?frica mira a Senegal
En el pa¨ªs est¨¢ en juego la credibilidad de los pol¨ªticos del continente. Si cae la democracia en Senegal, es posible que al resto de ?frica le sea m¨¢s dif¨ªcil seguir esa senda. Pero ser¨¢ solo un traspi¨¦ a lo largo de un camino que no tiene vuelta atr¨¢s
En ?frica occidental siempre se ha envidiado a Senegal, un lugar donde nunca triunfaron los golpes de estado ni se instal¨® la violencia (si excluimos los intentos independentistas de Casamance, de los que poco se sabe en el resto del pa¨ªs). Los senegaleses, muchos de los cuales se ven obligados a migrar para mejorar sus condiciones econ¨®micas, siempre se han sentido muy orgullosos del funcionamiento de su democracia.
Hablamos de un pa¨ªs que desde su independencia fue gobernado por intelectuales y poetas. Aunque todo eso cambi¨® en 2000, cuando Abdulaye Wade, tras a?os intent¨¢ndolo, gan¨® las elecciones presidenciales. Desde entonces, negras sombras han ido carcomiendo los cimientos de la democracia. Represi¨®n de protestas, cortapisas a la prensa, muertes de estudiantes, nepotismo¡, fueron las se?ales que el mundo no quiso leer. Wade, poco a poco, se enraizaba en el poder y tras superar el l¨ªmite legal de dos mandatos, consegu¨ªa, hace unas pocas semanas, que el Tribunal constitucional, con una rocambolesca y amplia interpretaci¨®n de la Constituci¨®n, le permitiera presentarse a una tercera elecci¨®n.
El resto lo conocemos: manifestaciones, muertes, polic¨ªas apaleando a j¨®venes, artistas poniendo m¨²sica a las movilizaciones¡ La plaza del Obelisco de Dakar se convirti¨® en el centro de la indignaci¨®n y la represi¨®n. Los ciudadanos desafiaron la violencia policial en defensa de la democracia. La mayor¨ªa de nuestros medios informativos miraron hacia otra parte.
En Occidente nos cuesta asimilar que en ?frica los ciudadanos sean capaces de tener sentimientos democr¨¢ticos y republicanos y por eso se buscaron excusas como la de que se protestaba porque se hab¨ªa desestimado la candidatura del cantante Youssou Ndour. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Este hecho fue aceptado dentro de la normalidad democr¨¢tica, con igual convicci¨®n como se rechazaban las maniobras del viejo aprendiz de dictador.
Wade pertenece a esa casta de gobernantes que, a pesar de estar revestidos de modales democr¨¢ticos, piensan que el poder, una vez adquirido, les pertenece de por vida y no tienen que dar cuentas de ¨¦l. Es la mentalidad del jefe tradicional de una aldea o de los reyezuelos que ejercen un poder m¨¢s amplio que se encuentra en tantos rincones del ?frica rural: se?ores absolutos con derecho de pernada y de vida y muerte sobre sus s¨²bditos. Se proclaman Padres de la Naci¨®n y decretan el amor incondicional a su persona a golpes de represi¨®n.
A Wade le duele dejar el trono y est¨¢ utilizando cualquier triqui?uela a mano para aferrarse a ¨¦l, con la convicci¨®n de que s¨®lo ¨¦l sabe lo que es mejor para su pueblo.
Pero las cosas est¨¢n cambiando en ?frica. Los j¨®venes, cada vez m¨¢s educados, y la emergente clase media son muy conscientes de sus derechos y piden responsabilidades a sus gobernantes. Ya no se dejan engatusar por las tazas de arroz o los billetes que las caravanas electorales sol¨ªan repartir en las pantomimas celebradas, durante d¨¦cadas, en el continente.
La prueba evidente de que los senegaleses siguen defendiendo su democracia la vimos el domingo pasado, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales: la tranquilidad, la calma y el alto porcentaje de participaci¨®n calificaron la jornada.
Posiblemente habr¨¢ una segunda vuelta. El mismo Wade lo aceptaba, con voz fatigada, el lunes en una rueda de prensa, aunque no descartaba que el recuento final le d¨¦ la mayor¨ªa absoluta. A falta de que se publiquen los resultados oficiales, todo est¨¢ en el aire, puede haber m¨¢s violencia, pero, al mismo tiempo, la esperanza sigue intacta.
En Senegal, espejo en el que se miran tantos otros pa¨ªses, est¨¢ en juego la credibilidad de los pol¨ªticos del continente. No hay duda de que los africanos y las africanas han optado por la democracia. Cada vez los dictadores lo tienen m¨¢s dif¨ªcil para seguir incrustados en sus tronos. Solo con la protecci¨®n de muy poderosos aliados (Francia, Reino Unido, Estados Unidos, ?China?...) personajes como Kagame, Biya, Mugabe, Afewerki, Al-Bashir o Obiang se mantienen en pie.
Si cae la democracia en Senegal, es posible que al resto de ?frica le sea m¨¢s dif¨ªcil seguir caminando en esa senda, pero ser¨¢ solo un traspi¨¦ a lo largo del camino, porque la opci¨®n que ha tomado el continente africano, no parece tener vuelta atr¨¢s.
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