Comienza el juicio contra el mayordomo del Papa
Paolo Gabriele est¨¢ acusado de ¡°robo agravado¡± de la correspondencia secreta de Benedicto XVI
Sin c¨¢maras ni grabadoras, en una sala presidida por un crucifijo, tres jueces laicos juzgan desde las 09,30 a Paolo Gabriele, de 46 a?os, casado y con tres hijos, mayordomo del Papa desde 2006 hasta que, el 23 de mayo de 2012, fuese detenido en su casa del Vaticano en posesi¨®n de la correspondencia secreta de Joseph Ratzinger filtrada a la prensa. Junto al asistente de c¨¢mara, acusado de ¡°robo agravado¡±, est¨¢ siendo juzgado el inform¨¢tico Claudio Sciarpelleti, a quien le ha sido permitido no estar presente en la sala. Al inform¨¢tico, empleado de la secretar¨ªa de Estado vaticana, solo se acusa de ¡°favorecer¡± el delito haciendo de correo entre el mayordomo y otros supuestos filtradores de documentos. El tribunal ha anunciado en la primera sesi¨®n que entre los llamados a declarar durante el proceso estar¨¢ el secretario personal del Papa, monse?or Georg Gaenswein, uno de los nombres incluidos en la lista de testigos presentada por Gabriele.
Tanto Gabriele como Sciarpelleti son juzgados atendiendo a una legislaci¨®n ya solo vigente en el Vaticano, el c¨®digo de Derecho Procesal italiano de 1913 y el C¨®digo Penal promulgado por Humberto I de Italia en 1889. El mayordomo, que ha admitido su culpabilidad y ha pedido perd¨®n al Papa, puede ser condenado a un m¨¢ximo de cuatro a?os de c¨¢rcel y el inform¨¢tico, a uno. Solo una vez celebrado el juicio y dictada la sentencia, Benedicto XVI puede ejercer su prerrogativa de conceder el perd¨®n al mayordomo infiel.
El inicio de las filtraciones se remonta a principios de a?o. La primera fue la divulgaci¨®n de una carta del arzobispo Carlo Maria Vigan¨°, actual nuncio en Estados Unidos, en la que avisaba al Papa de diversos casos de corrupci¨®n dentro del Vaticano y le ped¨ªa no ser removido de su cargo como secretario general del Governatorato ¨Cresponsable de licitaciones y abastecimientos--. Vigan¨°, sin embargo, fue enviado lejos de Roma. Luego se fueron produciendo m¨¢s filtraciones, hasta el punto de que el portavoz Lombardi no tuvo m¨¢s remedio que reconocer que la Iglesia estaba sufriendo su particular Vaticanleaks. La prensa italiana sigui¨® publicando una serie de documentos que pon¨ªan al descubierto casos de corrupci¨®n en la Santa Sede y un extra?o y hasta cierto punto descabellado complot para quitar de la circulaci¨®n al papa Ratzinger. Nadie duda de que aquellas filtraciones pon¨ªan al descubierto las descarnadas luchas de poder entre distintos sectores de la curia ante la posible inminencia del fin del papado. L¡¯Osservatore Romano describi¨® a Benedicto XVI, un hombre de 85 a?os, solo y enfermo, como ¡°un pastor rodeado por lobos¡±.
En un primer momento, el entorno de Paolo Gabriele lo present¨® como un chivo expiatorio, pero enseguida su estrategia de defensa cambi¨®. El mayordomo decidi¨® colaborar con la investigaci¨®n encargada por el Papa a tres cardenales octogenarios ¨Cde la que no ha trascendido ning¨²n detalle¡ª, pidi¨® perd¨®n a Joseph Ratzinger a trav¨¦s de una carta privada y, siempre a trav¨¦s de allegados, mostr¨® su preocupaci¨®n por el impacto medi¨¢tico del proceso en sus hijos peque?os. Nadie duda de que tanto el Papa como su antiguo mayordomo, al que trataba como un hijo y llamaba Paoletto, desean un juicio r¨¢pido, en el que se administre justicia sin sacar a la luz detalles m¨¢s escabrosos a¨²n del ambiente de tensi¨®n y lucha existente entre los distintos grupos de la Curia vaticana.
En busca de ese efecto ¨Cjuicio p¨²blico pero no demasiado--, a la sala del Tribunal Vaticano solo podr¨¢n asistir ocho periodistas. Cuatro estar¨¢n fijos y otros cuatro ir¨¢n rotando. El resto se tendr¨¢ que conformar con lo que le vayan contando sus colegas. En cualquier caso no ser¨¢ un juicio espectacular al modo anglosaj¨®n. Tanto la acusaci¨®n como la defensa solo se podr¨¢n dirigir al presidente del Tribunal, Giuseppe Dalla Torre, rector de una universidad cat¨®lica privada (Lumsa), que decidir¨¢ si la pregunta es pertinente y, en su caso, pedir¨¢ a Gabriele que lo haga. Tambi¨¦n el juez decidir¨¢ si deben comparecer algunas de las personas que han sido entrevistadas durante la investigaci¨®n y cuya identidad sigue estando oculta.
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