Srebrenica, la p¨¢gina negra holandesa de las misiones de paz de la ONU
Eelco Koster, teniente del batall¨®n encargado de proteger a los musulmanes bosnios, vio los primeros cad¨¢veres del genocidio
El 13 de julio de 1995, Eelco Koster, a la saz¨®n teniente de los ¡°cascos azules¡± holandeses destinados en Bosnia, encontr¨® sin saberlo una de las primeras pruebas del genocidio de Srebrenica. Fue durante una inspecci¨®n ocular efectuada junto al cuartel general de la ONU, ocupado por sus hombres en Potocari, la ciudad vecina. ¡°Vimos nueve cad¨¢veres junto a un riachuelo tendidos boca abajo. Iban vestidos de civiles y hab¨ªan sido tiroteados por la espalda. Las heridas parec¨ªan recientes: la sangre no se hab¨ªa secado y tampoco ol¨ªan mal. No llevaban armas¡±, declar¨®, el pasado viernes, ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). Koster iba con el teniente coronel Johannes Rutten, que fotografi¨® la escena. ¡°Cuando regresamos para reportar lo ocurrido, tropezamos con un soldado serbobosnio. Como habl¨® por radio, asumimos que hab¨ªa indicado nuestra posici¨®n y tomamos otra ruta de vuelta¡±. El carrete de fotos se estrope¨® en el laboratorio en circunstancias calificadas oficialmente de error de revelado. Ello impidi¨® demostrar que los ¡°cascos azules¡± supieron, antes de la muerte de unos 8.000 varones bosnio musulmanes, que el general serbobosnio Ratko Mladic planeaba su exterminio.
Koster ha sido el primer miembro del Batall¨®n Holand¨¦s III, destinado en Srebrenica durante la guerra de Bosnia (1992-95), en testificar en el juicio contra el exgeneral serbobosnio. En una tensa comparecencia, el oficial holand¨¦s, hoy coronel de la polic¨ªa militar de su pa¨ªs, revivi¨® una de las p¨¢ginas m¨¢s oscuras de la participaci¨®n holandesa en las misiones de paz de Naciones Unidas. El genocidio es el crimen m¨¢s dif¨ªcil de probar y el peor de la justicia internacional. Implica la destrucci¨®n sistem¨¢tica y premeditada de una comunidad por raz¨®n de raza, etnia, religi¨®n o nacionalidad. En Europa no se hab¨ªa producido desde la II Guerra Mundial. Es cierto que los ¡°cascos azules¡± ten¨ªan ¨®rdenes de no atacar y pidieron sin ¨¦xito ayuda a la OTAN, pero su pasividad no ha podido justificarse.
¡°?Qu¨¦ est¨¢ pasando?¡±, le pregunt¨® un c¨¢mara de la televisi¨®n serbia a un soldado holand¨¦s cuando los varones entre 16 y 70 a?os (en realidad hab¨ªa ni?os de 8 a?os y ancianos de 80) permanecieron en Srebrenica, mientras los dem¨¢s civiles eran expulsados. ¡°Usted sabe perfectamente lo que ocurre¡±, fue la respuesta del militar de la ONU. La conversaci¨®n figura en un video mostrado en La Haya, sede del TPIY, durante la declaraci¨®n de Koster. ¡°Mladic nos amenaz¨® si no colabor¨¢bamos¡±, dijo. Su comandante, Thom Karremans, declar¨® en 1996 ante el TPIY haberle pedido cuentas a Mladic del material militar sustra¨ªdo por los soldados serbobosnios. Sin embargo, seg¨²n dijo, no vio a ning¨²n deportado y menos a¨²n a los muertos.
Veinte d¨ªas despu¨¦s de los hechos, los soldados holandeses fueron recibidos en Zagreb con una fiesta por el socialdem¨®crata Wim Kok, entonces primer ministro. Tambi¨¦n acudi¨® el pr¨ªncipe heredero, Guillermo de Orange. Las im¨¢genes del evento, entre risas y cervezas, resultan poco apropiadas. Pero la sensaci¨®n que transmiten los uniformados es de alivio. Hab¨ªan dejado atr¨¢s el horror y eran bien recibidos por los suyos. Con el tiempo, m¨¢s de la mitad abandonaron el Ej¨¦rcito. Hoy en d¨ªa, a¨²n se re¨²nen y apoyan gracias a la Asociaci¨®n del Dutchbat III que crearon.
En 2002, el Instituto holand¨¦s para a Documentaci¨®n de la Guerra fue implacable. En un informe que constituye la versi¨®n oficial del genocidio puede leerse lo siguiente: ¡°Los soldados holandeses no ten¨ªan el entrenamiento adecuado para una misi¨®n as¨ª. Carec¨ªan de un mandato claro de la ONU y la responsabilidad final de la tragedia es de Mladic. Pero no investigaron los testimonios de las matanzas hechos por civiles bosnio musulmanes. Tampoco las impidieron¡±. El Gobierno de centro izquierda de la ¨¦poca acept¨® la responsabilidad moral de lo ocurrido y dimiti¨®. Desde 2009, en el?Canon, un libro de historia nacional recomendado en las escuelas, Srebrenica ocupa dos p¨¢ginas. Explica el genocidio, apunta que a veces estas operaciones salen mal, y subraya que ¡°Holanda seguir¨¢ jugando un papel en las misiones de paz de la ONU¡±.
Desde el banquillo de los acusados, Mladic, que permaneci¨® 16 a?os huido, mantiene que orden¨® ¡°la evacuaci¨®n, y no la deportaci¨®n¡±, de los refugiados atrapados en Srebrenica. Tom¨® la ciudad porque estaba llena de soldados bosniomusulmanes que mataban y destru¨ªan objetivos serbios en los alrededores. Como le dijo al propio teniente Koster aquel 13 de julio de 1995, deb¨ªa ¡°encontrar a los criminales de guerra para intercambiarlos con los soldados serbios hechos prisioneros¡±. En consecuencia, los cerca de 30.000 ancianos, mujeres y ni?os que fueron sacados a la fuerza de Srebrenica, no ten¨ªan nada que temer.
Mladic no puede negar el genocidio puesto que el propio TPIY ha dictado ya sentencia por ello, entre otros, contra el general Radoslav Kirstic, jefe de uno de los cuerpos que consum¨® la matanza. En 2007, el Tribunal Internacional de Justicia, m¨¢ximo ¨®rgano judicial de la ONU, calific¨® a su vez de genocidio las muertes de Srebrenica. Por eso su estrategia consiste en descargar la culpa en sus tropas. Y en recordar que abandon¨® Srebrenica entre el 14 y 17 de julio, hecho documentado, cuando las ejecuciones sumarias alcanzaron su punto ¨¢lgido.
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