?Ingresar¨ªa la UE en la UE?
Ya no hay lecheros en la Europa de hoy que alguien pueda confundir con la polic¨ªa cuando alguien llama a la puerta de madrugada. Sigue cumpli¨¦ndose todav¨ªa una de las m¨¢s bellas definiciones pol¨ªticas de Europa: el territorio donde no hay pena de muerte. Y sin embargo, no son estas las mejores horas para la democracia europea.
Nunca lo son los tiempos de crisis econ¨®mica, cuando se encogen los salarios, familias enteras se quedan sin ingresos por trabajo, se pierden o limitan derechos sociales, la pobreza y la incertidumbre se cierne sobre una fracci¨®n creciente de la poblaci¨®n y para postre, resurgen viejas rivalidades y pruritos nacionalistas a cuenta de quien asume las facturas para enjugar los d¨¦ficits p¨²blicos y los efectos de la burbujas inmobiliarias o financieras.
De ah¨ª el naufragio socialdem¨®crata, la marea conservadora que inunda Europa y la pegada que tiene el populismo derechista, incorporado incluso a distintos gobiernos o mayor¨ªas parlamentarias, a cambio de concesiones a sus idearios chauvinistas y de exclusi¨®n. La libertad de circulaci¨®n de personas ha recibido varios reveses durante el pasado a?o a cuenta de las migraciones incontroladas desde el norte de Africa. Dinamarca recuper¨® durante unos meses las viejas restricciones a la libre circulaci¨®n de personas dentro de la UE. Una norma comunitaria, la llamada directiva de la verg¨¹enza, de 2008, sintetiza esta deriva peligrosa en la que estamos metidos todos los europeos, puesto que autoriza el internamiento sin juicio hasta 18 meses de los inmigrantes sin papeles y la expulsi¨®n de menores a terceros pa¨ªses. Basta con recordar como consecuencia, el lamentable estado en que se encuentran los centros de internamiento de extranjeros en distintos pa¨ªses, Espa?a entre otros, cuya clausura han pedido decenas de asociaciones de derechos humanos.
Una parte de estos desastres se los procur¨® la propia UE mucho antes de esta crisis con el m¨¦todo elegido para ampliar el club europeo, que pas¨® de 15 a 25 miembros en 2004, a 27 en 2007 y ser¨¢ ya de 28 este 2012, cuando entre Croacia, uno de los pa¨ªses que ahora hace veinte a?os se hallaba en guerra en los Balcanes. Tienen raz¨®n quienes persisten en valorar aquella ampliaci¨®n como una de las mejores proezas de la UE, convertida en f¨¢brica de estabilidad, prosperidad y democracia. Pero a ocho a?os de la macro ampliaci¨®n, cuando empieza a fallar la prosperidad, est¨¢ sobradamente comprobado que la UE no siempre ha sabido ni podido absorber la incorporaci¨®n de cada uno de estos pa¨ªses, algunos con escasa vocaci¨®n europea y otros con problemas de minor¨ªas irresueltos, por no hablar de los nacionalismos ¨¦tnicos, que en algunos de ellos campan todav¨ªa a sus anchas. Los efectos de una ampliaci¨®n defectuosa confluyen ahora con la aparici¨®n de aver¨ªas democr¨¢ticas entre los socios m¨¢s veteranos, de forma que el conjunto de la UE se aleja de la idea misma de Europa, moldeada en sus 50 a?os de historia.
Hungr¨ªa concentra todos estos males, ahora compartidos en grado menor por casi todos los otros socios, gracias a la mayor¨ªa absoluta con la que ha reformado la constituci¨®n y al peso de una extrema derecha antisemita y antieuropea propia de los a?os 30. A menos que lo impida la Comisi¨®n Europea, Viktor Orb¨¢n consolidar¨¢ un r¨¦gimen de casi dictadura parlamentaria, que expande los poderes del ejecutivo, erosiona la divisi¨®n de poderes, limita la independencia judicial, reduce el pluralismo, amordaza a los disidentes, margina a las minor¨ªas, reduce la libertad religiosa e impone una visi¨®n uniforme, nacionalista y excluyente.
Pero se quedar¨¢n cortas las instituciones europeas si limitan su castigo a Hungr¨ªa por atentar a la independencia del poder judicial y del banco central y por politizar la agencia nacional de datos, sin abordar el problema paneuropeo de una democracia con flojera, que pierde calidad por todas partes. Y es verdad, nadie puede confundir al lechero con la polic¨ªa de madrugada. Por el momento.
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