¡°En la batalla de Alepo habr¨¢ muchos m¨¢rtires¡±
El comandante del Ej¨¦rcito Libre de Siria en la ciudad sitiada, Al Haji, quiere un pa¨ªs gobernado por civiles
A veces se le ve tras la mesa de un despacho de la escuela donde se acuartelan los rebeldes, escoltado por dos hombres armados, con camisa verde y pistola al cinto; en otras descansa apoyado en la pared junto a las escaleras del colegio en camiseta de tirantes y chanclas mientras departe con los soldados o les ri?e como si fuera un maestro. Tambi¨¦n se le puede encontrar en el frente, en las calles de Alepo, dando ¨®rdenes con el walkie-talkie, siempre con el semblante tranquilo, en medio de los disparos y los proyectiles de los tanques.
Abdulkader al Saleh, Al Haji Mara, como le llaman sus hombres, ha aparecido a veces en la prensa como un portavoz de los rebeldes de Alepo, pero en realidad es el primer comandante del Ej¨¦rcito Libre de Siria, al frente del batall¨®n Tawheed (Unidad), que agrupa a todas las brigadas que luchan estos d¨ªas con las tropas de Bachar el Asad en los suburbios de Alepo. Sus soldados veneran su nombre, pero ¨¦l trata de restarle importancia y dice ser un tipo normal. ¡°Estaba mejor con el aire acondicionado de mi oficina que ahora haciendo la guerra¡±, bromea.
Antes de ser el l¨ªder de la revuelta en Alepo, Al Haji era un hombre de negocios dedicado a la importaci¨®n y exportaci¨®n de alimentos. Cuando comenzaron las manifestaciones contra el r¨¦gimen pas¨® a la clandestinidad. Desde all¨ª empez¨® junto a otros colegas a barruntar la idea de atacar al r¨¦gimen en una de las grandes ciudades del pa¨ªs. No ten¨ªa m¨¢s conocimientos militares que los de una mili de dos a?os, pero los comit¨¦s locales de la zona lo eligieron finalmente a ¨¦l como el hombre que deb¨ªa llevarles a dirigir la revuelta. Empez¨® en Tallrifat y en Marea a combatir a las fuerzas de El Asad y a mediados de julio asalt¨® los suburbios del este de la ciudad para ir tomando poco a poco un mayor n¨²mero de barrios.
Delgado, con barba espesa, ojos peque?os y aspecto duro, suele atender a las preguntas de los periodistas con un cierto aire de escepticismo, siempre con una leve sonrisa que nunca termina de ense?ar los dientes. Las preguntas de estos d¨ªas han cuestionado la dureza de los castigos que imponen los rebeldes a los temidos shabiha, los matones del r¨¦gimen de El Asad. ?l ha manifestado su sorpresa por las reacciones a la ejecuci¨®n de varios miembros de la familia Barri, un clan al servicio de la dictadura. ¡°S¨ª claro que me han sorprendido las reacciones, pero las de la gente, que nos tra¨ªa dulces y pasteles por haberles matado¡±.
En las clases de la escuela, los prisioneros esperan para ser llevados en un cami¨®n a las prisiones de los alrededores. Al Haji dice que a los ¨²nicos que ejecutan es a los shabiha y que a los militares se les trata bien. Por las noches se escuchan gritos y golpes y, a veces, son visibles en el patio del colegio los moratones de los golpes recibidos en la cara de los ladrones y criminales que los rebeldes han arrestado.
Al Haji se expresa con los pies en el suelo. Mira al cielo para decir ¡°Inshal¨¢¡± en se?al de que espera la ayuda de la providencia, pero no para de insistir en que ¡°esto es una batalla y habr¨¢ muchos m¨¢rtires¡±. Asegura que no han recibido ayuda de ninguna potencia extranjera y, aunque no oculta que necesita armas para derribar los aviones y los helic¨®pteros, afirma una y otra vez que ser¨¢n solo los sirios los que acaben con el r¨¦gimen. ¡°Quiero una Siria gobernada por civiles donde convivan todas las confesiones y donde todo el mundo tenga sus derechos, dignidad y libertad¡±.
Padre, profesor, juez, estratega, soldado y l¨ªder. Las diferentes caras de Al Haji han hecho que su nombre corra como la p¨®lvora en las ciudades cercanas a Alepo. Los soldados resaltan su camarader¨ªa. ¡°Nos trata como iguales¡±, dice Hussain Ali, un combatiente en el pueblo de Marea. ?l atribuye su ¨¦xito a un grupo muy unido que habla amistosamente sobre todos los problemas a los que se enfrentan.
Un ej¨¦rcito de 20.000 soldados llegar¨¢ hasta Alepo para combatir contra las tropas de Al Haji. ?l est¨¢ convencido de que resistir¨¢n las posiciones tomadas en estas ¨²ltimas semanas. Lo que ocurra lo acabar¨¢ convirtiendo en un h¨¦roe, quiz¨¢s en un l¨ªder de la nueva Siria, o en un m¨¢rtir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.