La UE: un escudo contra los inconvenientes de la globalizaci¨®n y un puente hacia sus oportunidades
El control del proceso de mundializaci¨®n otorga legitimidad a la UE, porque los ciudadanos pueden verla como un elemento protector. Es necesario defender esa imagen ahora que la crisis financiera la empa?a
?Parece estar reservado al pueblo de este pa¨ªs (...) decidir la importante cuesti¨®n de si las sociedades humanas son verdaderamente capaces o no de instituir un buen gobierno a partir de la reflexi¨®n y la elecci¨®n, o si est¨¢n destinados a que su construcci¨®n pol¨ªtica dependa siempre del azar y la fuerza. Si hubiera algo de verdad en la observaci¨®n, la crisis a la que hemos llegado puede considerarse con justicia como la era en la que es preciso tomar esa decisi¨®n? (Alexander Hamilton, Federalist No. 1, Independent Journal, 27 de octubre de 1787).
Muchas discusiones sobre el papel de la Uni¨®n Europea en el proceso de globalizaci¨®n parecen incapaces de no caer en una de estas dos posiciones extremas: la primera cree que la UE es un caballo de Troya que introduce la globalizaci¨®n en el coraz¨®n de Europa; la segunda sugiere que la Uni¨®n Europea es y ha sido la mejor defensa del continente contra las consecuencias negativas de la globalizaci¨®n. La realidad est¨¢ en un terreno intermedio.
Es imposible no mencionar en este contexto la doctrina de la mondialisation ma?tris¨¦e, o globalizaci¨®n controlada, que introdujo en la pol¨ªtica de la UE Pascal Lamy en 1999. Suele pensarse que esta idea comprende el intento de asegurarse de que la globalizaci¨®n (interpretada como la liberalizaci¨®n de la circulaci¨®n internacional de bienes, servicios, capital y mano de obra) vaya acompa?ada de unas normas formales que los grandes actores, incluidos los Gobiernos nacionales, deben respetar.
La creaci¨®n de la OMC puede considerarse un ¨¦xito en el proceso de la globalizaci¨®n controlada
La aplicaci¨®n de la doctrina comenz¨® por el comercio, ya que la globalizaci¨®n suele empezar por su liberalizaci¨®n, y la globalizaci¨®n controlada domin¨® la pol¨ªtica comercial de la UE durante la mayor parte de la pasada d¨¦cada. Su objetivo era crear unas instituciones internacionales fuertes, con normas claras y con el poder de vigilarlas y hacerlas respetar.
Con ese fin, la UE ha tratado de ampliar el alcance de dichas normas, tanto con el intento de incorporar aspectos no comerciales?a la OMC -por ejemplo, las relaciones del comercio con el medio ambiente y la cultura-? como aumentando el n¨²mero de miembros de la Organizaci¨®n. La creaci¨®n de la OMC, por tanto, puede considerarse un ¨¦xito en el proceso de la globalizaci¨®n controlada. Ha hecho posible que la globalizaci¨®n comercial est¨¦ m¨¢s vigilada y sea m¨¢s transparente.
Similares esfuerzos en el ¨¢mbito de las finanzas mundiales han obtenido resultados m¨¢s ambiguos. Al principio, los europeos lograron codificar la norma de la movilidad de capitales dentro de la Uni¨®n Europea y la OCDE, pero el intento de hacer lo mismo en el FMI -hacer que dicha norma fuera vinculante para todo el mundo- fracas¨®. Los flujos de capitales se reg¨ªan y se rigen por el modelo estadounidense de la globalizaci¨®n ad hoc, con arreglo a la justicia trasimaquea, la ventaja del m¨¢s fuerte. En ese sentido, la moneda com¨²n europea podr¨ªa interpretarse como un intento de inmunizar a Europa frente a las fluctuaciones de las divisas internacionales.
La globalizaci¨®n controlada en los momentos apropiados otorga legitimidad a la Uni¨®n Europea, porque hace que pueda parecer capaz de proteger a sus ciudadanos frente a las consecuencias negativas de la globalizaci¨®n. Sin embargo, la crisis financiera reciente parece haber socavado esa imagen.
?Qu¨¦ se puede hacer para recuperarla?
