Secuestros bajo fianza
No existe ninguna garant¨ªa de que los aviones de la CIA hayan interrumpido sus operaciones en Espa?a
Secuestrar a dos personas en un mismo d¨ªa es fatigoso. Lo saben muy bien los 13 agentes de la CIA con pasaportes diplom¨¢ticos que aterrizaron en su base de operaciones de Palma de Mallorca en enero de 2004. Ven¨ªan de entregar al residente brit¨¢nico Binyam Mohamed -hoy libre sin cargos- a una prisi¨®n de Marruecos, donde sufri¨® la tortura de numerosos cortes en el pene con una cuchilla de afeitar.
Los secuestradores pensaban descansar en Mallorca, dar rienda suelta a su reci¨¦n descubierta pasi¨®n por el Ribera del Duero y la paella. Sin embargo, tuvieron que partir de inmediato desde suelo espa?ol a bordo de su Boeing 737 para secuestrar al ciudadano alem¨¢n Khaled el-Masri -hoy libre sin cargos, con graves secuelas psicol¨®gicas- en Macedonia y entregarlo en Kabul, donde estar¨ªa medio a?o sin ver a un juez. De vuelta a la isla, los esp¨ªas pudieron disfrutar por fin de los placeres del Mediterr¨¢neo, y entregarse a la pr¨¢ctica del golf o al solaz de la sauna.
El proceso se repite en decenas de ocasiones, con la participaci¨®n de media docena de aviones y hasta medio centenar de esp¨ªas. El intenso tr¨¢fico a trav¨¦s del aeropuerto de Son Sant Joan se produjo sin soluci¨®n de continuidad durante los Gobiernos de Aznar y Zapatero, y fue sistematizado por primera vez por en marzo de 2005. Estas informaciones del Diario de Mallorca, divulgadas en Estados Unidos por The New York Times, constituyen el germen de la investigaci¨®n penal en la Audiencia Nacional, de los dur¨ªsimos informes del Parlamento Europeo y del Consejo de Europa, de actuaciones judiciales en Estados Unidos o Italia, de las indemnizaciones millonarias concedidas a las v¨ªctimas por Canad¨¢ o Reino Unido, y de la confesi¨®n de pa¨ªses como Bosnia, que entregaron a secuestrados a la CIA.
En efecto, en la relaci¨®n anterior destaca la ausencia del Gobierno espa?ol, que siempre se lav¨® las manos. Ahora sabemos gracias a EL PA?S que "Espa?a no tiene reparos a los vuelos de inteligencia", que se intentar¨¢ "rebajar la temperatura" y "manejar el asunto", que "el Gobierno espa?ol no buscar¨¢ informaci¨®n adicional de EE UU". Por lo menos, Moratinos, Rubalcaba o Fern¨¢ndez de la Vega no fueron despectivos con los firmantes de las publicaciones, porque el Ministerio de Fomento de Magdalena ?lvarez insist¨ªa en sus comunicados en referirse a "informaciones de la prensa local", cuando no confund¨ªa deliberadamente las matr¨ªculas de las aeronaves. Mientras los ministros tranquilizaban a Washington, el presidente Zapatero garantizaba en persona a los autores de las revelaciones que ¨¦l desconoc¨ªa lo ocurrido, que no le extra?aba lo m¨¢s m¨ªnimo y que no volver¨ªa a suceder.
