Miles de civiles est¨¢n atrapados en la batalla de Alepo
La vida cotidiana en la segunda ciudad de Siria est¨¢ marcada por la desesperaci¨®n, la falta de alimentos y de medicinas
Cascotes. Coches calcinados por las explosiones. Cristales rotos¡ y humo; ese es el panorama que se contempla en el fantasmal barrio de Saif al Daula. Al final de una larga avenida, un destartalado autob¨²s amarillo con todas las ventanas rotas y las ruedas pinchadas, marca la l¨ªnea entre la vida y la muerte. ¡°M¨¢s all¨¢¡ lo ¨²nico que te encuentras es una avenida plagada de francotiradores que disparan a todo lo que se mueve. Es un suicidio¡±, afirma uno de los pocos vecinos que a¨²n resisten en este lugar tomado a la fuerza por la guerra.
El barrio de Saif al Daula se ha convertido en la primera l¨ªnea de batalla entre las tropas de El Asad y los insurgentes. ¡°Los barrios que han sido m¨¢s castigados son los mismos donde viv¨ªa la gente de Homs, Hama o Idlib que huyeron en los ochenta tras la represi¨®n de Hafez el Asad [el padre de Bachar el Asad]; por eso se est¨¢n cebando tanto con ellos¡±, afirma Abu Abderram¨¢n, un comerciante de este barrio. ¡°El r¨¦gimen ha conseguido lo que quer¨ªa, que perdi¨¦semos toda esperanza. Nos bombardean d¨ªa y noche sin darnos tregua; pero el objetivo no es acabar con los rebeldes, sino castigar a la poblaci¨®n civil por habernos sublevado¡±, dice con una sonrisa ir¨®nica.
¡°En Alepo hay unos 90.000 desplazados viviendo en colegios; pero no tenemos espacio para todos¡±, se lamenta Marcel, una cristiana que trabaja ayudando a las familias que han perdido todo lo que ten¨ªan. Alepo es castigada las 24 horas por la artiller¨ªa del r¨¦gimen, lo que obliga a cientos de familias a huir de sus casas en busca de lugares m¨¢s seguros. ¡°Todos los d¨ªas nos encontramos con familias que lo han perdido todo y no sabemos d¨®nde meterlas ni qu¨¦ hacer con ellas¡ No queremos la pena de nadie, simplemente pedimos ayuda a la comunidad internacional para que paren esta masacre¡±, relata.
El castigo al que el r¨¦gimen tiene sometida a la poblaci¨®n civil comienza a pasar factura. ¡°Hace unos d¨ªas un ni?o peque?o vino a nuestra kativa [brigada] a pedir comida porque hac¨ªa varios d¨ªas que no com¨ªa¡±, afirma Fer¨¢s, un combatiente venido de Libia. ¡°La comunidad internacional habla y habla; pero mientras ellos hablan, aqu¨ª todos los d¨ªas mueren mujeres y ni?os. Es el momento de dejar de hablar y empu?ar un arma¡±, sentencia tajante. ¡°Yo he trabajado durante 17 a?os en Grecia; cuando estall¨® la revoluci¨®n vine a mi pa¨ªs para ayudar a mis hermanos; jam¨¢s se me pas¨® por la cabeza coger un arma y salir a matar a alguien. Comenc¨¦ trabajando en el traslado de heridos; hasta que una ma?ana durante un bombardeo me di cuenta de que uno de los heridos que transportaba era mi hija de un a?o que hab¨ªa muerto¡±, cuenta Abu Ibrahim. ¡°Ese d¨ªa empu?¨¦ un arma por primera vez. Quiero vengar la muerte de mi peque?a¡±.
¡°La guerra nos ha quitado los sentimientos; ahora vemos un muerto tirado en la calle y ya no nos escandalizamos ni nos extra?amos de nada. Ya no tememos a la muerte porque toda la gente que nos rodea muere a diario¡ solo es cuesti¨®n de tiempo que nos toque a nosotros¡±, apunta el doctor Mohammad, uno de los cirujanos de un hospital clandestino en Saif al Daula. En este peque?o hospital de campa?a se ve la cara m¨¢s cruenta de esta guerra que est¨¢ agotando a los sirios. ¡°Alepo es una ciudad triste porque la guerra ha conseguido apagar la esperanza y emponzo?ar los corazones de sus gentes con miedo¡±, relata el doctor. ¡°Todos los d¨ªas mueren ni?os en nuestros brazos y no podemos hacer absolutamente nada por ellos porque no disponemos del equipo necesario. Y mientras, Occidente ve por televisi¨®n c¨®mo nos matan y no mueve ni un solo dedo¡±. ¡°Esto es lo m¨¢s parecido al infierno¡±, finaliza con desesperanza y rabia.
