Yemen trata de desmontar el 'sistema' de Saleh
La revuelta contra el r¨¦gimen amenaza el sistema clientelar sobre el que el presidente ha basado su gobierno recurriendo a tribus y ulemas
Lo que m¨¢s molesta a Abdu al Janadi es que la prensa ponga a Yemen en la lista de las revueltas ¨¢rabes a la par con Libia o Siria. Al Janadi, que m¨¢s all¨¢ de su cargo de viceministro de Informaci¨®n se ha erigido en los ¨²ltimos meses en portavoz del Gobierno de San¨¢ y acaba de sobrevivir a un atentado, defiende que su pa¨ªs es una democracia desde la unificaci¨®n en mayo de 1990.
A diferencia de sus vecinos, Yemen cuenta con partidos pol¨ªticos de oposici¨®n, medios de comunicaci¨®n cr¨ªticos y las ¨²ltimas elecciones, en 2006, recibieron la bendici¨®n de la UE (el ¨²nico pa¨ªs ¨¢rabe junto a L¨ªbano). Sin embargo, los 33 a?os de poder de Ali Abdal¨¢ Saleh han convertido al Congreso General del Pueblo (CGP), el partido gubernamental, en una especie de PRI mexicano, una estructura acoplada al aparato del Estado como un par¨¢sito, que impide su modernizaci¨®n y alienta las corruptelas.
Ejemplo de ello, la pol¨ªtica informativa que el Gobierno yemen¨ª ha seguido desde que se generalizaron las protestas a principios de a?o. Como cualquier otro r¨¦gimen autoritario ¨¢rabe, expuls¨® a varios reporteros con el pretexto de que no estaban acreditados y cerr¨® el grifo de los visados a periodistas. A¨²n as¨ª, quienes logramos viajar al pa¨ªs s¨®lo recibimos la petici¨®n de ser equilibrados.
¡°Informe de las manifestaciones de la oposici¨®n, pero acuda tambi¨¦n a las de los partidarios del presidente¡±, pidi¨® Fares al Sanibani, asesor de prensa de Saleh, durante una visita el pasado abril. Dentro de San¨¢ nadie pone ninguna cortapisa a esta corresponsal, que a menudo cubre en el mismo d¨ªa las dos marchas contrapuestas. Viajar fuera de la capital siempre ha requerido un permiso debido a la inseguridad end¨¦mica.
La versi¨®n oficial mantiene que los partidos de la oposici¨®n, en especial el islamista Islah (el m¨¢s organizado), est¨¢n aprovechando el tir¨®n de la primavera ¨¢rabe para hacerse con el Gobierno sin pasar por las urnas. ¡°En 2006, Saleh consigui¨® 4 millones de votos y la oposici¨®n 1,5¡±, recuerda Al Janadi convencido de que el apoyo del presidente no se ha mermado desde entonces.
De hecho, el sistema clientelar en el que Saleh ha basado su gobierno desde que accedi¨® al poder en 1978 ha multiplicado su generosidad en los ¨²ltimos meses y vuelto a recurrir a tribus y ulemas, cuyo peso debiera haber disminuido con la modernizaci¨®n del pa¨ªs. San¨¢ se ha llenado de civiles armados que se mueven como pez en el agua entre las tropas leales al r¨¦gimen y cuya presencia casa mal con sus pretensiones democr¨¢ticas.
Promesas del presidente
Pero lo que m¨¢s da?o ha hecho a la imagen del presidente ha sido la concentraci¨®n del poder pol¨ªtico, econ¨®mico y militar en manos de sus parientes. La rivalidad que ahora le profesan tanto el general desertor Ali Mohsen como el jeque tribal Hamid al Ahmar tiene m¨¢s que ver con influencia de su hijo Ahmed y de sus sobrinos Ammar, Yehya y Tarek, que con los manifestantes de la plaza del Cambio. Esos cuatro hombres, que controlan los principales cuerpos armados y de seguridad, son la punta del iceberg del negocio familiar en el que Saleh ha convertido Yemen.
El propio presidente pareci¨® haberlo entendido cuando a principios de febrero anunci¨® que no se presentar¨ªa a una nueva reelecci¨®n, que no pasar¨ªa el testigo a su hijo y que dialogar¨ªa con los opositores. Pero aunque los partidos se mostraron dispuestos a dejarse cooptar, sus palabras no convencieron a los j¨®venes manifestantes ni fueron acompa?adas de hechos que las refrendaran.
¡°Estamos por la iniciativa del Golfo que apoyan EE UU y la UE¡±, insiste Al Janadi, a pesar de las al menos tres ocasiones perdidas por el presidente para firmarla. Seg¨²n ese pacto, Saleh dejar¨ªa el poder a cambio de inmunidad y 30 d¨ªas despu¨¦s se convocar¨ªan elecciones. ¡°S¨®lo existe un punto de desacuerdo, el Gobierno cree que no es posible organizar las elecciones antes de 60 d¨ªas y propone que el presidente se quede como figura simb¨®lica y se retire despu¨¦s gane quien gane¡±, explica.
Esa f¨®rmula permitir¨ªa a Saleh salvar la cara, pero tambi¨¦n poner todo el peso del Estado a favor de su partido. ¡°Hay una desconfianza total¡±, admite Al Janadi, quien por su parte se muestra convencido de que el Islah no convocar¨¢ elecciones y se agarrar¨¢ a una triqui?uela constitucional que dar¨ªa la presidencia al n¨²mero dos del Parlamento (el presidente est¨¢ de baja), uno de los suyos.
En cualquier caso, el debate pol¨ªtico est¨¢ muy alejado de las exigencias de la plaza, donde los activistas propugnan un cambio de sistema, pero no disponen de m¨¢s instrumentos que su idealismo y su paciencia. Por ahora, han dejado que les proteja un general disidente muy cercano a los islamistas, pero saben que Ali Mohsen s¨®lo es la cruz de una moneda con la cara de Saleh.
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