Washington acuerda con Tokio instalar un nuevo escudo antimisiles
EE UU trata de mantener sus compromisos militares en Asia sin irritar a Pek¨ªn
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, lleg¨® anoche a China en una delicada misi¨®n para rebajar la tensi¨®n surgida entre ese pa¨ªs y Jap¨®n, un asunto enmarcado en la rivalidad entre las dos nuevas superpotencias por la supremac¨ªa en Asia. La Administraci¨®n norteamericana trata de enviar a Pek¨ªn el mensaje de que no tiene voluntad en estos momentos de exacerbar un conflicto en un ¨¢rea fundamental para la estabilidad mundial.
¡°Todos deber¨ªan estar interesados, todos, en que Jap¨®n y China mantengan buenas relaciones y encuentren un camino para evitar una escalada¡± en sus actuales diferencias, declar¨® Panetta el lunes en Jap¨®n, antes de su llegada a Pek¨ªn. El secretario de Defensa llam¨® a ambos pa¨ªses a ¡°la calma y la contenci¨®n¡±, y asegur¨® que su Gobierno no toma partido en la disputa territorial que ha provocado las ¨²ltimas fricciones.
Pero, al mismo tiempo, Panetta acord¨® con el ministro japon¨¦s de Defensa, Satoshi Morimoto, la instalaci¨®n en territorio japon¨¦s de un segundo sistema de defensa antimisiles que se suma al que ya existe para la protecci¨®n de ese pa¨ªs ante un eventual ataque de Corea del Norte, un aliado de China.
Esa doble actuaci¨®n sintetiza la complicada encrucijada en la que se encuentra EE UU en ese continente: obligado a proteger a sus aliados, cuid¨¢ndose, al mismo tiempo, de no provocar la furia de China. EE UU tiene firmado un tratado de defensa con Jap¨®n y es responsable desde hace d¨¦cadas de la seguridad de ese pa¨ªs, pero trata de que el Gobierno chino no entienda ese compromiso, y otros similares que tiene con diversas naciones de la zona, como un gesto de hostilidad hacia el gigante de la regi¨®n.
Dif¨ªcil labor. Hace dos semanas, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, sufri¨® algunos desplantes en Pek¨ªn y fue muy criticada por la prensa oficial por la posici¨®n que esta hab¨ªa mostrado respecto a los problemas territoriales de China con algunos de sus vecinos en el mar del Sur de China. Clinton expres¨® el deseo norteamericano de que esa v¨ªa mar¨ªtima, vital para el intenso comercio del ¨¢rea, se mantenga libre y abierta. Algunos medios del r¨¦gimen le contestaron que la mejor garant¨ªa de que eso ocurra es que EE UU se mantenga al margen.
Pero EE UU no se va a mantener al margen. Al contrario, est¨¢ intensificando su presencia militar. En enero, el Pent¨¢gono anunci¨® que el grueso de su flota navegar¨ªa en los pr¨®ximos a?os en el Pac¨ªfico. EE UU ha abierto una nueva base con marines en Australia y ha alcanzado un acuerdo para aumentar el tr¨¢nsito militar por Filipinas. La raz¨®n de este incremento es, oficialmente, la amenaza creciente de Corea del Norte y la vulnerabilidad de algunos aliados norteamericanos, como el propio Jap¨®n o Corea del Sur. China lo interpreta, sin embargo, como una injerencia en una regi¨®n en la que habr¨ªa que aceptar su predominio.
En su visita, Clinton no pudo ver al vicepresidente y pr¨®ximo l¨ªder chino, Xi Jinping, que estaba entonces fuera de la visibilidad p¨²blica. Panetta s¨ª tiene prevista una cita con ¨¦l, lo que puede facilitar el di¨¢logo, puesto que Xi fue asesor del Ministerio de Defensa de su pa¨ªs y pasa por ser un experto en asuntos militares.
La militarizaci¨®n de la rivalidad entre China y EE UU ha sido siempre contemplada como una posibilidad que espanta a la comunidad internacional y como un riesgo que ambos pa¨ªses han tratado de evitar hasta ahora. Muy dependientes el uno del otro para el progreso econ¨®mico, tanto China como EE UU han entendido siempre lo mucho que perder¨ªan con un conflicto. Pero, al mismo tiempo, ninguno est¨¢ dispuesto a renunciar al control estrat¨¦gico de una regi¨®n en la que se concentra el grueso de la riqueza mundial.
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