Las luces se apagan en Atenas
En su ¨²ltimo ensayo, una recopilaci¨®n de art¨ªculos publicados entre 2009 y 2012, el escritor griego ofrece un desolador retrato de su pa¨ªs inmerso en la ruina y el des¨¢nimo
En Grecia, adem¨¢s de nuestro Parlamento con sus siete partidos pol¨ªticos, existe un sistema no parlamentario que forman cuatro partidos: son los cuatro pedazos en los que se ha quedado dividida nuestra sociedad despu¨¦s de 18 meses de crisis econ¨®mica. El creciente agravamiento de la crisis y la lucha diaria por la supervivencia no han logrado acortar las distancias entre estas partes. Muy al contrario, la brecha que las separa es cada vez mayor. Y, aunque se crean coaliciones entre ellas, hay tambi¨¦n guerra en las trincheras.
? En primer lugar, encontramos el 'partido de los beneficiarios', al que pertenecen todos esos empresarios que se han beneficiado del mercantilismo pol¨ªtico durante los ¨²ltimos treinta a?os, especialmente las empresas de construcci¨®n. ?stas vivieron su apogeo en el preludio de los Juegos Ol¨ªmpicos de 2004, cuando se aprovecharon de un Estado que se ve¨ªa obligado a pagar a un precio inusitado cualquier encargo urban¨ªstico. Tambi¨¦n pertenecen al partido de los beneficiarios las empresas que abastec¨ªan a los servicios p¨²blicos, por ejemplo, aquellas que suministraban productos farmac¨¦uticos y equipos m¨¦dicos a los hospitales estatales. Hasta hace muy poco tiempo los griegos no eran conscientes del volumen de dinero que se ha despilfarrado en este sentido. Hasta ahora eran los hospitales los encargados de comprar las medicinas y los equipos m¨¦dicos. Ahora el Ministerio de Sanidad ha establecido que la adquisici¨®n de productos se realice a trav¨¦s de Internet y ha puesto a disposici¨®n de las instituciones 9.937.480 euros, una suma que se adecua al volumen de gasto que se hab¨ªa venido generando hasta el momento. Sin embargo, esta operaci¨®n ha revelado que el precio real de los medicamentos solo asciende a 616.505 euros, es decir, un 6,2% de la cantidad que se hab¨ªa invertido anteriormente. Sin las nuevas medidas de contenci¨®n del gasto todo habr¨ªa continuado como antes, puesto que precisamente estos beneficiarios, las empresas de construcci¨®n y los proveedores de las cl¨ªnicas, formaban una coalici¨®n con el partido del Gobierno y con sus ministros que no funcionaba nada mal.
Todos en el aparato del Estado sab¨ªan de la existencia de estos contactos y del coste que supon¨ªan para la sociedad, pero todos callaban. No solo porque los partidos se embolsaban as¨ª enormes donativos, sino porque estos sectores corruptos financiaban campa?as electorales a los diputados, quienes a su vez se aseguraban buenos puestos de trabajo para sus familiares.
El desolador paisaje de negocios vac¨ªos comienza a ser un elemento com¨²n
Al partido de los beneficiarios tambi¨¦n se le podr¨ªa denominar partido de los defraudadores, pues todos ellos lo son sin excepci¨®n, especialmente los trabajadores aut¨®nomos con ingresos elevados, como m¨¦dicos o abogados. Cuando un griego va a la consulta de un m¨¦dico, ¨¦ste le informa: ¡°La visita son 80 euros, si quiere factura, entonces ser¨¢n 110¡±. Y as¨ª, la mayor¨ªa de los pacientes renuncian a la factura y se ahorran treinta euros. Debido al acuerdo entre estos profesionales y el partido del Gobierno, las autoridades callan y hacen la vista gorda.
Mientras tanto, el conjunto de los ciudadanos sin recursos no deja de crecer. Muchos de ellos no pueden ni siquiera costearse sus medicamentos. ?Qu¨¦ hacen entonces? Recurren a la organizaci¨®n M¨¦dicos sin Fronteras, que proporciona de forma gratuita algunas medicinas. Las dos cl¨ªnicas de M¨¦dicos sin Fronteras que existen en Atenas est¨¢n pensadas para asistir a inmigrantes sin recursos, que llegan a Grecia desde ?frica en barcas de remos. Pero cada vez son m¨¢s los griegos que piden ayuda. Algunos d¨ªas hay casi mil personas haciendo cola en M¨¦dicos sin Fronteras.