Pero no toda Aleppo est¨¢ sucumbiendo bajo la artiller¨ªa de El Asad; en ¨¢reas como Mogambo ¡ªde mayor¨ªa sun¨ª¡ª, la guerra es solo algo pintoresco que ocurre a una docena de kil¨®metros. ¡°Es uno de los barrios donde vive la gente m¨¢s rica de la ciudad, pero mientras otras ¨¢reas de Alepo est¨¢n siendo castigadas con gran dureza, en Mogambo la gente sale a cenar a restaurantes o va al cine. Es como si la guerra estuviese ocurriendo a miles de kil¨®metros de sus casas; y solo tienen que sacar la cabeza por la ventana para ver el humo o escuchar el sonido de las bombas¡±, comenta Abu Abdal¨¢; uno de los activistas de la ciudad.
En Al Sokari, cerca de Saif al Daula, la inmensa mayor¨ªa de los comercios tienen los cierres met¨¢licos cerrados, hace semanas que sus due?os decidieron huir lejos de Alepo. ¡°Encontrar comida se ha vuelto una misi¨®n casi imposible; todo es muy caro y hay gran falta de productos. Es muy, muy complicado encontrar leche en polvo para los beb¨¦s, aceite¡ Incluso comprar pan se ha convertido en una aventura¡±, afirma uno de los pocos comerciantes de este barrio. Algunas mujeres se detienen ante su puesto de verduras para comprar tomates y pepinos para preparar la comida. ¡°Otro de los problemas es que la gente ha dejado de trabajar, entonces no tienen ni dinero para poder comprar comida y los pocos objetos de valor que tienen los tienen que vender para poder sobrevivir¡±, explica.
En el barrio de Bustan al Kaser, en la ciudad vieja, s¨ª que hay m¨¢s movimiento de gente por la calle. ¡°Pero no tiene nada que ver con el pasado¡ ahora solamente sale el 10% de la poblaci¨®n a comprar porque tienen miedo de los bombardeos¡±, comenta Mustaf¨¢, un vecino de la zona. ¡°Si vienes a las dos de la ma?ana ver¨¢s mucha m¨¢s gente en la calle que a las doce de la ma?ana¡±.
Alepo es la segunda ciudad m¨¢s grande de Siria y el motor econ¨®mico del pa¨ªs. Tras m¨¢s de 17 meses aletargada; a finales del mes de julio la guerra la despert¨® de sopet¨®n inundando la ciudad de combates. ¡°Siempre hemos tenido miedo a unirnos a la revoluci¨®n y pagar un alto precio para que no sirva de nada, por eso ha tardado tanto en prender la mecha¡±, comenta Marcel. ¡°En esta ciudad, una parte minoritaria de la gente apoya al r¨¦gimen; otra parte culpa a la revoluci¨®n de haberlo perdido todo y lo ¨²nico que quieren es que se acabe la guerra y poder volver a sus casas; y luego est¨¢ la mayor¨ªa del pueblo, que est¨¢ con los soldados del Ej¨¦rcito Libre de Siria [que combate a El Asad] y que quieren libertad y paz¡±, analiza. ¡°Los bombardeos con aviaci¨®n han conseguido atemorizar a la poblaci¨®n y meterles el miedo en el cuerpo, justo lo que quer¨ªa el r¨¦gimen, y ahora se han posicionado contra los rebeldes porque los consideran culpables de la situaci¨®n actual¡±.
En Bustan al Kaser, las banderas de la revoluci¨®n ondean por doquier, pero no ocurre igual en otras partes de la ciudad; en las zonas afines al r¨¦gimen la presencia de los rebeldes es pr¨¢cticamente testimonial. ¡°Las tropas han armado a las minor¨ªas y les han dado dinero para que se enfrenten a los rebeldes. Este gobierno es experto en guerras civiles y lo que hacen en cada ciudad es posicionar a las minor¨ªas en primera l¨ªnea de fuego para poder hablar, a posteriori, de guerra sectaria entre las diferentes confesiones religiosas de Siria¡±, a?ade Marcel.
La tarde comienza a echarse encima cubriendo de tinieblas las calles y las avenidas. La guerra contin¨²a en Alepo, que ha convertido la segunda ciudad m¨¢s importante de Siria? en un campo de batalla donde todos los d¨ªas se mata y se muere.
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