La necesidad y la imposibilidad de m¨¢s Europa
El ¨¦xito de la UE desat¨® una reacci¨®n populista que ha puesto en cuesti¨®n sus grandes logros
A pesar de las largas reuniones y discusiones sobre los detalles, la cumbre de Bruselas demostr¨® que existe un consenso cada vez mayor sobre las l¨ªneas generales de lo que debe hacerse para salvar el euro: unas normas fiscales m¨¢s estrictas, la recapitalizaci¨®n de los bancos y una mayor integraci¨®n fiscal, en lugar de continuar con los pat¨¦ticos avances concretos que tanto han contribuido a asustar a los mercados y tan poco a apaciguar las crisis bancarias y de la deuda soberana en Europa. Pero los pol¨ªticos est¨¢n atrapados en una paradoja: aunque est¨¢n de acuerdo en que es necesario tener m¨¢s Europa, no logran ver c¨®mo convencer a sus votantes. Bienvenidos a la necesidad y la imposibilidad de m¨¢s Europa.
La integraci¨®n europea se ha caracterizado por dos tendencias contradictorias, pero que se refuerzan mutuamente: la tecnocracia y el populismo. Los tecn¨®cratas pretend¨ªan construir Europa de manera gradual, mediante el m¨¦todo Monnet. Pero, a medida que la UE maduraba como proyecto pol¨ªtico, su propio ¨¦xito como fen¨®meno burocr¨¢tico desat¨® una reacci¨®n populista. La reacci¨®n comenz¨® en Reino Unido con Thatcher, pero se ha convertido ya en una fuerza paneuropea que incluye a izquierdas y derechas, figuras y grupos como Geert Wilders en Holanda, los Aut¨¦nticos Finlandeses y Marine Le Pen. Su queja com¨²n es que la UE es una conspiraci¨®n elitista para construir ¡°Europa en contra del pueblo¡±, y pretenden movilizar al ¡°pueblo contra Europa¡±. Seg¨²n ellos, la UE se ocupa del bienestar de las grandes empresas y los bancos pero no de la gente corriente; elimina los controles fronterizos y favorece la globalizaci¨®n, en vez de proteger de ella a sus ciudadanos.
El populismo y la tecnocracia se consideran opuestos, pero se refuerzan mutuamente, como demuestra la historia del Tratado de Lisboa. Cuanto m¨¢s intentan los l¨ªderes de la UE alejar la integraci¨®n europea de la pol¨ªtica nacional, m¨¢s fr¨¢gil se vuelve la legitimidad de la Uni¨®n, y eso hace que intenten eludir la opini¨®n p¨²blica todav¨ªa m¨¢s, con lo que crean un espacio en el que aparecen partidos populistas con pol¨ªticas populistas.
Los tecn¨®cratas disponen de tres v¨ªas para resolver la crisis institucional presente detr¨¢s de la crisis del euro.
La primera es seguir arregl¨¢ndoselas como puedan: mantener el sistema actual de cambios graduales sin modificar los tratados, a base de acuerdos intergubernamentales como el Instrumento Europeo de Estabilidad Financiera (IEEF), seguir marginando a la Comisi¨®n Europea y animar al Banco Central Europeo a comprar bonos. Representa una carga mucho mayor para los pa¨ªses deficitarios que para los acreedores, al poner en pr¨¢ctica acuerdos que repercuten en los ¨²ltimos recovecos de su vida cotidiana.
La segunda opci¨®n ser¨ªa modificar los tratados europeos para crear una ¡°Uni¨®n de la estabilidad¡±. La idea alemana es lanzar un nuevo convenio constitucional que incorpore las medidas que se han tomado hasta ahora a los tratados europeos y, de esa forma, los haga compatibles con las exigencias del Tribunal Supremo alem¨¢n. Eso podr¨ªa suponer la creaci¨®n de un ministerio de finanzas de facto y el establecimiento de una base parlamentaria y legal para las normas presupuestarias, que permitiera a la Comisi¨®n Europea querellarse contra los Estados que no las respetaran.
La tercera opci¨®n ser¨ªa que los 17 miembros de la eurozona se desvinculen de los tratados y firmen entre ellos un acuerdo legalmente vinculante de uni¨®n fiscal. El exministro alem¨¢n de Exteriores Joschka Fischer ha propuesto una Europa de dos velocidades que dividir¨ªa los Estados miembros en una vanguardia (el eurogrupo) y una retaguardia (el resto de los 27 pa¨ªses de la UE). Lo ir¨®nico es que crear¨ªa una especie de ¡°federalismo sin federalistas¡±, porque dejar¨ªa fuera del nuevo euron¨²cleo las instituciones m¨¢s proeuropeas, como la Comisi¨®n Europea, el Parlamento Europeo y el Tribunal Europeo de Justicia, y a muchos Estados miembros europe¨ªstas como Polonia.
Cada v¨ªa tiene sus ventajas y sus desventajas, pero todas tienen algo en com¨²n: no parece que ninguna vaya a acercar m¨¢s Europa a sus ciudadanos. Desde que franceses y holandeses votaran no en 2005, los proeuropeos han tenido que defender un statu quo insatisfactorio e insostenible: una moneda que no cuenta con el respaldo de un Tesoro; unas fronteras comunes sin una pol¨ªtica de inmigraci¨®n com¨²n; y una pol¨ªtica exterior europea tecnocr¨¢tica que est¨¢ separada de las fuentes de poder nacionales.
La ¨²nica forma de recuperar la credibilidad ser¨¢ abordar de frente los problemas de los que hablan los populistas: mostrar que el mercado ¨²nico puede favorecer a los ciudadanos corrientes adem¨¢s de a los banqueros si se presta especial atenci¨®n al crecimiento y la protecci¨®n social; afrontar los temores a la inmigraci¨®n y garantizar que los costes de los refugiados se repartan de manera equitativa; tratar de dar contenido a la pol¨ªtica exterior y de defensa com¨²n, cuyo vac¨ªo ha quedado al descubierto en Libia.
Existe un verdadero peligro de que se fragmente Europa. Pero, como ha hecho muy bien en se?alar el polit¨®logo polaco Jan Zielonka, ¡°tenemos numerosos libros sobre la integraci¨®n europea, pero casi ninguno sobre la desintegraci¨®n¡±. La verdad es que cada una de las tres v¨ªas que he descrito podr¨ªa conducir a la ruina. La primera posibilidad ser¨ªa que los l¨ªderes europeos no sean capaces de resolver la crisis, con lo que el euro se hundir¨ªa de forma estrepitosa. El segundo peligro es que el intento de acordar una modificaci¨®n audaz de los tratados europeos acabe en fracaso y, por consiguiente, la desintegraci¨®n de Europa. Y la tercera es la posibilidad m¨¢s peligrosa: el espectro de la desintegraci¨®n disimulada. Es muy posible que los dirigentes de la eurozona se unan y salven el euro mediante m¨¢s integraci¨®n pero, en el proceso, destruyan la UE, al construir un n¨²cleo tan unido que acabe con el mercado ¨²nico, deje a los 10 pa¨ªses que no tienen el euro en el carril lento para siempre e impida que Europa ejerza su poder colectivo en el escenario mundial.
Mark Leonard es director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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