Ast¨¦rix contra el imperio germano
Nunca unas elecciones francesas hab¨ªan tenido tal dimensi¨®n europea: est¨¢ en juego la continuidad de la austeridad a toda costa o el comienzo de una reactivaci¨®n colectiva
No hace tanto, si alguien hubiera dicho que un personaje como Fran?ois Hollande pod¨ªa encarnar la esperanza de millones de europeos en un comienzo de rebeli¨®n contra el asfixiante estado de las cosas, habr¨ªa sido tomado por loco.
Nada en su f¨ªsico de probo funcionario o comerciante, en su car¨¢cter pragm¨¢tico y consensual o en su visi¨®n pol¨ªtica de tibio centroizquierda, hacen de Hollande un genio del panache como Cyrano de Bergerac, un gigante hist¨®rico como De Gaulle o un artista florentino de la pol¨ªtica como Mitterrand. Y sin embargo, signo de estos tristes y mediocres tiempos, Hollande es ahora percibido a lo largo y ancho del Viejo Continente como el ¨²nico Ast¨¦rix posible que, desde la siempre ind¨®mita aldea gala, se alce contra el imperio germano de la austeridad y los recortes, y proponga el est¨ªmulo del crecimiento y el empleo como primer objetivo econ¨®mico colectivo.
En la memoria reciente, ninguna elecci¨®n presidencial francesa ha tenido una dimensi¨®n tan continental como la presente. Berl¨ªn, Francfort, Bruselas, Par¨ªs, Londres, Roma, Madrid, todas las dem¨¢s capitales europeas, y tambi¨¦n los llamados ¡°mercados¡± y no pocos ciudadanos de a pie, saben que lo que est¨¢ en juego en estos comicios es si contin¨²a mandando el d¨²o Merkozy, con su dogma del equilibrio presupuestario a toda costa, o si se produce el primer intento serio de introducir en el lugar m¨¢s privilegiado de la agenda europea el objetivo de la expansi¨®n o reactivaci¨®n econ¨®mica generadora de puestos de trabajo. Algo crucial para los pa¨ªses intervenidos, tutelados o bajo sospecha ¡ªGrecia, Portugal, Espa?a, Italia, la propia Francia¡ª y tambi¨¦n para la mism¨ªsima Alemania.
De llegar al El¨ªseo, el socialista Hollande podr¨ªa convertirse en la hoy inexistente alternativa continental a la conservadora Angela Merkel. All¨ª donde la canciller no quiere ni o¨ªr hablar de que el sector financiero contribuya tanto como el com¨²n de los mortales a la salida de una crisis que ¨¦l mismo ha provocado, Hollande insistir¨ªa en que debe arrimar el hombro. All¨ª donde la primera solo cree inaplazable que el resto de los europeos consigan sanear las cuentas p¨²blicas, el segundo desear¨ªa a?adir el crecimiento econ¨®mico.
Hollande cree que hay un error de diagn¨®stico y de? tratamiento. El dogma de la austeridad est¨¢ asfixiando al enfermo
Hollande denuncia que Sarkozy ha sido demasiado colaboracionista con Merkel, y los socialdem¨®cratas germanos le dan la raz¨®n. ¡°La historia demuestra que Europa solo funciona si Alemania no se impone¡±, dice Sigmar Gabriel, presidente del SPD. ¡°Y muchos¡±, a?ade, ¡°tienen la impresi¨®n de que frau Merkel quiere dominar Europa".
Como dec¨ªa aquel padre intelectual de la independencia estadounidense que fue Thomas Paine, hay momentos en que el sentido com¨²n se convierte en revolucionario. Es lo que le est¨¢ ocurriendo al moderado Hollande. No hace sus propuestas por izquierdismo ideol¨®gico, chovinismo galo, ganas de romper el eje Par¨ªs-Berl¨ªn o antieuropeismo; lejos de ¨¦l tales ideas. Lo hace para intentar detener eso que Paul Krugman llama ¡°el suicidio econ¨®mico europeo¡±, algo que, al otro lado del Atl¨¢ntico, lleva tiempo inquietando a la Casa Blanca de Obama y que acaba de ser explicitado hasta por el FMI: tanta austeridad, tanto ajuste, tanto recorte del gasto p¨²blico (y del consumo privado) est¨¢n ahogando al enfermo.
Hollande es de los que creen que se ha producido un grave error de diagn¨®stico y, en consecuencia, de tratamiento. El enfermo europeo tiene un tumor grave (crecimiento y empleo), pero el equipo m¨¦dico del que Merkel es la cabeza m¨¢s visible le est¨¢ tratando exclusivamente de otro de sus problemas: el sobrepeso (d¨¦ficit y deuda). Y, claro, la reducci¨®n dram¨¢tica de la dieta del paciente ha agravado el jam¨¢s abordado mal primario. A ello han contribuido intereses pecuniarios (los llamados mercados), el fundamentalismo ideol¨®gico neoliberal (cuanto menos Estado, mejor) y las obsesiones contables alemanas (m¨ªnima inflaci¨®n y d¨¦ficit cero).
