Shafiq no es Mubarak
El pueblo del dictador reniega de ¨¦l, pero apoya a su ex primer ministro
En Kfar Musilha reniegan de su vecino m¨¢s c¨¦lebre, Hosni Mubarak. Pero abrazan sin complejos su legado y piensan votar al ¨²ltimo primer ministro del rais Ahmed Shafiq, que se disputa la presidencia con un islamista. Porque para los habitantes de este pueblo del norte de Egipto, como para gran parte del polarizado electorado, el principal objetivo de la revoluci¨®n era derrocar al dictador Mubarak, al que consideran corrupto y criminal. Eso se consigui¨® hace 16 meses con la toma de Tahrir por las hordas revolucionarias. El resto: reducir el poder¨ªo del Ej¨¦rcito y acometer una verdadera transici¨®n hacia la democracia es algo que no les corre prisa. Lo urgente, dicen, es acabar con la inestabilidad pol¨ªtica y atajar la crisis. Piensan que Shafiq, el candidato del Ej¨¦rcito est¨¢ en condiciones de lograrlo.
En el n¨²mero 8 de la calle Abdel Aziz Basha Fahmi se cri¨® Hosni Mubarak, el hombre que gobern¨® Egipto con pu?o de hierro durante tres d¨¦cadas. Una hilera de limoneros rodea esta bonita villa de aspecto colonial. Un anciano, vestido con galabiya blanca hasta los pies, se apoya en un bast¨®n y recuerda los viejos tiempos sin que el dictador condenado a cadena perpetua le despierte mucha nostalgia. ¡°Al principio fue un buen presidente, pero luego rob¨®¡±, dice. ¡°Aqu¨ª todo el pueblo va a votar a Shafiq. Yo detesto a los Hermanos Musulmanes¡±, a?ade.
La Hermandad deja a pocos indiferentes. Semiclandestina en tiempos de Mubarak, la cofrad¨ªa podr¨ªa ahora hacerse con la presidencia de un pa¨ªs dividido entre laicos y religiosos; revolucionarios y continuistas. Sus seguidores ven en Morsi, su candidato, el hombre capaz de instaurar el islam pol¨ªtico en el pa¨ªs m¨¢s poblado del mundo ¨¢rabe. Sus detractores recelan de un programa islamista que no comparten y que piensan puede ahondar las divisiones internas, espantar a los inversores extranjeros y convertirles en apestados para Occidente.
Mohamed Ahmad Metuali, ingeniero agr¨ªcola de Kfar Musilha explica lo que para los observadores extranjeros podr¨ªa parecer una contradicci¨®n, que muchos egipcios no la viven como tal. ¡°Aqu¨ª todos estamos con la revoluci¨®n, en contra del antiguo r¨¦gimen y vamos a votar a Shafiq porque es un buen pol¨ªtico y porque si hay guerra, necesitaremos a un militar, un hombre fuerte como ¨¦l. Adem¨¢s, incluso el Tribunal Constitucional ha dicho que Shafiq no tiene nada que ver con Mubarak¡±. El pasado jueves, la Corte emiti¨® sendos veredictos que ordenaban la disoluci¨®n del Parlamento controlado por los islamistas y validaron la candidatura de Shafiq, en cuesti¨®n por sus v¨ªnculos con el antiguo r¨¦gimen. Haber encabezado el ¨²ltimo Gobierno de Mubarak y sido ministro de Aviaci¨®n con el rais no ha resultado suficiente para que la Corte descalificara al candidato de la carrera presidencial. Los islamistas y revolucionarios acusan al Ej¨¦rcito de orquestar las decisiones judiciales y las consideran una suerte de golpe de Estado, al quedar el Parlamento en manos de la Junta militar.
En la escuela Abdel Aziz Basha Fahmi estudi¨® Mubarak. Pero no queda ning¨²n signo que recuerde al dictador. La memoria se ha evaporado en los ¨²ltimos meses a marchas forzadas en Egipto. Hoy, en esta escuela, los votantes se acercan para participar en la segunda ronda de las primeras elecciones presidenciales libres. En el aula, en la que los vecinos marcan y depositan las papeletas, un supervisor de los Hermanos Musulmanes y otro de Shafiq se enzarzan en una discusi¨®n a gritos a la que los soldados asisten divertidos. El debate pol¨ªtico en plena calle y en voz alta, reprimido en la dictadura, parece haberse convertido en el nuevo deporte nacional.
En este colegio ha votado parte de la familia Mubarak que todav¨ªa vive en este pueblo de 7.000 habitantes. Mohamed Regal Mubarak es primo del dictador y defensor de su legado y del propio rais, al que considera que se juzga de manera injusta. En su casa, bajo un ventilador, se esfuerza por defender a su primo: ¡°Mubarak no se merece morir en la c¨¢rcel. ?l no mat¨® a los manifestantes. Es un juicio pol¨ªtico¡±, clama. Ni siquiera sus vecinos, que antes le adulaban y ahora le insultan, comparten su compasi¨®n con el dictador.
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