Libia y la responsabilidad de proteger
Las noticias que llegan sobre la crisis de Libia son cada vez m¨¢s preocupantes. Entre mil y dos mil muertos, seg¨²n las fuentes, otros tantos desaparecidos, m¨¢s de 3.000 heridos. Y cerca de 150.000 refugiados, repartidos entre Egipto y T¨²nez, o en la frontera, especialmente en la tunecina, donde el paso de Ras El Ajdir est¨¢ colapsado. Un flujo que no cesa y que amenaza con provocar una grav¨ªsima crisis humanitaria.
El l¨ªder libio, Muamar el Gadafi, contin¨²a atacando a su propio pueblo, especialmente con bombardeos a¨¦reos, contra los que el movimiento popular no tiene ning¨²n medio de defensa. Y parece dispuesto a ejercer toda la violencia necesaria para mantener el poder.
EEUU y la UE acogieron c¨¢lidamente al arrepentido Gadafi a partir del viaje del primer ministro brit¨¢nico Tony Blair a Tr¨ªpoli en 2003, y desde entonces han colaborado con el r¨¦gimen libio sin reservas, a cambio de la garant¨ªa de suministro de hidrocarburos -Libia es el tercer proveedor de energ¨ªa de la UE tras Rusia y Noruega-, un cierto control de la emigraci¨®n, y un supuesto freno del islamismo radical, adem¨¢s de una actitud no demasiado hostil hacia Israel. Tanto Washington como las principales capitales europeas han apoyado y apoyan a gobiernos corruptos y cleptocr¨¢ticos, en el norte de ?frica y en Oriente Medio, bajo la excusa de una pol¨ªtica realista de estabilidad, cuyo resultado est¨¢ a la vista. Pueblos sometidos a la indigencia, la falta de libertad y de perspectivas. El mejor cultivo de la inestabilidad. Y campo abonado para el radicalismo.
Ahora, Occidente se vuelve bruscamente contra Gadafi, por su actuaci¨®n -previsible- contra su pueblo. La reacci¨®n la ha encabezado Washington, secundado como siempre por Londres, que se ha puesto sin condiciones al lado del movimiento popular, y est¨¢ desplegando fuerzas navales, a¨¦reas y terrestres (marines) en la zona, mientras negocia, con Naciones Unidas y con sus aliados, la posibilidad de una intervenci¨®n militar limitada, como podr¨ªa ser la creaci¨®n de una zona de exclusi¨®n a¨¦rea, para forzar la salida de Gadafi.
Una intervenci¨®n militar terrestre en fuerza est¨¢ pr¨¢cticamente excluida, al menos por ahora. Permitir¨ªa a Gadafi presentar su lucha por el poder como una defensa de la independencia ante una invasi¨®n extranjera, y ser¨ªa rechazada por muchos pa¨ªses -incluidos algunos ¨¢rabes- que pueden verse en el futuro en situaciones similares. Adem¨¢s, ser¨ªa extraordinariamente dif¨ªcil que China y Rusia aceptaran en el Consejo de Seguridad una resoluci¨®n que la apoyara. No se puede excluir, no obstante, una acci¨®n limitada, por ejemplo para asegurar un punto de evacuaci¨®n, u operaciones especiales en apoyo de los rebeldes.
La zona de exclusi¨®n a¨¦rea impedir¨ªa los ataques a¨¦reos de la aviaci¨®n libia leal a Gadafi sobre la poblaci¨®n, adem¨¢s de dar muchas m¨¢s oportunidades de ¨¦xito al movimiento popular. T¨¦cnicamente no es complicado, dado el material del que dispone Gadafi, pero exige neutralizar previamente las defensas a¨¦reas libias, lo que implica bombardeos. Y bajas. La legalidad internacional requiere una resoluci¨®n del Consejo de Seguridad para cualquier acci¨®n militar ofensiva. De nuevo, Mosc¨² y Pek¨ªn son los obst¨¢culos para conseguirla, aunque su respaldo a esta acci¨®n no es imposible.