Entre ellos, por ejemplo, diab¨¦ticos que ya no pueden permitirse comprar insulina. La miseria de los inmigrantes se extiende a los griegos. Hasta hace apenas medio a?o, cuando me asomaba a la calle desde el balc¨®n de mi casa, ve¨ªa a inmigrantes que revolv¨ªan entre los cubos de basura, en busca de algo para comer. En las ¨²ltimas semanas, se han unido a ellos cada vez m¨¢s griegos. No quieren revelar su miseria, por eso hacen su ronda a primera hora de la ma?ana, cuando las calles est¨¢n casi desiertas.
Algunos d¨ªas hay casi mil personas haciendo cola en M¨¦dicos sin Fronteras
Est¨¢ claro que los beneficiarios y los defraudadores no tienen tales preocupaciones. Apenas sienten que el pa¨ªs est¨¢ en crisis. Antes de que Grecia entrase en esta situaci¨®n, ya hab¨ªan trasladado su dinero al extranjero. Mientras que los bancos griegos han perdido en los ¨²ltimos 18 meses alrededor de 6.000 millones de euros, los bancos extranjeros ¡ªespecialmente los suizos¡ª se frotan las manos.
Y tambi¨¦n son los beneficiarios quienes, en evidente sinton¨ªa con el Partido Comunista, abogan por el retorno del dracma. Cuentan con multiplicar su riqueza y poder as¨ª comprar, con toda tranquilidad, una importante parte del patrimonio del Estado, que ¡ªya sea con euros o con dracmas¡ª deber¨¢ ser privatizado forzosamente, pues el Estado carece de recursos.
Una tercera ¡ªy fatal¡ª coalici¨®n la forman el Gobierno griego y los agricultores, que tambi¨¦n son a su vez miembros del partido de los beneficiarios. Desde la entrada de Grecia en la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) en el a?o 1981 todos los gobiernos griegos se han quejado del destino de sus ¡°pobres campesinos¡± y han proclamado que ¨¦stos merec¨ªan una vida mejor. Hace tiempo que estos agricultores se han asegurado una vida mucho mejor, gracias a las subvenciones agr¨ªcolas de la Uni¨®n Europea.
En muchos bloques de viviendas ya no se enciende la calefacci¨®n
Dichas subvenciones se repart¨ªan de forma arbitraria, sin revisar y sin comprobar si los subsidios solicitados se correspond¨ªan con la producci¨®n real. Los agricultores enterraban sus productos, proporcionaban cifras falsas y se llevaban el dinero. Adem¨¢s, el Banco Agr¨ªcola Griego les otorgaba generosos cr¨¦ditos que, a d¨ªa de hoy, todav¨ªa no han sido devueltos.
Mientras, en el Gobierno, los amigos de los agricultores no ejerc¨ªan presi¨®n alguna, porque los votos del campo eran muy valiosos. En la actualidad el Banco Agr¨ªcola est¨¢ en quiebra y estos campesinos se pasean por su pueblo en sus Jeep Cherokee.
? El segundo de los cuatro partidos en los que Grecia se divide en la actualidad podr¨ªa denominarse el partido de los honrados, aunque yo prefiero llamarlo el partido de los m¨¢rtires. A este partido pertenecen los due?os de peque?as y medianas empresas, sus trabajadores y los peque?os aut¨®nomos, por ejemplo los taxistas o los t¨¦cnicos. Ellos rebaten la opini¨®n, tan extendida en Europa, de que los griegos son unos comodones y se zafan del trabajo. Trabajan duro y pagan religiosamente sus impuestos. Sin embargo, aunque el partido de los m¨¢rtires es el mayor de los grupos no parlamentarios, no es lo suficientemente fuerte para aliarse con nadie. Por eso lo explotan por todas partes. Son los que mayores sacrificios realizan a causa de la crisis, por eso me gusta llamarlos m¨¢rtires.