Cuando estall¨® la crisis, Merkel vio llegada la oportunidad de germanizar presupuestariamente Europa. Sarkozy se le asoci¨® y los dem¨¢s gobiernos conservadores del continente se les sumaron con mayor o menor entusiasmo. Lo sintetizaron en una idea aparentemente indiscutible: el Estado no puede gastar m¨¢s de lo que ingresa, debe ser austero. S¨ª, claro, pero seg¨²n d¨®nde, c¨®mo y cu¨¢ndo. En recesi¨®n, la mucha austeridad termina agravando la recesi¨®n. Y, adem¨¢s, ?no cabe explorar la posibilidad de recaudar m¨¢s pescando en ricos caladeros fiscales ahora vetados?
Una rebeli¨®n de la aldea gala contra Merkel encontrar¨ªa aliados. A Espa?a y a otros pa¨ªses les vendr¨ªa muy bien
Hollande ha roto el dogma. Sus ideas hubieran sido consideradas t¨ªmidas hace unos lustros, pero hoy parecen insurreccionales. Su adversario, dijo en Le Bourget, se esconde bajo el anonimato: es ¡°el mundo de las finanzas¡±. De llegar al El¨ªseo, reducir¨¢ el d¨¦ficit franc¨¦s con mayor calma y propondr¨¢ una renegociaci¨®n del pacto presupuestario europeo para incluirle un cap¨ªtulo de est¨ªmulo colectivo del crecimiento. En la UE defender¨¢ dos ideas que a Merkel le provocan sarpullidos: la tasa sobre las transacciones financieras y la creaci¨®n de eurobonos. Y en Francia har¨¢ una reforma fiscal para que los m¨¢s ricos contribuyan m¨¢s a las arcas p¨²blicas (un tipo del 75% para rentas superiores a un mill¨®n de euros anuales) y restituir¨¢ el papel del Estado como regulador de los mercados y hasta como agente econ¨®mico.
Merkel y los mayoritarios conservadores de Bruselas y los gobiernos europeos han ninguneado a Hollande en esta campa?a. Sarkozy, por su parte, ha querido asustar a sus compatriotas sugiriendo que, de ganar el candidato socialista, el ataque de los mercados contra Francia ser¨ªa de tal envergadura que ese pa¨ªs se convertir¨ªa en Grecia o Espa?a. Y a trav¨¦s de sus portavoces medi¨¢ticos, los mercados han advertido de que no solo no les gustan las propuestas de Hollande, sino tampoco las de Sarkozy. Ellos quieren menor gasto p¨²blico, impuestos a¨²n m¨¢s bajos para los ricos, m¨¢s recortes de derechos sociales, m¨¢s privatizaciones, rebajas de salarios para los trabajadores que no sean directivos, una jubilaci¨®n m¨¢s tard¨ªa y una menor regulaci¨®n de las actividades financieras y econ¨®micas. Lo de siempre.
Pero, a tenor de los sondeos, una mayor¨ªa de los franceses no parece haberse asustado y hasta el mismo Sarkozy ha tenido que virar a babor y sumarse esta misma semana a la causa de que el Banco Central Europeo empieza a trabajar a favor del crecimiento econ¨®mico.
Hollande, ha escrito Miguel Mora en este peri¨®dico, se ha convertido en ¡°la gran esperanza de muchos europeos para cambiar la historia¡±. Su rebeli¨®n contra el Berl¨ªn de Merkel podr¨ªa encontrar aliados m¨¢s o menos expl¨ªcitos. A Espa?a le vendr¨ªa muy bien, y ya no digamos a Grecia y Portugal. Su insurrecci¨®n tambi¨¦n podr¨ªa llegar a Alemania, donde el SPD pide un cambio de rumbo europeo en la direcci¨®n del crecimiento y el empleo. Y, atenci¨®n, es posible que los socialdem¨®cratas ganen las elecciones alemanas de 2013 o cosechen tal ascenso que Merkel se vea obligada a pedirles apoyo para un gobierno de coalici¨®n. Incluso puede llegar un momento en que el sector exportador germano sea el que pida a gritos la reactivaci¨®n al constatar que sus pedidos se hunden espectacularmente en media Europa.
?Qui¨¦n sabe? Tambi¨¦n puede ocurrir lo contrario. De momento, los electores franceses tienen la palabra. Parad¨®jicamente, si escogen al hombre menos carism¨¢tico que pueda imaginarse, Hollande, su decisi¨®n podr¨ªa tener un profundo alcance europeo. Podr¨ªan volver a hacer historia.
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