Alemania a la defensiva
Merkel intenta desandar el camino tras el acuerdo del pasado junio sobre la recapitalizaci¨®n bancaria
Como Pulgarcito, Merkel dej¨® el texto del acuerdo del pasado junio sobre la recapitalizaci¨®n bancaria sembrado de miguitas que le permitieran volver a casa. Habr¨ªa recapitalizaci¨®n, s¨ª, pero solo cuando hubiera un mecanismo efectivo de supervisi¨®n de ¨¢mbito europeo, una decisi¨®n formal del fondo de rescate (el MEDE, un acuerdo del Eurogrupo y un memor¨¢ndum de entendimiento fijando una condicionalidad estricta con el Estado en cuesti¨®n. Todo ello le ha permitido, a lo largo de los ¨²ltimos meses, ir recogiendo todas esas miguitas e intentar desandar el camino. Primero intent¨® excluir a los bancos cuyos problemas fueran anteriores a la aprobaci¨®n de esta decisi¨®n. Luego quiso excluir a los bancos y entidades de cr¨¦dito medianos y peque?os, que son los que tienen mayores problemas. M¨¢s tarde, ha intentado postergar la entrada en vigor del acuerdo hasta 2014 y, por ¨²ltimo, ha comenzado a filtrar la idea de que el mecanismo es ilegal dentro de los actuales Tratados. Esta actitud alemana es ciertamente irritante, s¨ª, pero esconde una buena noticia: que tras la llegada de Hollande y la actuaci¨®n combinada de Francia, Espa?a e Italia, Alemania est¨¢ perdiendo la iniciativa. Sumado al varapalo que el FMI ha propinado esta semana a las pol¨ªticas de austeridad a ultranza, Alemania no solo est¨¢ a la defensiva, sino cada vez m¨¢s aislada.
Cuando en el Consejo Europeo del pasado 29 de junio, la presi¨®n combinada de Hollande, Monti y Rajoy se hizo irresistible, Merkel acept¨® la recapitalizaci¨®n directa de los bancos (espa?oles u otros) con cargo a los mecanismos europeos de rescate (FEEF o MEDE). Fue una victoria crucial, no solo porque conviniera a Espa?a, que de lo contrario tendr¨ªa que hacer pasar los 40.000 millones de ayudas a los bancos por sus presupuestos, deteriorando a¨²n m¨¢s la calificaci¨®n y sostenibilidad de su deuda, sino porque pon¨ªa la primera piedra para la constituci¨®n de una uni¨®n bancaria, es decir, un mecanismo integrado de supervisi¨®n, gesti¨®n y resoluci¨®n de crisis bancarias a escala europea. Ese anuncio, junto con la decisi¨®n del BCE de aprobar un programa de compras de deuda en el mercado secundario, dieron un vuelco completo a la crisis del euro. Si hasta entonces los l¨ªderes europeos hab¨ªan insistido una y otra vez en que no escatimar¨ªan esfuerzos ni recursos para impedir que el euro quebrara, pero no hab¨ªan hecho lo suficiente para resultar cre¨ªbles ante los mercados, a partir de ahora quedaba claro que el euro no solo ten¨ªa la voluntad pol¨ªtica sino los recursos financieros para hacer cre¨ªble dicha promesa.
?Traici¨®n! Protestaron algunos en Alemania y en otras capitales, se?alando que Merkel habr¨ªa sido v¨ªctima de unos lobos hambrientos de dinero fresco con el que financiar sus deudas y, a la par, el BCE habr¨ªa sucumbido a las presiones de los bancos centrales nacionales, que tambi¨¦n comport¨¢ndose como una manada de lobos, habr¨ªan logrado aislar al Bundesbank. As¨ª pues, donde unos vimos un acto de liderazgo que salvar¨ªa al euro, otros vieron un acto de debilidad que llevar¨ªa a Alemania al peor y m¨¢s temido escenario: una ¡°uni¨®n de transferencias¡± en la que, v¨ªa una doble tenaza, los pa¨ªses viciosos transfirieran las deudas de sus bancos y sus Estados a los pa¨ªses virtuosos y, a cambio, los virtuosos transfirieran sus ahorros a los viciosos.
Pero la realidad es distinta. Si Merkel accedi¨® a este doble acuerdo no fue porque tres abusones de patio de colegio la acorralaran. Si el acuerdo se impuso es porque Espa?a, Francia e Italia lograron establecer un principio general que inspirar¨ªa todas las decisiones posteriores: ¡°la necesidad [imperativa, enfatiza el texto del acuerdo] de romper el c¨ªrculo vicioso entre bancos y Estados¡±, algo imprescindible para que el euro pueda sobrevivir. Se trata de un principio esencial, pues prefigura una federaci¨®n econ¨®mica: al igual que en Estados Unidos, el Estado de California est¨¢ quebrado, pero no traslada sus problemas al sector financiero o una quiebra bancaria no provoca una bancarrota de un Estado, la Uni¨®n Europea necesita cortafuegos que impidan el contagio entre bancos y Estados, lo que solo se puede lograr europeizando los mecanismos de supervisi¨®n y gesti¨®n de deudas, p¨²blicas y privadas. Que se haya tardado tanto tiempo en lograr que se adopte una decisi¨®n tan aparentemente de sentido com¨²n no es casualidad. En la Uni¨®n Europea, un principio es el instrumento de negociaci¨®n m¨¢s poderoso, la palanca m¨¢s eficaz para desencadenar cambios que abran el paso a nuevas pol¨ªticas. Por fin tenemos uno que es favorable a la vez a nuestros intereses como espa?oles y como europeos. Solo falta que se aplique.
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