?Qui¨¦n mata la libertad de prensa?
La impunidad es la nota com¨²n en las muertes violentas de periodistas en Am¨¦rica Latina y una de las causas de la multiplicaci¨®n de los casos de asesinato
Para la Sociedad Latinoamericana de Prensa (SIP), 2011 ha sido el a?o m¨¢s tr¨¢gico para los periodistas en dos decenios. En un informe, el periodista Tyler Bridges se?ala que entre 1995 y 2010 fueron asesinados en el mundo 258 periodistas, y de los 40 asesinados este a?o, 22 son latinoamericanos. Sin embargo, en los tribunales solo existen 59 procesos.
Si usted pregunta por los otros 199, habr¨¢ dado en el clavo: la impunidad es la nota com¨²n en las muertes violentas de periodistas y una de las causas de la multiplicaci¨®n de los casos de asesinato.
Cuando un tribunal colombiano llam¨® a juicio al pol¨ªtico Ferney Tapasco, acusado como autor intelectual de la muerte del columnista Orlando Sierra el 30 de enero de 2002 en Manizales, su caso pudo ser clasificado como excepcional. Es uno de los seis procesos en el mundo que han llegado hasta los que urden y ordenan la muerte de periodistas.
?De d¨®nde procede esa inquina asesina contra unos profesionales que, por definici¨®n, solo esgrimen las armas de la inteligencia y las ponen al servicio de los otros?
En el enfrentamiento m¨¢s com¨²n, el de periodistas y gobernantes, la inquina nace como una reacci¨®n del funcionario ante un fiscal que no ha sido nombrado y que, sin embargo, sigue todos sus actos con severidad implacable, en nombre de la ciudadan¨ªa.
?De d¨®nde procede esa inquina asesina contra quienes solo esgrimen las armas de la inteligencia?
En una inusual declaraci¨®n recogida por la PNUD en su informe de 2004 sobre la democracia en Am¨¦rica Latina, presidentes de la regi¨®n califican a la prensa como ¡°contrabalance del poder presidencial¡±, ¡°medios hostiles¡±, ¡°servidores del gran capital¡±, ¡°obst¨¢culos para la gobernabilidad¡±, ¡°due?os de un poder total con responsabilidad cero¡±.
Desde ese punto de vista son explicables las leyes de desacato de que echan mano los funcionarios para presionar a los periodistas y medios que, seg¨²n ellos, han desafiado o desacatado su autoridad. Es solo uno de los medios con que un presidente latinoamericano puede pasar a la ofensiva contra los medios. La realidad muestra muchos m¨¢s.
En Bolivia, el a?o 2009 se contaron nueve agresiones contra periodistas en nueve meses, mientras en Nicaragua las turbas oficialistas se han encargado de acosar a la prensa con asaltos y palizas; la campa?a persistente del presidente Correa contra la prensa ha dado resultados. Su reiterada acusaci¨®n a la prensa corrupta ha calado y es perceptible una extendida desconfianza hacia los periodistas. En Venezuela uno de los llamamientos presidenciales es a apagar televisores para tener la mente limpia. No es necesario leer peri¨®dicos. Por su parte, el presidente nicarag¨¹ense, Daniel Ortega, sitia econ¨®micamente a los medios de la oposici¨®n y promueve un acoso judicial contra periodistas inc¨®modos para el gobernante.
Los informes de las ¨²ltimas semanas dan cuenta de otro hecho sorprendente: la participaci¨®n de ciudadanos comunes en los atentados contra periodistas.
En Honduras fueron miembros de una facci¨®n pol¨ªtica los que amenazaron a la prensa por sus cr¨ªticas al golpe de Estado. Tambi¨¦n en Bolivia, en el Alto, un locutor de radio fue atacado y apu?alado, tras ser amenazado. En M¨¦xico se cuentan 10 ataques contra los medios en este a?o y en Argentina una estaci¨®n de radio fue incendiada y silenciada, seg¨²n su propietario, por razones pol¨ªticas.
?Ha dejado de ser el periodista esa figura emblem¨¢tica en la que la gente confiaba cuando perd¨ªa la fe en las dem¨¢s instituciones? Los narcotraficantes, como sucede en M¨¦xico, muestran su poder al silenciar a periodistas, o intimidan a los medios que osan denunciarlos, o imponen silencios y desconfianzas en las redacciones en que los periodistas miran a sus pares como posibles infiltrados de las poderosas mafias.
Un hecho sorprendente: la participaci¨®n de ciudadanos en atentados contra periodistas
Sume a estos hechos el de la vinculaci¨®n de periodistas y medios a pol¨ªticos de imagen turbia, y la implicaci¨®n de la prensa en campa?as de imagen de empresas de sospechosa catadura, los silencios interesados o no sobre hechos de esc¨¢ndalo, que los lectores interpretan como complicidades, y tendr¨¢ usted los factores que producen la baja credibilidad de los medios y el desmoronamiento de una influencia que parece ir a la par con la desaparici¨®n de medios de comunicaci¨®n.