Por todas partes es posible ver largas colas de taxis a la espera de clientes
El mayor golpe para la peque?a y mediana empresa es la recesi¨®n. El desolador paisaje de las tiendas o negocios vac¨ªos comienza a ser un elemento com¨²n en todos los barrios de Atenas, incluso en las zonas comerciales m¨¢s elegantes. Por ejemplo, la calle Patission. La Patission, como la llaman los atenienses, es la m¨¢s antigua de las tres calles en las que se divide el centro de la capital y se considera el bulevar de la clase media. Como vivo por esa zona, conozco muy bien la calle. La Patission estaba siempre muy mal iluminada, pero no importaba porque los escaparates brillaban con luz propia. Estos d¨ªas, por la noche la calle est¨¢ oscura como boca de lobo: uno de cada dos comercios ha cerrado y los que todav¨ªa siguen abiertos, intentan sobrevivir a golpe de ofertas especiales.
En la calle Aiolous, una v¨ªa tambi¨¦n situada en el centro y que siempre hab¨ªa constituido un destino comercial para aquellos con menos ingresos, la situaci¨®n es a¨²n m¨¢s terrible. Quedan todav¨ªa algunas tiendas, pero est¨¢n vac¨ªas, los clientes no acuden a comprar. As¨ª que la calle Aiolous se ha convertido en una zona peatonal sin peatones. ¡°?Cu¨¢nto tiempo podr¨¦ aguantar?¡±, me preguntaba la due?a de una peque?a tienda de ropa de caballero en la que entr¨¦ a comprar calcetines. ¡°Pueden pasar d¨ªas hasta que aparece un cliente¡±. En los ¨²ltimos tiempos, uno vacila mucho antes de entrar en un comercio, porque, tan pronto como se ha cruzado el umbral, el due?o o los dependientes le bombardean a uno con l¨²gubres noticias.
La due?a de la tienda de ropa de caballero no aguant¨® mucho: cuando el s¨¢bado pasado regres¨¦ a la calle Aiolous, su negocio tambi¨¦n hab¨ªa cerrado. Una amiga de mi hermana trabaja en una peque?a empresa especializada en la construcci¨®n de viviendas. Es la ¨²nica empleada: el due?o se ha visto obligado a despedir al resto del personal. ?Qui¨¦n quiere construir casas cuando por todas partes hay viviendas en venta que tampoco compra nadie? Hace siete meses que la amiga de mi hermana no cobra su sueldo, sin embargo, est¨¢ feliz porque, al menos, conserva su puesto de trabajo.
Un sistema basado en su nepotismo t¨®xico ha destrozado al pueblo
Lo peor para los miembros del partido de los m¨¢rtires es el des¨¢nimo. Han perdido la esperanza. Para ellos, tras la crisis no se esconde perspectiva alguna de alcanzar un futuro mejor. Cuando uno habla con ellos, no es posible dejar de pensar que solo est¨¢n esperando a que llegue el final. Cuando una gran parte de la sociedad no logra reunir el optimismo necesario, significa que la vida es en verdad agobiante. En muchos de los bloques de viviendas en los que viven ciudadanos con ingresos escasos o moderados ya no se enciende la calefacci¨®n. Las familias carecen de dinero para gas¨®leo, o prefieren utilizarlo para otras cosas. Yo no conduzco. Tengo un taxista que me lleva o me recoge del aeropuerto. Su nombre es Thodoros, no est¨¢ casado y vive solo. (...) ¡°Mire yo pago por el alquiler de este taxi 350 euros a la semana. Trabajo los siete d¨ªas, pero solo me llega para pagar el alquiler. Muchas veces tengo que poner yo mismo dinero¡±.
A los griegos les gusta ir en taxi, porque es muy barato. Por 3,20 euros se puede llegar a cualquier lugar en el centro de Atenas y una carrera un poco m¨¢s larga nunca cuesta m¨¢s de seis euros. Hasta hace medio a?o, en las horas centrales del d¨ªa era casi imposible encontrar un taxi libre. Ahora por todas partes es posible ver largas colas de taxis a la espera de clientes, no solo al mediod¨ªa, sino tambi¨¦n por la noche y durante el fin de semana. Y esto no es lo peor.
