Clinton tiende la mano a Morsi
Estados Unidos apuesta por el ¨¦xito del nuevo presidente islamista de Egipto. La secretaria de Estado abre una nueva era diplom¨¢tica en Oriente Pr¨®ximo.
En un hist¨®rico giro de la pol¨ªtica de Estados Unidos en Oriente Pr¨®ximo, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, expres¨® ayer en El Cairo su apoyo y sus deseos de ¨¦xito a Mohamed Morsi, un l¨ªder de los Hermanos Musulmanes democr¨¢ticamente elegido como presidente de Egipto. Clinton destac¨® que ¡°los intereses compartidos¡± con este nuevo dirigente y con su pa¨ªs ¡°superan ampliamente nuestras diferencias¡±.
Sin entrar con detalle en el dif¨ªcil conflicto institucional que vive esta incipiente democracia, la secretaria de Estado destac¨® que la consolidaci¨®n del hermoso proceso que desde sus primeros d¨ªas en la plaza Tahrir cautiv¨® la atenci¨®n del mundo ¡°exige ahora di¨¢logo y compromiso, una verdadera demostraci¨®n de pol¨ªtica¡± hasta la consecuci¨®n de ¡°una completa transici¨®n a un r¨¦gimen civil¡±.
¡°He venido a El Cairo¡±, declar¨® Clinton tras su encuentro con Morsi, ¡°para reafirmar el rotundo apoyo de Estados Unidos al pueblo egipcio y a su transici¨®n democr¨¢tica. Queremos ser buenos socios y queremos apoyar la democracia conseguida con el coraje y el sacrificio del pueblo egipcio¡±.
La presencia de Clinton en El Cairo constituye un hito de la pol¨ªtica exterior norteamericana. Su conversaci¨®n con Morsi, el l¨ªder de un partido con el que hasta hace muy poco los funcionarios norteamericanos ten¨ªan prohibidos todos los contactos por su presunta vinculaci¨®n con el terrorismo, es una verdadera revoluci¨®n en la forma en que Washington se ha relacionado hasta ahora con los pa¨ªses ¨¢rabes.
Barack Obama pretendi¨® hacer ese cambio desde los primeros d¨ªas de su presidencia. En su visita a Turqu¨ªa, en 2009, y en su posterior discurso en El Cairo ese mismo a?o ya prometi¨® una nueva aproximaci¨®n al Islam y al mundo ¨¢rabe despu¨¦s de las divisiones ocurridas durante la anterior Administraci¨®n. Pero solo ahora, con la llegada al poder de un islamista en el pa¨ªs m¨¢s importante para la estrategia estadounidense en Oriente Pr¨®ximo, se presenta claramente la posibilidad de cumplir esa promesa.
Quiz¨¢ Clinton hubiera preferido ser recibida en El Cairo por un presidente secular m¨¢s f¨¢cil de identificar con la noci¨®n de modernizaci¨®n y progreso. Pero el hecho de que no sea as¨ª, supone tambi¨¦n una oportunidad y un gran reto para el futuro de la diplomacia norteamericana y, en ese sentido, Egipto se presenta como una prueba de fuego. Estados Unidos est¨¢ obligado a hacer equilibrios entre el apoyo al proceso democr¨¢tico, indiscutiblemente representado por el presidente Morsi, y sus intereses de seguridad en la regi¨®n, garantizados durante varias d¨¦cadas por los militares. Washington intenta no tener que tomar bruscamente partido, con la esperanza de que paulatinamente esas dos instituciones, que hoy parecen dif¨ªciles de conciliar, puedan acabar encontrando un terreno de colaboraci¨®n. El control del Ej¨¦rcito por los civiles es la ¨²ltima prueba de una verdadera democracia, pero no necesariamente la primera. Egipto no ser¨ªa el primer pa¨ªs del mundo en el que una democracia se asienta despu¨¦s de un periodo de tutela militar.
