Una historia sin parteras

La partera todav¨ªa anda muy atareada en estos tiempos. Recuerden al viejo Marx: ¡°La violencia es la partera de toda sociedad vieja pre?ada de una sociedad nueva¡±. En Europa se le acab¨® la tarea, al menos hasta los glacis de Rusia. Debi¨® acabar mucho antes. Por ejemplo, a partir de 1989, cuando cay¨® el Muro de Berl¨ªn y regres¨® la libertad para los pa¨ªses atornillados por Mosc¨² al extinguido pacto de Varsovia. No pudo ser: prendi¨® en los Balcanes primero, rebrot¨® en el Ca¨²caso y todav¨ªa mantiene algunos rescoldos en Ucrania, Bielorusia y Moldavia.

Una historia que por nada del mundo quiere transcurrir con partos de dolor y de muerte, eso es Europa. El relato de la libertad que excluye a quienes saben tomar ventaja de la violencia. Por eso el mismo d¨ªa en que se retira avergonzada de la pen¨ªnsula ib¨¦rica, encapuchada y arrogante en su derrota, muestra en Sirte su ferocidad magistral. A esa vieja sanguinaria e injusta le complace de vez en cuando dar a cada uno su merecido, en proporci¨®n a la crueldad de su resistencia al cambio. A Ben Ali, que aguant¨® poco, el exilio. A Mubarak, que se resisti¨® hasta el ¨²ltimo d¨ªa a tirar la toalla, la c¨¢rcel. A Gadafi, que redobl¨® sus instintos asesinos para acallar las protestas, la guerra civil, la derrota y la muerte.