Las voces contra el ajuste de Merkel se multiplican en Europa
El presidente del BCE afirma en la Euroc¨¢mara que se necesita un pacto para salir de la crisis Desde los capitanes de abril de Portugal hasta Romano Prodi cada vez son m¨¢s las cr¨ªticas
La receta alemana, basada en imponer estrictos recortes y una reducci¨®n de salarios al menos al Sur de Europa, no funciona: Europa se enfrenta a un largo periodo de austeridad, recesi¨®n, desempleo y ca¨ªda de los niveles de vida, el caldo de cultivo id¨®neo para los movimientos populistas. Cuanto m¨¢s se prolonguen estas condiciones, m¨¢s europeos se volver¨¢n en contra del euro, la inmigraci¨®n y el libre comercio. Ese es el an¨¢lisis que tienen encima de la mesa Washington y Pek¨ªn, que comparten los mercados, sean quienes sean los mercados, y hasta los propios l¨ªderes europeos, siempre en privado y con la boca peque?a. Pero no todo est¨¢ perdido: la sospecha de que la medicina que Alemania est¨¢ obligando a tragar a media Europa no sirve emergi¨® hoy con fuerza en los discursos de los pol¨ªticos europeos, de los banqueros centrales e incluso de los militares portugueses, tras la detonaci¨®n que han supuesto las elecciones en Francia y las serias dificultades de Holanda, el alumno aventajado de Berl¨ªn, que ahora es incapaz de seguir sus pasos. Europa necesita crecer; no basta con el l¨¢tigo de las reformas, de los recortes. No basta con usar la tijera: ese es el mensaje. Las miserias de Atenas, Lisboa y Dubl¨ªn empiezan a verse en las calles de Madrid y Roma: palabras mayores. Y de alguna manera esos miedos est¨¢n a las puertas de Par¨ªs y ?msterdam, el n¨²cleo duro de Europa: palabras aun mayores.
La retirada es la m¨¢s dif¨ªcil de todas las operaciones. Pero quien se empecina en un callej¨®n sin salida y es incapaz de dar marcha atr¨¢s, ?no provoca su propia derrota? Los ecos de esas palabras de Clausewitz se escucharon con voz n¨ªtida en el Parlamento Europeo, en Bruselas, pero tambi¨¦n a casi 2.000 kil¨®metros de all¨ª: en Lisboa, donde los capitanes portugueses que protagonizaron la Revoluci¨®n de los Claveles se negaron a asistir a las celebraciones oficiales. "Las medidas y los sacrificios impuestos a los ciudadanos sobrepasan los l¨ªmites de soportable", dijo Vasco Louren?o, uno de esos capitanes que acabaron con la dictadura portuguesa en 1974. La instituci¨®n que tiene las llaves de la salida de la crisis, el Banco Central Europeo (BCE), no fue tan lejos. Y sin embargo el presidente del BCE, Mario Draghi, dio un giro que puede ser fundamental en la gesti¨®n de la crisis europea, y que indica que los equilibrios de fuerzas han cambiado. Draghi insisti¨® durante un largo discurso en el Europarlamento con la consabida necesidad de recortes y reformas, pero al ser preguntado por Francia sac¨® la pistola y dispar¨® lo que parece el tiro de gracia al fundamentalismo de la austeridad que domina la pol¨ªtica econ¨®mica europea desde hace meses. "Europa necesita un pacto por el crecimiento", espet¨® Draghi.
Nadie en Europa duda de que la austeridad es necesaria. El debate se centra en una cuesti¨®n de dosis: el juego de palabras preferido de alg¨²n diplom¨¢tico en Bruselas viene a decir que el rigor, cuando se administra en exceso, se convierte en rigor mortis. El debate entre austeridad y crecimiento emergi¨® tras superar la fase m¨¢s aguda de la crisis, con Europa y Estados Unidos optando por soluciones opuestas: recortes europeos o alemanes, aplicados con disciplina de mercado, frente a est¨ªmulos americanos. Francia y Holanda vienen ahora a equilibrar esa balanza, en una posici¨®n que puede beneficiar a Espa?a e Italia. Y Draghi se permit¨® terciar en ese debate con una imagen tan po¨¦tica como cargada de significado desde el punto de vista pol¨ªtico e ideol¨®gico: "Estamos en medio de un r¨ªo que debemos cruzar", dijo para justificar que Europa solo est¨¢ viendo, de momento, los efectos negativos de la austeridad: m¨¢s recesi¨®n, m¨¢s paro, m¨¢s pobreza. Se supone que en la otra orilla est¨¢ una recuperaci¨®n de la econom¨ªa europea asentada sobre bases m¨¢s firmes. Pero no hay una base cient¨ªfica que avale esa posibilidad, y de lo momento todo lo que se ve es un frenazo en seco de la econom¨ªa europea. De ah¨ª ese nuevo empuje de la pol¨ªtica europea, que el BCE hace suyo contra todo pron¨®stico.