La recesi¨®n no es la ¨²nica preocupaci¨®n de los m¨¢rtires. A pesar de que sus negocios ya no rinden, est¨¢n obligados a pagar sus tributos por partida triple: primero, el Impuesto sobre la Renta, despu¨¦s diferentes impuestos adicionales y, por ¨²ltimo, un complemento de solidaridad. Un impuesto este, el de solidaridad, que el a?o pr¨®ximo deber¨¢n abonar en dos ocasiones, mientras que otro impuesto indirecto, el IVA, se increment¨® dos veces durante el a?o pasado. Mientras que los defraudadores no pagan nada o casi nada de estos impuestos adicionales o del complemento de solidaridad, porque muchos no presentan la declaraci¨®n de Hacienda o disfrazan una gran parte de sus ingresos, los ciudadanos honrados no pueden casi ni respirar.
Vamos a sacrificar a tres generaciones en nombre de la crisis
Al grupo de los m¨¢rtires pertenecen tambi¨¦n los empleados y los trabajadores en paro del sector privado. En la actualidad, son muy pocos los trabajadores griegos a los que se les paga puntualmente su sueldo. La mayor¨ªa lo cobra en peque?as cantidades y con un retraso de varios meses. Y todos pasan grandes dificultades y, sobre todo, viven angustiados, con el temor de que la empresa donde trabajan se vaya a pique de un d¨ªa para otro.
La contenci¨®n del consumo y la falta de cr¨¦ditos ha frenado el crecimiento econ¨®mico del pa¨ªs y, por este motivo, son muchas las peque?as empresas que se hunden estos d¨ªas. Desaparecen, pero no se llevan consigo las numerosas deudas contra¨ªdas. Mi cu?ado, representante de moda infantil, me contaba entristecido que solo la pasada semana hab¨ªa vivido tres casos semejantes. Es desesperante. Ahora, delante de las oficinas de empleo, se ven largas colas de parados que cada mes aguardan pacientemente la orden de pago con la que el banco debe transferirles su subsidio. Sin embargo, nunca pueden tener la certeza de que el pago llegue a principios de mes. A veces, tienen que esperar algo m¨¢s para cobrar sus 416,50 euros, pues el n¨²mero de parados no deja de crecer y a las oficinas de empleo se les termina el dinero.
Tras el colapso del aparato estatal y, sobre todo, del sistema fiscal, el Ministerio de Hacienda tuvo la brillante idea de cobrar impuestos a trav¨¦s de la factura de la luz. A quien no paga sus impuestos, se le corta la luz. He visto im¨¢genes en la televisi¨®n griega de personas mayores que hac¨ªan cola en las oficinas de la compa?¨ªa el¨¦ctrica para pagar el primer tramo de sus impuestos. Me entraban ganas de llorar. ¡°El primer tramo asciende a 250 euros¡±, dec¨ªa un hombre de unos sesenta y tantos a?os a la c¨¢mara. ¡°A m¨ª me dan una pensi¨®n de 400 euros, ?c¨®mo voy a vivir durante todo un mes con los restantes 150?¡±.
La contenci¨®n del consumo y la falta de cr¨¦ditos han frenado el crecimiento del pa¨ªs
En ese momento, record¨¦ mi regreso a Grecia en los a?os sesenta. Entonces me recibi¨® una de las m¨¢s curiosas estampas que uno pueda imaginar: de los tejados de alquitr¨¢n de muchas de las casas de una planta que poblaban los barrios obreros sobresal¨ªan llamativas varas de hierro. Eran horribles, pero representaban una promesa: el sue?o de la segunda planta. El sue?o del apartamento para el hijo o la hija en el piso de arriba. Durante toda su vida esa gente hab¨ªa ahorrado dinero para hacer realidad ese sue?o, sacrificando cada c¨¦ntimo. Y ahora se lo est¨¢n quitando. Un sistema pol¨ªtico en ruinas basado en su nepotismo t¨®xico y su falsa riqueza ha destrozado la dignidad de un pueblo.
? Otro partido es el partido de los Moloch, cuyos miembros han sido reclutados entre las filas del aparato estatal griego y sus empresas. El partido se divide en dos grupos. Al primero de ellos pertenecen los funcionarios y los empleados de los servicios p¨²blicos y las empresas estatales. En el segundo grupo se encuentran los sindicatos. El partido de los Moloch es el brazo no parlamentario del gobierno y el garante del sistema mercantil, pues est¨¢ compuesto principalmente por cuadros y funcionarios del partido. (...)