La Embajada de Estados Unidos en Madrid nunca desminti¨® las informaciones sobre los aviones de la CIA. La Administraci¨®n Bush reivindic¨® orgullosa los secuestros -extraordinary renditions o entregas extraordinarias de sospechosos de terrorismo a pa¨ªses donde la tortura es habitual-, que Obama mantiene en vigor. Espa?a insist¨ªa en su pureza pero sin acrisolarla, seg¨²n confirman los cables. El aterrizaje reiterado de un Boeing 737 en la terminal de vuelos privados del aeropuerto de Palma de Mallorca durante la temporada invernal es tan discreto como un elefante paseando por la Gran V¨ªa madrile?a. Sostener que el entramado ocurr¨ªa a espaldas de las autoridades, equivale a asegurar que no nos hemos dado cuenta de que nuestro vecino conduce un Ferrari. El m¨ªnimo consuelo de descubrir ahora que la CIA actuaba bajo fianza de las autoridades radica en que se salvaguarda la l¨®gica de lo ocurrido. A cambio, el pa¨ªs que juzg¨® con todas las garant¨ªas a los culpables del 11-M permiti¨® la ley de la selva a los vengadores del 11-S.
Los aviones de la CIA conectaban con las c¨¢rceles secretas, desde las cuales -Ruman¨ªa, Polonia, Marruecos- tambi¨¦n hubo numerosos vuelos a Baleares y a Canarias. La fluidez del proceso hubiera sido incre¨ªble para los propios periodistas, si no hubieran llegado a hablar con los esp¨ªas, despu¨¦s de contemplar los aviones en las im¨¢genes captadas por los observadores o spotters. En estos tiempos de cables ni siquiera queda protegida la intimidad de los secuestradores, porque un puntilloso conserje de hotel anotaba que una de las agentes hab¨ªa pasado la noche en la habitaci¨®n de otro miembro de la expedici¨®n. Todo ello en un establecimiento de cinco estrellas de Palma de Mallorca donde esa misma noche dorm¨ªa Samuel Eto'o. Los datos se multiplicaron y, mientras la justicia contemporiza, hay im¨¢genes televisivas de los agentes de la CIA en sus apacibles residencias junto a Fort Bragg, el conglomerado de las fuerzas especiales del Ej¨¦rcito americano en Carolina del Norte.
Frente a la actitud sumisa de Espa?a que delatan los cables, Condoleezza Rice pidi¨® disculpas en persona a Angela Merkel por el secuestro de su conciudadano. Sin embargo, la docilidad del Gobierno espa?ol armoniza con el tono burlesco que envuelve a las operaciones de secuestro y tortura. El flamante Boeing 737 que adquiere la CIA tras una conversaci¨®n entre Bush y Cheney -a quien respond¨ªan directamente los implicados- portaba la matr¨ªcula N313P. Los tres d¨ªgitos corresponden al veh¨ªculo del pato Donald, y del superagente encarnado por el mismo personaje. Las identidades falsas de los esp¨ªas comparten la intenci¨®n jocosa. El piloto del avi¨®n escogi¨® el alias Kirk James Bird, tan parecido al capit¨¢n James T. Kirk de la nave Enterprise. Uno de los agentes de mayor edad firma John Beau Ripley.
John Ripley era el asesino fetiche de Patricia Highsmith, y el apellido est¨¢ ligado a la nave Nostromo de Alien. John Richard Deckard recuerda demasiado al Rick Deckard encarnado por Harrison Ford en Blade Runner, y tambi¨¦n firmaba John Decker, nombre de un actor porno.
Tal vez no es conveniente extender ¨®rdenes de captura contra esos personajes de ficci¨®n, aunque de todos ellos se conoce ya la identidad verdadera gracias a su paso por Mallorca.
La inhibici¨®n espa?ola no ha impedido que los secuestros de la CIA se adue?en de la cultura. As¨ª ocurre en novelas recientes de John LeCarr¨¦ -El hombre m¨¢s buscado- o Don DeLillo -Punto Omega-, por no hablar de las pel¨ªculas El ultim¨¢tum de Bourne o la subestimada Rendition. En el plano m¨¢s agobiante de la realidad, no existe ninguna garant¨ªa de que los aviones de la CIA hayan interrumpido sus operaciones en Espa?a. Los documentos ahora revelados tampoco contribuyen a ahuyentar esa posibilidad.
* MAT?AS VALL?S es adjunto a la direcci¨®n de Diario de Mallorca .
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