Afganist¨¢n, entre el yunque y el martillo
Recuerden el nombre de Abdullah Abdullah. Tal vez sea la ¨²ltima baza. ?l encarna esa tercera fuerza que es la oposici¨®n democr¨¢tica, frente a los asesinos talibanes y los corruptos del r¨¦gimen de Karzai
Hace casi exactamente diez a?os que regres¨¦ de Afganist¨¢n con el ¡°informe¡± que me hab¨ªan encargado Jacques Chirac, Lionel Jospin y Hubert V¨¦drine, y en el que detallaba la posible contribuci¨®n de Francia a la reconstrucci¨®n pol¨ªtica, c¨ªvica, cultural y militar de un pa¨ªs arruinado por d¨¦cadas de dictadura, guerra y masacres.
Evidentemente, no voy a reiterar aqu¨ª las recomendaciones que hice entonces.
Tampoco insistir¨¦ en la larga serie de errores cometidos por una comunidad internacional que nunca hubiera debido apoyarse en el Gobierno corrupto de Hamid Karzai; ni negociar con los mismos islamo-fascistas talibanes que pretend¨ªa apartar del poder y fue a combatir; ni, finalmente ¡ªy este es sin duda el error m¨¢s burdo¡ª, anunciar tan pronto, y a bombo y platillo, la fecha para la retirada de sus tropas: fines de 2014.
Hoy, lo importante es el resultado.
Y el resultado, no nos enga?emos, es cada vez m¨¢s catastr¨®fico.
El asunto de los coranes quemados en el vertedero de la base de Bagram, al norte de Kabul.
La escapada criminal de ese soldado norteamericano que, el domingo pasado, asesin¨® a sangre fr¨ªa a diecis¨¦is personas, nueve de ellas ni?os, en tres aldeas del distrito de la provincia de Panjwai.
El s¨ªndrome de Kurtz, el personaje de El coraz¨®n de las tinieblas, que parece amenazar a un n¨²mero obviamente reducido de soldados exasperados por esta guerra sin frentes, sin adversario visible, de retos incomprensibles y en la que el amigo de ayer puede convertirse, sin previo aviso, en el enemigo de hoy o de ma?ana.
La comunidad internacional cometi¨® un burdo error al anunciar la retirada de las tropas en 2014
Y la terrible paradoja de un ej¨¦rcito de liberaci¨®n que se est¨¢ ganando el odio de aquellos a los que quer¨ªa liberar. O peor: ese sector creciente de la poblaci¨®n que, puestos a estar ocupados, podr¨ªa llegar a preferir la ocupaci¨®n home-made de los talibanes.
Y, en lugar del pa¨ªs pacificado y en v¨ªas de democratizaci¨®n que so?¨¢bamos dejarles a los afganos, una situaci¨®n tr¨¢gica, absoluta y literalmente tr¨¢gica, en la que todas las soluciones ¡ªes la definici¨®n de lo Tr¨¢gico en la meditaci¨®n de Hegel sobre Ant¨ªgona¡ª resultan igualmente desastrosas.
?Marcharse ya, ahora mismo, antes de fines de 2014, que era la fecha anunciada? Una declaraci¨®n de fracaso e impotencia. Diez a?os de sacrificios para terminar con una farsa. Y la pr¨¢ctica certeza de que, despu¨¦s de nuestra retirada, volver¨ªan los hombres del mul¨¢ Omar.
?Quedarse? ?Prolongar nuestra presencia m¨¢s all¨¢ de la fecha tope de 2014? Dif¨ªcil, considerando el balance humano de una guerra que, solo en las filas de la coalici¨®n, ha causado m¨¢s de mil muertos estadounidenses, 404 ingleses, 52 alemanes, 36 italianos y 29 franceses. Por no decir imposible, dado que son los interesados los que no nos quieren all¨ª y nos ven cada vez m¨¢s como los iraqu¨ªes y, antes que estos, los survietnamitas, terminaron viendo a unas tropas norteamericanas cuyas intenciones, inicialmente, no siempre eran malas.
El balance humano de la guerra se ha saldado con 1.000 muertos,? 404 ingleses, 52 alemanes, 36 italianos y 29 franceses
?Marcharse y quedarse? ?Retirar a las tropas de combate y dejar bases militares e instructores? Es lo que estaba previsto. Pero incluso esa presencia m¨ªnima podr¨ªa verse cuestionada si el odio hacia Estados Unidos y la autodemonizaci¨®n de la coalici¨®n por sus propios excesos siguieran aumentando (a veces me pregunto si esas guerras por la libertad que, con la notable excepci¨®n de la que libr¨® contra el nazismo, siempre han acabado tan mal, no ser¨¢n una especie de maldici¨®n para Estados Unidos).
Y ?entonces?
Entonces, lo caracter¨ªstico de una situaci¨®n tr¨¢gica es que no tiene salida o, en todo caso, no una soluci¨®n milagrosa.
Pero al menos podemos considerar algunas ideas. Empezando por una que defiendo desde hace a?os... Admitir que Afganist¨¢n no se reduce a la desesperante confrontaci¨®n entre los asesinos talibanes y los corruptos del r¨¦gimen de Karzai.
Aprender a contar hasta tres, es decir, hasta esa tercera fuerza que es la oposici¨®n democr¨¢tica a unos y otros encarnada por Abdullah Abdullah ¡ªantiguo lugarteniente del comandante Massud¡ª, que logr¨® reunir m¨¢s del 30% de los votos en las elecciones de 2009, pese a que estas fueron ama?adas descaradamente.
Recordar, en otros t¨¦rminos, que si bien lo Tr¨¢gico es una de las leyes de la historia, no necesariamente tiene siempre la ¨²ltima palabra y que a veces el valor, solo el valor, o la imaginaci¨®n, otro de sus nombres, consigue abrirse paso.
En Kabul, entre ese r¨¦gimen fallido al que, por pura pereza, nos empe?amos en apoyar, y los asesinos talibanes, a los que, por pura estupidez, les abonamos el terreno, est¨¢n los herederos de Massud.
Y, tal vez, en una especie de ¨²ltimo intento o de operaci¨®n de la ¨²ltima oportunidad, antes de tirar la toalla, convendr¨ªa intentar volverse hacia ellos.
Abdullah Abdullah... Recuerden ese nombre. T¨¦nganlo presente, si lo hab¨ªan olvidado. Para Afganist¨¢n y sus amigos, tal vez sea la ¨²ltima baza.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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