¡°No tenemos prisiones, sino tumbas¡±
Los rebeldes sirios se mueven en muchas zonas que apenas controlan y sin saber qui¨¦n es amigo o enemigo El Ej¨¦rcito controla las carreteras
Un gran retrato de Bachar el Asad aparece sonriendo en la cuneta derecha de la autopista que lleva de Homs a Damasco, una ruta tomada por el r¨¦gimen. Varios controles de polic¨ªa paran veh¨ªculos al azar, buscando a combatientes rebeldes que se dirigen hacia la capital y grandes camiones del Ej¨¦rcito gubernamental se mueven a sus anchas conducidos por soldados vestidos de verde oscuro, escoltados por coches repletos de shabiha (sanguinarias milicias de El Asad). A ambos lados del camino se avistan francotiradores mirando a trav¨¦s de sus miras telesc¨®picas, apostados en los tejados. El espect¨¢culo es aterrador para todo miembro de la resistencia que se mueva por las carreteras del sureste del pa¨ªs.
Caos es la palabra que define toda esa zona, donde el Gobierno ha decidido desplegar su potencial militar en toda la provincia de Homs y en la frontera de L¨ªbano hasta Damasco, miles de soldados y centenares de tanques instalados en controles fijos o volantes, con operaciones sorpresa del Ej¨¦rcito Libre de Siria en cualquier enclave enemigo. Moverse por libre es pr¨¢cticamente imposible para los opositores que deben saber por d¨®nde circular, en qu¨¦ casa refugiarse y viajan de un lado a otro en veh¨ªculos destartalados, con numerosos problemas mec¨¢nicos que ponen a menudo en peligro la vida de sus ocupantes, sufriendo alg¨²n que otro accidente de tr¨¢fico por la extrema dificultad de las carreteras secundarias que se ven obligados a tomar, movi¨¦ndose con extrema lentitud y precauci¨®n.
En apenas unos kil¨®metros se puede pasar de territorio tomado a territorio liberado, como de Annabek a Yabrud, e incluso en algunas localidades fronterizas como Flita o Kara hay a la vez presencia del ELS y de informadores del Anisam (r¨¦gimen) que siguen viviendo en sus casas, tal vez en la del vecino, de modo que saber qui¨¦n es qui¨¦n y en qu¨¦ bando est¨¢n resulta esencial para sobrevivir. La situaci¨®n llega a tal punto que una simple barba afeitada es motivo de sospecha y desconfianza entre las filas de los rebeldes, que se la dejan crecer para diferenciarse de los soldados de El Asad.
Entre las filas del ELS hay numerosos traidores que logran infiltrarse con la excusa de pasarse al otro bando, como Ahmad, un supuesto desertor de 23 a?os y con incipiente barba que pas¨® inadvertido durante tres semanas en una katiba (brigada) situada en zona fronteriza. Le descubrieron cuando intentaba delatar a un conocido contribuyente de la causa siria y l¨ªder de la katiba Al Jadra. El joven fue desnudado, golpeado y torturado durante tres horas en un cuarto de ba?o hasta que confes¨® que era hijo de un destacado shabiha, le prometieron 21.000 d¨®lares por la operaci¨®n. Lo maniataron y lo dejaron en el suelo de una cocina con la cara destrozada, donde esta periodista lo vio por ¨²ltima vez. El l¨ªder de Al Jadra le perdon¨® la vida, pero el comandante de la Katiba dudaba. ¡°Aqu¨ª no tenemos prisiones, tenemos tumbas¡±, afirm¨®, ¡°aunque puede que lo intercambiemos por prisioneros siendo hijo de quien es¡±. En esa misma casa ten¨ªan prisioneros a dos soldados alau¨ªes a los que hab¨ªan capturado y que utilizaban como sirvientes. Les encargaron limpiar la sangre, mientras cocinaban sus mejores platos y limpiaban cada m¨ªnima migaja de pan, y¨¦ndoles la vida en ello.
La confusi¨®n es tal en las carreteras de la zona que hasta el mismo ELS tiene dificultades para coordinarse y reconocer a sus hombres. Prueba de ello es la experiencia del fot¨®grafo freelance Alessio Romenzi hace un par de semanas. ¡°Estaba en Zabadani movi¨¦ndome en coche hacia Damasco y de noche en un veh¨ªculo conducido por gente del ELS. Vimos un control en mitad de la carretera y el conductor salt¨® del coche en marcha pensando que eran shabiha del Gobierno. Resultaron ser del propio ELS. Ambos se apuntaron con las armas, nos detuvieron, nos vendaron los ojos y nos ataron las manos a la espalda. No pod¨ªan comunicarse con el lugar del que ven¨ªamos porque estaba siendo bombardeado, de modo que estuve detenido durante dos horas hasta que se aclar¨® el asunto¡±, explica.
Las monta?as que separan Siria de L¨ªbano est¨¢n cuajadas de controles militares del Gobierno, uno cada 400 metros, con tanques que bombardean ante el m¨¢s m¨ªnimo movimiento, coches o perros que van a la caza de refugiados que huyen de Damasco y pagan 500 d¨®lares por un pasaporte falso y por mes utilizado, combatientes o traficantes de armas. El Ej¨¦rcito utiliza reflectores que iluminan una distancia de tres kil¨®metros y helic¨®pteros que sobrevuelan la zona incluso de noche.
La ¨²nica salida hacia el pa¨ªs vecino es a trav¨¦s de esos altos picos de hasta 2.000 metros y a pie, donde disparan a matar y solo unos pocos se arman de valor para cruzar con mucho peligro cualquiera de los puntos fronterizos comprendidos entre Al Quasayr y Zabadani, unos 100 kil¨®metros en total. Hay que escalar durante horas y esquivar a la muerte, sorteando a las tropas de El Asad instaladas desde hace al menos 20 d¨ªas para blindar ese paso, reforzado al otro lado por Hezbol¨¢, las milicias libanesas aliadas de El Asad.
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