Nadie parece lamentar la desaparici¨®n de estos medios porque el sustituto, las noticias por Internet, resulta satisfactorio. La participaci¨®n de este medio en las audiencias mundiales ha pasado del 4% al 22% y sigue creciendo. Una reciente encuesta, en Medell¨ªn, Colombia, fue reveladora: la mayor¨ªa de los lectores, el 42,26%, utiliza el peri¨®dico para leer las tiras c¨®micas y, mientras le dedican 3.2 horas d¨ªa a la televisi¨®n y 3.1 horas al d¨ªa a Internet, leen peri¨®dicos durante 21 minutos de promedio.
Este declive de la influencia y del peso moral de la prensa ocurre al mismo tiempo que arrecian los ataques desde el poder y se intensifica la guerra de narcotraficantes y delincuentes contra la prensa.
En un art¨ªculo dedicado al an¨¢lisis de esta situaci¨®n el peri¨®dico The Nation se?alaba las causas:
¡ª Los Gobiernos que toleran la impunidad, que fue el hecho emergente en el foro promovido por la SIP en Ciudad de Guatemala, en donde al cabo de la exposici¨®n de casos de periodistas asesinados en Am¨¦rica y el mundo, se impuso la conclusi¨®n de que, con excepciones, todos esos ataques se manten¨ªan impunes y de que esa impunidad pasaba a ser otra causa del problema.
¡ª En el mismo art¨ªculo de The Nation hab¨ªa otro apunte: los directores y gerentes de medios suelen considerar que los mecanismos de seguridad para sus periodistas no son parte de su responsabilidad, de modo que, como sucede en M¨¦xico, las reclamaciones de los reporteros para disponer de un chaleco antibalas, o un seguro de vida que les garantice que sus familias no quedar¨¢n desamparadas, son demandas que las empresas consideran extravagantes, excesivas y fuera de la ¨®rbita de sus obligaciones.
¡ª The Nation lo sugiere, pero los hechos le han dado solidez a este otro punto: los propios periodistas han contribuido al agravamiento de su situaci¨®n por la ingenuidad y el exceso de confianza con que se exponen al peligro, como si su carn¨¦ de periodista pudiera detener las balas o los machetes.
M¨¢s grave a¨²n fue la denuncia que hizo ante la directiva de la Fundaci¨®n para la Libertad de Prensa de Colombia un antiguo fiscal general de la naci¨®n. Al informar sobre las investigaciones sobre periodistas amenazados y asesinados, asever¨® que hab¨ªa encontrado que algunas amenazas y muertes se habr¨ªan podido evitar. Acusaciones hechas a la ligera, adjetivos innecesarios, acotaciones gratuitas y alegres de periodistas de radio que improvisan para dar cuenta de los hechos antes que sus competidores, afectan a grupos poderosos que por ser delincuentes no son menos sensibles a las acusaciones p¨²blicas, sobre todo cuando son inexactas. Una informaci¨®n responsable y documentada reducir¨ªa la frecuencia y la gravedad de los atentados, dijo.
Fue el tema tratado en el foro Eurolatinoamericano, promovido por la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo y la Asociaci¨®n de Periodistas Europeos en Asunci¨®n, recientemente. Se plante¨® que ante el acoso judicial, promovido por gobernantes o por entidades o personas afectadas, el periodista que esgrime pruebas de sus afirmaciones puede cambiar el rumbo de un proceso. En cambio, las acusaciones sin pruebas se vuelven contra el medio y el periodista, que pierden en los estrados judiciales y ante la opini¨®n p¨²blica. En el caso concreto del peri¨®dico El Universo de Guayaquil se ha llegado a decir que lanz¨® ¡°una acusaci¨®n hipot¨¦tica, debatible, grave, que hay que demostrar, pero sin intenci¨®n delictiva¡±.
¡ªComo la justicia no debate sobre intenciones sino sobre hechos, cada uno de estos adjetivos sobra y termina por afectar sobre todo a quien los sostiene.
¡ªThe Economist se preguntaba en un informe especial: ?qui¨¦n es el asesino de la prensa? Y se respond¨ªa se?alando a la prensa gratuita, a Internet, a los Gobiernos. Ser¨ªa desconcertante pero probable que, como en las buenas novelas policiacas, la indagaci¨®n llegara a decir que somos nosotros mismos los que estamos aniquilando la prensa. Por lo visto esta es la hip¨®tesis posible.
Javier Dar¨ªo Restrepo es periodista colombiano
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