Adem¨¢s, al Consejo de Seguridad hay que ir con un proyecto concreto que pueda recibir luz verde. Es necesario ofrecer al secretario general de Naciones Unidas una organizaci¨®n regional, OTAN, o una coalici¨®n de circunstancias con un pa¨ªs l¨ªder -mejor si no es EEUU- que pueda ejecutar el mandato. Esta ¨²ltima opci¨®n quiz¨¢ fuera preferible para evitar la imagen intervencionista de la alianza atl¨¢ntica, pero cualquiera de las dos exige complicados acuerdos previos.
?Qu¨¦ pasar¨¢ si el Consejo de Seguridad no autoriza la zona de exclusi¨®n a¨¦rea o ¨¦sta se retrasa demasiado? A¨²n cabe la posibilidad de que Gadafi consiga acabar con el movimiento popular a sangre y fuego, lo que producir¨ªa una situaci¨®n explosiva, pues el rechazo de la comunidad internacional -en especial de Washington- al r¨¦gimen actual es ahora irreversible y Libia volver¨ªa a ser un estado hostil, como en los a?os 90. Adem¨¢s, morir¨ªa mucha gente. Y el efecto sobre los aut¨®cratas ¨¢rabes que a¨²n quedan seria lamentable.
Pero a¨²n hay un escenario peor, y es que ninguna de las dos partes se imponga, lo que producir¨ªa una divisi¨®n de facto del pa¨ªs, o una situaci¨®n de guerra civil permanente, convirtiendo a Libia en un estado fallido, con la consiguiente inestabilidad, inseguridad en el suministro energ¨¦tico, sufrimiento de su poblaci¨®n, probablemente emigraci¨®n masiva. Una situaci¨®n en la que los grupos radicales isl¨¢micos podr¨ªan encontrar una oportunidad de prosperar.
El mejor escenario es, sin duda, que el movimiento popular triunfe y d¨¦ paso a un r¨¦gimen democr¨¢tico y pac¨ªfico. Pero es evidente que necesita ayuda, m¨¢s all¨¢ de un embargo econ¨®mico o de armas al r¨¦gimen actual, como ya ha decretado Naciones Unidas.
En marzo de 1999, la OTAN lanz¨® ataques a¨¦reos sobre Serbia sin estar amparada por una resoluci¨®n del CS, es decir, fuera de la legalidad internacional. Pero se trataba de Europa, y los tiempos han cambiado. Washington no quiere intervenir en Libia sin el respaldo de Naciones Unidas, y los estados europeos menos a¨²n. En el caso de Kosovo, se aleg¨® la finalidad de evitar una cat¨¢strofe humanitaria, revitalizando el concepto de responsabilidad de proteger, cuyos principios esenciales fueron aprobados seis a?os despu¨¦s por la Cumbre de Naciones Unidas.
La responsabilidad de proteger da un giro hist¨®rico al marco de legalidad internacional instituida en 1945 por la carta de Naciones Unidas, al aceptar que un r¨¦gimen que atenta contra su propio pueblo pierde su soberan¨ªa y est¨¢ sujeto a sanciones internacionales, incluidas las militares. El concepto no se ha desarrollado, porque las reticencias de muchos pa¨ªses son enormes, pero marca un futuro en el que la seguridad humana estar¨¢ por encima de la seguridad de los estados. Si hay un pa¨ªs en el que este principio pueda y deba aplicarse en estos momentos, es Libia.
Naturalmente, cualquier intervenci¨®n militar debe hacerse en el marco de Naciones Unidas y dentro de la legalidad internacional. Si el CS no es capaz de llegar a una resoluci¨®n que impida la matanza, ser¨¢ un buen momento para reconsiderar -una vez m¨¢s- si el sistema instituido hace 66 a?os sigue siendo v¨¢lido para la seguridad del mundo de hoy. Y en todo caso, lo es para reflexionar sobre las consecuencias de apoyar a reg¨ªmenes corruptos y dictatoriales por intereses cortoplacistas, que ellos -como demuestra la historia- ni siquiera son capaces de garantizar por mucho tiempo, o si realmente creemos que la democracia es un sistema que conduce a la estabilidad, la paz y el progreso. Para todos.
Enrique Ayala es general de Brigada en la reserva
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