Para Estados Unidos, el mantenimiento de un Ej¨¦rcito egipcio poderoso, unido, razonablemente laico y prooccidental, es vital de cara a la estabilidad de la regi¨®n. Ser¨ªa un grave inconveniente para Washington que el avance de la revoluci¨®n o la consolidaci¨®n democr¨¢tica se hicieran al precio del desmantelamiento o el debilitamiento de sus fuerzas armadas, cosa que tratar¨¢ de evitar a toda costa. Clinton transmitir¨¢ personalmente hoy esas garant¨ªas a la m¨¢xima jerarqu¨ªa castrense, Mohamed Husein Tantaui.
Al mismo tiempo, peor a¨²n ser¨ªa la supervivencia de ese Ej¨¦rcito tan querido en el Pent¨¢gono a costa de acallar por las armas el mayor s¨ªmbolo de la primavera ¨¢rabe o de derrocar al primer presidente democr¨¢ticamente elegido en toda la historia de Egipto. El triunfo de Morsi puede ser, por tanto, en estas circunstancias, el paso que Washington necesita para estrenar una nueva era de relaciones con el mundo ¨¢rabe, una en la que no se identifique a los amigos ¨²nicamente por su sumisi¨®n inequ¨ªvoca a los intereses norteamericanos.
Eso no significa que Estados Unidos se tenga que resignar a perder obligatoriamente capacidad de influencia en Oriente Pr¨®ximo. EE UU, que entrega anualmente cerca de 1.500 millones de d¨®lares de ayuda, esencialmente militar a Egipto, adem¨¢s de otros cr¨¦ditos y un paquete de asistencia prometido por Obama hace un a?o, puede seguir siendo un interlocutor fundamental con las fuerzas armadas y a?adir ahora, adem¨¢s, un estimable papel de ¨¢rbitro con los civiles. A estos, por su parte, no solo les apremia la cooperaci¨®n econ¨®mica para que los sue?os revolucionarios puedan materializarse en pan y bienestar, sino que requieren un fuerte aliado internacional que les d¨¦ legitimidad y respaldo.
La misi¨®n de Clinton en Oriente Pr¨®ximo no concluye en Egipto. Contin¨²a ma?ana en el vecino Israel, donde el Gobierno tiene m¨¢s que reticencias sobre cu¨¢l ser¨¢ la actitud de las nuevas autoridades egipcias respecto a la paz que en su d¨ªa firm¨® Anuar el Sadat y que despu¨¦s ratific¨® Hosni Mubarak. Israel y Egipto comparten frontera en el Sina¨ª, una zona conflictiva en la que ayer mismo fueron secuestrados dos turistas norteamericanos. Una de las labores de la Administraci¨®n de Estados Unidos en esta nueva era ser¨¢ la de despejar esas sospechas y tratar de convencer a los israel¨ªes de que sus intereses y su seguridad est¨¢n mejor salvaguardados con un sistema democr¨¢tico en El Cairo.
No es una labor f¨¢cil. Egipto siempre ha tenido una gran influencia entre los palestinos. Ahora puede tener un papel relevante en la reconciliaci¨®n entre las facciones palestinas enfrentadas desde hace a?os. Pero el actual Gobierno de Israel teme que la presencia de Morsi incline la balanza a favor de Ham¨¢s, su enemigo, y en contra de los moderados de Al Fatah, con los que tampoco ha conseguido hasta ahora establecer un di¨¢logo fruct¨ªfero.
Conservando su capacidad de presi¨®n sobre todas las partes, EE UU puede romper el c¨ªrculo vicioso en el que se encuentra esta regi¨®n y dar lugar a un tiempo nuevo mucho m¨¢s constructivo. Pero el riesgo de que eso no ocurra y de que los recelos actuales den paso a un periodo de tensi¨®n entre Israel y Egipto y a una agudizaci¨®n del conflicto palestino-israel¨ª, tambi¨¦n es considerable.
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