Robert Mugabe, un tirano con seis carreras
El ¨²nico presidente que ha conocido Zimbabue en 32 a?os es quien fuera su libertador en este tiempo. Los 11 a?os que estuvo en prisi¨®n los aprovech¨® para formarse. Ha convertido el asesinato y la tortura contra negros y blancos en moneda corriente.
Robert Mugabe, percibido como el gran tirano africano de nuestros tiempos, persona non grata en la Uni¨®n Europea y Estados Unidos, tiene sus cosas buenas. Es un asesino y un racista, pero tambi¨¦n liber¨® a su pueblo, Zimbabue, del yugo colonial blanco, primero recurriendo a las armas; finalmente, a la negociaci¨®n. Y es un hombre culto: durante los 11 a?os que estuvo en prisi¨®n acumul¨® seis t¨ªtulos universitarios y durante la mitad de los 32 que lleva en el poder Zimbabue ha tenido seguramente el mejor sistema de educaci¨®n p¨²blica de ?frica, lo cual a su vez incidi¨® en un sistema bancario eficaz y una econom¨ªa s¨®lida basada en el suministro de alimentos a los pa¨ªses vecinos.
Todo cambi¨® despu¨¦s de que Mugabe se casara con su segunda esposa, la bella y ambiciosa y joven Grace Marufu. Ella le corrompi¨®, o deton¨® sus peores tendencias, con graves consecuencias para la naci¨®n; la pareja ha sido la versi¨®n africana de Paris y Elena, Sans¨®n y Dalila, Antonio y Cleopatra. Esta, al menos, es la lectura que muchos zimbabuenses han querido hacer de la subida y descenso del imperio Mugabe. Grace significa gracia en ingl¨¦s. En las calles de Harare, la capital de Zimbabue, la llaman Dis Grace (desgracia). Cuando se cas¨® con Mugabe, en 1996, ella ten¨ªa 30 a?os; ¨¦l, 72. Asistieron 12.000 invitados a la llamada ¡°boda del siglo¡± de Zimbabue. El lujo y el despilfarro de aquella ceremonia, el sometimiento de Mugabe a los extravagantes caprichos de su nueva mujer, anticiparon la decadencia a la que sucumbir¨ªa el r¨¦gimen en los a?os siguientes y el caos en el que s¨²bitamente se hundir¨ªa la econom¨ªa del pa¨ªs, provocando un deterioro catastr¨®fico en el valor de la moneda y una fuga masiva de sus ciudadanos a la vecina Sud¨¢frica.
Nada de lo que ha hecho Mugabe ha provocado m¨¢s inter¨¦s o indignaci¨®n en el resto del mundo que su pol¨ªtica de desalojo forzado de los granjeros blancos y la expropiaci¨®n de sus tierras. Esto en s¨ª no ten¨ªa por qu¨¦ ser tan criticado. Exist¨ªa una injusticia palpable; Mugabe ¡ªpor m¨¢s que fuera un resentido, toda la vida albergando sentimientos hostiles hacia gente de piel blanca¡ª ten¨ªa motivos. Veinte a?os despu¨¦s de la liberaci¨®n e independencia de Zimbabue, los blancos representaban el 1% de la poblaci¨®n, pero segu¨ªan siendo due?os del 70% de la tierra cultivable del pa¨ªs. El problema fue, sin embargo, no solo que los desalojos se llevaron a cabo con violencia, sino que las tierras confiscadas pasaron en muchos casos a manos de Mugabe y de sus favoritos. La producci¨®n de alimentos cay¨®, casi de la noche a la ma?ana, en un 70%. Mientras la gente sufr¨ªa hambre y la inflaci¨®n se disparaba (se llegaron a imprimir billetes con un valor de 50.000 millones de d¨®lares zimbabuenses), Mugabe y su esposa se regalaron cinco de las fincas y en una de ellas se construyeron un palacio residencial conocido por la ciudadan¨ªa como Graceland, el nombre de la mansi¨®n donde vivi¨® Elvis Presley.
Las tierras que expropi¨® a la minor¨ªa blanca con extrema violencia acabaron en manos del dictador y su entorno
De menor inter¨¦s para los pa¨ªses occidentales, ya que las v¨ªctimas fueron negras, fue la aventura de Mugabe en la gran guerra africana del Congo, que dur¨® entre 1998 y 2008 y se cobr¨® m¨¢s de dos millones de vidas. Esto tampoco, a primera vista, ten¨ªa por qu¨¦ ser tan criticado. Mugabe acud¨ªa en defensa del Gobierno vecino, a petici¨®n expresa. El problema fue que el motivo real de Mugabe para enviar su ej¨¦rcito al Congo nada ten¨ªa que ver con la democracia o la solidaridad. El objetivo era el pillaje de diamantes. Si la entrada en Zimbabue de los diamantes expropiados hubiera tenido alg¨²n efecto en la econom¨ªa general del pa¨ªs, quiz¨¢ se le podr¨ªa ¡ªhasta cierto punto¡ª haber perdonado. Pero result¨® que, como en el caso de las tierras expropiadas, el bot¨ªn pas¨® a manos del dictador y sus compinches. Acto seguido, Grace cogi¨® la costumbre de utilizar aviones de la l¨ªnea a¨¦rea estatal Air Zimbabwe para viajes de compras a Malasia. Iba con los aviones cargados de dinero en efectivo; volv¨ªa con los aviones cargados de neveras y otros electrodom¨¦sticos.