Una posible estrategia es tratar de resolver la crisis, sin m¨¢s, e introducir medidas para evitar su repetici¨®n. El n¨²mero de propuestas incorporadas al debate p¨²blico en los dos ¨²ltimos a?os es ya inmenso sin necesidad de que a?ada yo las m¨ªas. Ahora bien, casi todas -o todas- tienen el mismo defecto: un mayor refuerzo de la coordinaci¨®n supranacional y unas normas m¨¢s estrictas en el ¨¢mbito de la UE cuando, en muchos aspectos, el origen de la crisis est¨¢ en la falta de confianza en las instituciones europeas, porque carecen de la legitimidad que s¨ª poseen los Gobiernos electos de las naciones-estado.
Una forma de resolver el problema de la legitimidad en la UE es la elecci¨®n directa de sus instituciones con poder ejecutivo
Para apoyar las propuestas que pretenden empujar la UE hacia la uni¨®n fiscal suele emplearse una analog¨ªa entre la actual situaci¨®n de la UE y la crisis fiscal estadounidense de la d¨¦cada de 1780, cuando el pa¨ªs pas¨® a un sistema federal como forma de hacer frente a las deudas que ten¨ªan los estados por la guerra revolucionaria. Alexander Hamilton, John Jay y James Madison, en The Federalist Papers, convencieron a la opini¨®n p¨²blica y los miembros de las legislaturas de los estados de que aprobaran el traspaso de algunos poderes fiscales al ¨¢mbito federal, pese a que eso exig¨ªa una constituci¨®n nueva. La nueva Carta estableci¨® una uni¨®n fiscal antes incluso de que Estados Unidos fuera una uni¨®n monetaria completa.
Por el contrario, casi todas las propuestas actuales para una mayor integraci¨®n europea se pueden ver -y muchas veces se ven- como un traspaso de las responsabilidades parlamentarias nacionales a la Comisi¨®n Europea nombrada por los Gobiernos y al Consejo Europeo intergubernamental. La ¨²nica instituci¨®n democr¨¢ticamente elegida en la UE es el Parlamento Europeo (PE). Pero la participaci¨®n en sus elecciones es bastante baja. Adem¨¢s, el poder del Parlamento en el proceso legislativo es limitado. El PE no puede poner en marcha legislaci¨®n y comparte el poder con la Comisi¨®n y el Consejo a la hora de aprobar nuevas normas legales.
Est¨¢ claro que la existencia del Parlamento Europeo en su forma actual no basta para compensar el d¨¦ficit de democracia en el marco institucional de la Uni¨®n. Para remediarlo ser¨ªan necesarios m¨¢s v¨ªnculos entre los parlamentos nacionales y las instituciones europeas. Existen muchas ideas dignas de consideraci¨®n sobre la forma de conseguirlo, como la sugerencia del fil¨®sofo Jurgen Habermas de que los miembros del Parlamento Europeo puedan tambi¨¦n ocupar esca?os en sus respectivos parlamentos nacionales.
No es posible imaginar una uni¨®n pol¨ªtica leg¨ªtima en Europa sin un enfoque menos tecnocr¨¢tico
Una forma evidente de resolver el problema de la legitimidad en la UE es la elecci¨®n directa de sus instituciones con poder ejecutivo. Eso dar¨ªa a todos los ciudadanos la posibilidad de participar en la comunicaci¨®n pol¨ªtica e influir en los procesos de toma de decisiones. Para ello es necesario contar con una opini¨®n p¨²blica europea, un demos europeo. Solo a partir de ese demos puede elaborarse una agenda paneuropea que defina los intereses capaces de unir a personas de distintos pa¨ªses.
Los pol¨ªticos que se presentaran candidatos a los puestos "europeos" de Gobierno (presidente, ministros, comisarios, etc¨¦tera) tendr¨ªan que buscar el apoyo de los ciudadanos, entusiasmarlos y decirles exactamente lo que quieren hacer por ellos. ?Suena a populismo? Esperemos que no en el peor sentido. Pero no es posible imaginar una uni¨®n pol¨ªtica leg¨ªtima en Europa sin un enfoque menos tecnocr¨¢tico que el que tenemos hoy.
Los atributos principales de la integraci¨®n europea, concebidos por estadistas e intelectuales, siempre han estado asociados a la racionalidad y la responsabilidad. Pero la pol¨ªtica no es algo mec¨¢nico. Es un organismo con emociones y ego¨ªsmo.
Si queremos que Europa sea un escudo contra las consecuencias negativas de la globalizaci¨®n y un puente hacia sus oportunidades, necesita un Gobierno leg¨ªtimo que gestione el proceso. En las sociedades democr¨¢ticas, la visi¨®n de los estadistas solo va hasta donde lo permiten los ciudadanos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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