci¨®n indocumentada no se puede calcular, porque es indocumentada, ?verdad?", asegura Cecilia Romero. ?Cu¨¢ntos indocumentados extorsionados tienen contabilizados? "Ese es un dato que no le puedo dar", responde la funcionaria, y se?ala que el informe de la CNDH "es estad¨ªsticamente imperfecto". La estimaci¨®n del Gobierno "reduce el n¨²mero", pero no aventura cifras.
Tomando por bueno el c¨¢lculo de la CNDH de que son alrededor de 20.000 los casos de secuestro por a?o, la organizaci¨®n I(dh)eas llev¨® el ejercicio m¨¢s all¨¢: se pregunt¨® cu¨¢ntos de esos delitos contra inmigrantes est¨¢n siendo perseguidos. Mediante la ley de acceso a la informaci¨®n solicit¨® a las fiscal¨ªas el n¨²mero de investigaciones donde la parte afectada en delitos de violaci¨®n y trata de personas incluyera a sin papeles. La Procuradur¨ªa General de la Rep¨²blica respondi¨® con un oficio el 15 de junio pasado. La palabra que m¨¢s se repite es "no": ni denuncias, ni averiguaciones previas desde septiembre de 2009. En la Fiscal¨ªa de Chiapas, v¨ªa de entrada desde el sur, los expedientes no llegan a 30. Es esa impunidad la que abona este negocio criminal, denuncia Mario Santiago, director de Investigaci¨®n de I(dh)eas.
As¨ª se cumple la semana de la peor matanza de indocumentados en el M¨¦xico moderno: con el agente investigador desaparecido, un solo detenido que aleg¨® ser menor de edad, con 41 de los 72 cuerpos sin identificar y con la certeza de que, en este momento, encima de ese tren que de tan fat¨ªdico ya apodan la bestia, los delincuentes est¨¢n gritando, en alg¨²n punto de este pa¨ªs, "?quietos!".
Un refugio sin horarios
El reloj no marca hora de cierre en Bel¨¦n Posada del Migrante. Antes no era as¨ª, pero la llave se dej¨® de echar cuando se volvieron frecuentes los casos de sin papeles que saltaban la barda en su huida de los secuestradores que los persegu¨ªan. Antes tampoco permit¨ªan que nadie estuviera m¨¢s de tres d¨ªas. Pero en 2009 eso cambi¨®. "?C¨®mo echarlos cuando una mujer violada 70 veces, o alguien golpeado y retenido durante semanas tardan en recuperarse?", se cuestiona el sacerdote diocesano Pedro Pantoja, de 66 a?os, que atiende desde hace una d¨¦cada este espacio de acogida en Saltillo, Coahuila (norte de M¨¦xico). "Las primeras palabras que los migrantes pronuncian son 'tengo mucha hambre'. As¨ª que lo que hacemos es darles algo de comer, sin importar la hora que sea. Luego, dormir¨¢n el tiempo que necesiten". Ubicada a 100 metros de las v¨ªas del tren, Bel¨¦n Posada del Migrante es uno de los 42 centros de este tipo que conforman la red de la Comisi¨®n Episcopal de Movilidad Humana, un sistema que alberga diariamente a unos 5.000 sin papeles.
"Los migrantes viven en una psicolog¨ªa de guerra, guiados por sus instintos de b¨²squeda, seguridad y esperanza. A los que han sufrido les damos ayuda psicol¨®gica. Ya luego, los preparamos. Tenemos un ingeniero que les da cursos sobre el desierto, sobre c¨®mo caminar, c¨®mo cruzar el r¨ªo Bravo, c¨®mo respirar para cansarse menos, c¨®mo evadir a Los Zetas. Es una capacitaci¨®n para el viaje", explica el padre Pantoja v¨ªa telef¨®nica.
Seg¨²n sus registros, a partir de 2007 se detectaron dos patrones en torno a los migrantes: el crimen organizado los eligi¨® como bot¨ªn, y el n¨²mero de hondure?os se multiplic¨®, hasta representar el 80% de los que llegan. Unos 75.000 al a?o, seg¨²n la canciller¨ªa hondure?a.
Pantoja se queja de que la polic¨ªa no les ayuda y que las autoridades migratorias se enojan cuando se les informa de los testimonios que inculpan a sus agentes, acus¨¢ndolos de brindar protecci¨®n a secuestradores. "Llegan despojados y los despojar¨¢n a¨²n m¨¢s", sentencia el religioso.
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