El desempleo y el hambre crecieron, y si el pa¨ªs no cay¨® en la cat¨¢strofe total fue no por la intervenci¨®n del Gobierno, sino por las remesas que llegaban de Sud¨¢frica, donde se estima que hasta cinco millones de zimbabuenses han emigrado en la ¨²ltima d¨¦cada y media (la poblaci¨®n de Zimbabue en 1998 era de 12 millones). La feliz iron¨ªa radicaba en que, gracias al excelente sistema educativo que hab¨ªa creado Mugabe, muchos de los inmigrantes de su pa¨ªs han podido competir con ventaja en el mercado de trabajo sudafricano. Otra iron¨ªa consist¨ªa en que, inspirados en parte en el ejemplo democr¨¢tico sudafricano, y en particular en el de Nelson Mandela, que en privado expresaba un desprecio ol¨ªmpico por Mugabe, surgi¨® un partido serio de oposici¨®n, el Movimiento por el Cambio Democr¨¢tico (MDC en sus siglas en ingl¨¦s). Mugabe respondi¨® del mismo modo con el que en su d¨ªa el r¨¦gimen blanco se hab¨ªa enfrentado a ¨¦l y a sus luchadores por la libertad. Con violencia extrema y c¨¢rcel.
La presi¨®n internacional, cuya principal expresi¨®n fue un r¨¦gimen de sanciones de la UE y Estados Unidos contra la c¨²pula del Gobierno de Zimbabue, oblig¨® finalmente a Mugabe a celebrar elecciones en 2008, y desde entonces el pa¨ªs ha sido gobernado por una fr¨¢gil y tensa coalici¨®n en la que Mugabe sigue como presidente y el l¨ªder del MDC, Morgan Tsvangirai, ejerce de primer ministro. La ayuda de fuera se ha incrementado notablemente desde aquellas elecciones, y el hambre ya no asuela con la misma intensidad a la poblaci¨®n. Grace sigue con su vida de lujo asi¨¢tico, pero a Mugabe quiz¨¢ no le queden muchos a?os para disfrutarla con ella. Tiene 88 a?os y hay insistentes rumores de que est¨¢ enfermo de c¨¢ncer.
Cuando se haga balance de su vida, formar¨¢ parte de la larga lista de dictadores africanos de los ¨²ltimos 50 a?os, pero con la peculiaridad de haber sido un hombre especialmente culto y especialmente racista (contra los blancos). Como ha dicho John Sentamu, el arzobispo de York (Inglaterra), pero nacido en Uganda, Mugabe es ¡°un dictador racista del peor tipo¡±.
Envi¨® un contigente de tropas entrenadas en Corea del Norte para aniquilar a unas 20.000 personas de etnia ndebele
Pero Mugabe tambi¨¦n ha demostrado ser racista de una manera m¨¢s habitual en ?frica. Contra gente con el mismo color de piel que ¨¦l, pero de otro grupo ¨¦tnico. A principios de los ochenta, justo despu¨¦s de que Zimbabue lograra la independencia, Mugabe, que pertenece a la tribu shona, como casi todos sus aliados en el Gobierno, decidi¨® recurrir al terror para acallar a sus rivales pol¨ªticos negros y consolidar su poder personal. Envi¨® un contingente de tropas entrenadas en Corea del Norte a Matabeleland, al sur del pa¨ªs, a llevar a cabo algo muy parecido a la limpieza ¨¦tnica. Murieron como m¨ªnimo 20.000 personas, pertenecientes todos a una tribu que no era la suya, los ndebeles, y durante cuatro a?os el asesinato y la tortura fueron la orden del d¨ªa. Tal crueldad no provoc¨® ni sanciones en el mundo occidental ni ¡ªapenas¡ª condenas. La muerte de una docena de granjeros blancos y la expropiaci¨®n de sus tierras produjeron repudio universal en los pa¨ªses ricos de Occidente y convirtieron a Mugabe en un paria internacional, pero cuando extermin¨® a su propia gente, como si fueran ratas, hubo poco inter¨¦s en el extranjero.
Mugabe pas¨® de liberador a opresor de su pueblo, de luchador por la democracia a tirano corrupto, que hundi¨® a su gente en la pobreza mientras ¨¦l y su esposa se enriquecieron de la manera m¨¢s burda. Se le recordar¨¢ fuera de ?frica como un tirano que odi¨® a los blancos. Mucho m¨¢s grave e injustificado fue el odio que demostr¨® hacia su propia gente, no solo hacia las v¨ªctimas ndebeles de sus masacres, sino hacia todos. Los hundi¨® en la miseria motivado por el ego¨ªsmo y la avaricia, tras traicionar los ideales que lo condujeron a la pol¨ªtica en el primer lugar. Como tantos a lo largo de la historia humana.
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