"Desde un punto de vista abstracto, siempre se puede atender una deuda. Pero hay un umbral pol¨ªtico, social y tal vez moral incluso m¨¢s all¨¢ del cual esta pol¨ªtica se hace inaceptable", dej¨® escrito en su d¨ªa Jack Boorman, del siempre ortodoxo Fondo Monetario Internacional (FMI). Europa, al menos una parte de Europa, est¨¢ cerca de ese punto: sumida en una crisis que ha hecho que el miedo cale en las gentes, y en la que la impresionante disciplina presupuestaria no ha resuelto la confianza en la deuda p¨²blica y en el sistema bancario. En el sur de Europa hace tiempo que algunas voces destacan que la propuesta alemana es contraproducente. Pero la victoria de Fran?ois Hollande en la primera vuelta de las presidenciales francesas ha abierto la veda. El candidato socialista hizo un discurso con una idea fuerza: su victoria "ser¨¢ tambi¨¦n la de una nueva Europa". Hollande no ratificar¨¢ el pacto fiscal si este no se completa con un pacto de crecimiento, lo que lleva a una extra?a asociaci¨®n de ideas con el discurso de Draghi. El peligro ¨²ltimo, dijo el candidato socialista, es que los recortes conduzcan a un populismo como en los a?os treinta del siglo pasado.
Las izquierdas han vagado como verdaderos fantasmas durante dos d¨¦cadas en el continente, pero Hollande vino ayer a vacunar a Francia contra el peligro de olvidarse de la historia. El auge del lepenismo en Francia es el ¨²ltimo cap¨ªtulo de ese resurgir de los extremismos que se repite en Holanda y en Hungr¨ªa, en Finlandia e Italia, incluso en Grecia. "Si Europa no retoma la senda del crecimiento y de la justicia social, los populismos se llevar¨¢n el gato al agua", dijo el candidato franc¨¦s.
Europa ya hab¨ªa hecho t¨ªmidas referencias al crecimiento en las ¨²ltimas cumbres, que nunca han llegado a sustanciarse en medidas, y mucho menos en euros contantes y sonantes. No est¨¢ claro que el pacto por el crecimiento que preconiza Hollande sea el mismo que desea el BCE, mucho m¨¢s partidario de las reformas, viejo eufemismo que normalmente enmascara recortes de derechos. La canciller Angela Merkel hizo de int¨¦rprete de Draghi para llevar el agua a su molino: "Necesitamos crecimiento, crecimiento con iniciativas duraderas, y no simples programas de coyuntura que aumentar¨ªan todav¨ªa m¨¢s la deuda p¨²blica, pero crecimiento como Mario Draghi propone, con reformas estructurales", declar¨®. Tras m¨¢s de una d¨¦cada de congelaci¨®n salarial y en un pa¨ªs en el que m¨¢s de ocho millones de personas ganan 400 euros al mes, uno de los grandes sindicatos germanos, IG Metall, amenaza con una oleada de huelgas si los salarios no suben el 6,5%. La patronal ofrece un 3%. Pero Merkel sigue en sus trece: "Las cargas salariales no deben ser demasiado altas y las barreras al mercado de trabajo deben ser bajas para que cada uno pueda encontrar un empleo".
Y eso es lo que empieza a soliviantar a algunos pol¨ªticos europeos, que consideran que Berl¨ªn ha ido demasiado lejos. Europa acept¨® la austeridad y el resto de dogmas alemanes con la esperanza de que Merkel suavizar¨ªa el tono cuando viera que el resto de Europa abrazaba las reglas fiscales estrictas. No ha sido as¨ª. El pol¨ªtico italiano Romano Prodi capitaliz¨® buena parte del desencanto y propuso un golpe de tim¨®n inmediato: "Si Alemania parece estar convencida de poder hacerlo sola, Italia debe trabajar con Francia y Espa?a para relanzar Europa". "Es necesario cambiar de pol¨ªtica", proclam¨® el ex primer ministro italiano y expresidente de la Comisi¨®n Europea. Su sucesor en Bruselas, Jos¨¦ Manuel Barroso, opt¨® por una declaraci¨®n conciliadora entre esas dos facciones, la alemana y la que emerge a la sombra de Hollande en Francia, y asegur¨® que la profunda crisis europea exige "medidas de consolidaci¨®n fiscal y de crecimiento, como las dos caras de la misma moneda".
"En ¨²ltima instancia, los alemanes intentar¨¢n salvar el euro. Pero en Par¨ªs y en Bruselas preocupa cada vez m¨¢s que para cuando por fin decidan moverse sea demasiado tarde", explicaban fuentes diplom¨¢ticas en la capital europea hace unos d¨ªas. Ante una crisis de mil caras pero que sigue siendo financiera y fiscal, y sobre todo pol¨ªtica, en Europa sigue mandando Alemania y su dogmatismo alrededor de la austeridad: la Uni¨®n ha adoptado en sus tratados el principio de frenar frente al de acelerar. La prueba de que eso no basta es la reacci¨®n de la pol¨ªtica europea tras la primera ronda de las presidenciales francesas. Y la sospecha de que las tesis alemanas han agravado el estancamiento econ¨®mico en casi todos los pa¨ªses de la eurozona, la posibilidad de impago de la deuda soberana de una parte de ellos (que han sobrepasado la categor¨ªa de los perif¨¦ricos) y las inc¨®gnitas sobre la liquidez y la solvencia de la banca, el aparato sangu¨ªneo del sistema econ¨®mico. La aver¨ªa ya va m¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa.
Con informaci¨®n de Miguel Mora (Par¨ªs), Pablo Ordaz (Roma), Isabel Ferrer (La Haya) y Mar¨ªa Antonia S¨¢nchez-Vallejo (Madrid).
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