Las calabazas del diablo
El gui¨®n es trepidante. Como siempre, pero en cada ocasi¨®n con su ritmo y color propio. En el final de este cuatrienio, llega la funci¨®n con un mega hurac¨¢n de por medio y las obligadas calabazas de Halloween. Si supieran los americanos lo que significan entre nosotros se convertir¨ªan en el s¨ªmbolo de los electores indecisos, a los que ninguno de los dos candidatos ha podido convencer todav¨ªa. O de los factores imprevistos que hacen descarrilar las campa?as m¨¢s meticulosas y calculadas. ¡°La deriva del hurac¨¢n Sandy les recuerda (a los pol¨ªticos) hasta qu¨¦ punto la democracia puede estar fuera de control¡±, ha escrito Peter Baker en el New York Times. Todos los esfuerzos de los dos candidatos se dirigen a que los indecisos no les den calabazas el d¨ªa 6 de noviembre.
El reto esta vez para Obama es demostrar que no ha sido un par¨¦ntesis. Que la llegada de un afro americano a la Casa Blanca no era la mera resoluci¨®n de un expediente: cualquiera puede ser presidente de los Estados Unidos; si lo ha sido George W. Bush tambi¨¦n puede serlo un negro. Est¨¢ m¨¢s que claro que se pod¨ªa elegir a un ciudadano como Obama, pero no est¨¢ tan claro que se le pueda relegir. La derecha blanca y republicana no lo concibe y lo considera una afrenta mucho mayor que haberlo elegido. Buena parte del antagonismo electoral que ha despertado Obama se debe a esta pulsi¨®n de relentes racistas.
De todo ello se deduce tambi¨¦n que ha llegado la hora de la restauraci¨®n, de dar el poder de nuevo a quien en propiedad le pertenece y sabe administrarlo a conveniencia de quienes mandan de verdad en este pa¨ªs. Todo esto debe desmentir Obama con una victoria dentro de una semana. En caso contrario, quedar¨¢ s¨²bitamente carterizado, convertido en presidente de un solo mandato como el denostado Jimmy Carter.
As¨ª es como la historia est¨¢ a punto de escribirse con un trazo fuerte y definitivo, el que convertir¨¢ a Obama en un presidente con la huella y el legado que permiten ocho a?os en la Casa Blanca, o el que lo relegar¨¢ al pie de p¨¢gina de unas bellas palabras sin correspondencia en los hechos y un ambicioso programa apenas realizado. Y este trazo va a dibujarse en los pr¨®ximos d¨ªas en un bolsillo de votos o en cuatro detalles de la campa?a electoral, que es donde est¨¢ el diablo.
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