El sistema tiene una historia muy larga, que se remonta al final de la guerra civil, en los a?os cincuenta. Fue entonces cuando los nacionalistas, ganadores en la contienda, llenaron la Administraci¨®n de compa?eros de trinchera y fieles correligionarios. Era el premio por su lealtad a los ideales nacionalistas.
Todos los Gobiernos griegos han comulgado con la pol¨ªtica de enchufes
Despu¨¦s, en 1981 ¡ªpoco despu¨¦s de la entrada de Grecia en la CEE¡ª lleg¨® al poder el primer gobierno del partido socialista, el Pasok. (...) Seg¨²n este partido, tras el largo dominio de los partidos de derechas, el aparato estatal estaba condicionado para rechazar las fuerzas liberales y resultaba imposible gobernar si su gente de confianza no ocupaba los puestos clave en la Administraci¨®n. Sin embargo, no se conformaron solo con los puestos clave, y muy pronto todo el aparato estaba en manos de miembros del Pasok y sus contactos. Casi uno de cada dos militantes del partido obtuvo durante estos a?os un puesto en la Administraci¨®n.
Desde entonces, todos los gobiernos han comulgado con esta pol¨ªtica de enchufes, hasta los primeros meses de la crisis. Hasta entonces hab¨ªa suficiente dinero, gracias a las subvenciones de la CEE y m¨¢s tarde de la Uni¨®n Europea. Cuando el dinero escaseaba, se cubr¨ªan los agujeros a golpe de cr¨¦dito.
La mayor¨ªa de los miembros del partido en la Administraci¨®n no trabajan o hacen solo lo indispensable. Una amiga, ingeniera en un organismo estatal, me contaba su experiencia: hace un a?o lleg¨® un nuevo compa?ero a la oficina. El primer d¨ªa anunci¨®: ¡°Queridos compa?eros y compa?eras, he olvidado todo lo que aprend¨ª en la universidad¡±. No trabaj¨® ni un solo d¨ªa y aquello no pareci¨® contrariar a ning¨²n superior.
La mayor¨ªa de los miembros del partido en la Administraci¨®n no trabajan, o hacen solo lo indispensable
Pero el partido de los Moloch est¨¢ dividido. Una parte se sentir¨ªa mucho m¨¢s c¨®moda en el partido de los m¨¢rtires. Se trata de esos funcionarios que no accedieron a sus puestos a trav¨¦s de contactos en el partido, sino que tuvieron que realizar una oposici¨®n. Son los ¨²nicos funcionarios que trabajan de verdad, en ocasiones llevando la carga de dos o tres compa?eros que son miembros del partido. Son las v¨ªctimas del sistema. (...)
? El cuarto y ¨²ltimo partido de la sociedad griega es el que m¨¢s me preocupa. Es el partido de los desesperanzados: los j¨®venes griegos, sentados todo el d¨ªa frente al ordenador, buscando en internet, desesperados, un trabajo, sea donde sea. No son emigrantes como sus abuelos, que en los a?os sesenta llegaron a Alemania desde Macedonia y Tracia para buscar trabajo. Estos j¨®venes han ido a la universidad, algunos incluso tienen un doctorado. Sin embargo, cuando terminan la carrera se van directos al paro. (...)
Ya sea a causa de la recesi¨®n, de las medidas de contenci¨®n del gasto, del recorte de la deuda o de las reformas, el caso es que vamos a sacrificar a tres generaciones en nombre de la crisis. Hoy son los j¨®venes los que m¨¢s pierden; ma?ana lo seremos nosotros, porque en algunos a?os nos faltar¨¢n las fuerzas para seguir luchando. (...)
Las generaciones nacidas despu¨¦s de 1981 no han crecido en una ¨¦poca de verdadera miseria, sino de falsa riqueza y les entra un ataque de p¨¢nico cuando tan solo se insin¨²a la palabra ¡°renuncia¡±. La pobreza les resulta tan ajena como el desierto.
La espada de Damocles se publica en septiembre en espa?ol y est¨¢ editado por Tusquets.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.