El otro final de la ¡®Bounty¡¯
La r¨¦plica del legendario buque es una de las v¨ªctimas del paso de Sandy por Estados Unidos
Es una sensaci¨®n terrible que se haya hundido, perdi¨¦ndose una vida (otro tripulante sigue desaparecido), un barco en el que estuviste a bordo, y m¨¢s a¨²n si ese barco es el HMS Bounty.
Mi presencia en la r¨¦plica de la famosa embarcaci¨®n del m¨¢s c¨¦lebre mot¨ªn de la historia con permiso del Potemkin, dur¨® solo unas horas de una tarde hace cinco a?os y sin salir del puerto, pero para m¨ª result¨® una experiencia tan intensa como recorrer los siete mares con La Perla Negra de Sparrow. Ahora adem¨¢s es algo irrepetible.
La Bounty que se nos acaba de hundir tr¨¢gicamente en la costa de Carolina del Norte a causa de ese Kraken que es Sandy era, pese a su naturaleza de copia moderna, un barco al que no pod¨ªas mirar sin que se te acelerara el pulso y empezaras a so?ar en las m¨¢s emocionantes singladuras. Estremece imaginarla bajo el mar, su mascar¨®n recostado sobre el lecho marino, sus jarcias devenidas escaleras de peces, su tim¨®n en manos de las algas, la sombra del amotinado Marlon Brando atrapada para siempre en su camarote. El destino ha querido que la tripulante fallecida, Claudene Christian, fuera descendiente precisamente del personaje real al que interpretaba Brando, el m¨¢s conocido amotinado: Fletcher Christian.
Recuerdo la primera impresi¨®n al verla, la Bounty, amarrada al Moll de la Fusta barcelon¨¦s: hube de frotarme los ojos ante aquella estampa maravillosa que destacaba sobre el muelle gris y la imagen cotidiana de los barcos de recreo de los clubs vecinos. La quintaesencia de la aventura anclada en un lunes cualquiera.
El nombre grabado en la popa era un desaf¨ªo a todo lo de rutinario y aburrido que tiene la vida. Sub¨ªas por la pasarela ¡ªprevio pago de cinco euros, tres con descuento: una ganga para engrosar tu existencia hasta el cinemascope¡ª sintiendo que te transformabas en un osado marino dispuesto a afrontar ca?onazos, huracanes (?ay!), latigazos y rebeliones a bordo, rumbo a los mares del Sur y su promesa de playas, palmeras y nativas afectuosas. El ambiente era, por supuesto, mucho m¨¢s alegre que en la Bounty de verdad, sin asomo de Bligh y con un grupo de j¨®venes simp¨¢ticos prestos a ense?arte el barco y a hablarte de su singladura ¡ªentonces segu¨ªan la ruta de la nave original que deb¨ªa culminar un a?o despu¨¦s en la isla de Pitcarirn¡ª. Se ve que navegaba bien; desde luego navegaba lejos.
El interior del nav¨ªo, con algunos elementos cinematogr¨¢ficos como las cabinas de los oficiales, inclu¨ªa una peque?a exposici¨®n sobre las pel¨ªculas filmadas a bordo, El Mot¨ªn de la Bounty, claro, pero tambi¨¦n la versi¨®n de La isla del tesoro (1989) con Charlton Heston y Piratas del Caribe 1 y 2. Hab¨ªa algo raro en las dimensiones: la Bounty de mentira era un tercio m¨¢s grande que la original para poder hacer evolucionar con comodidad las c¨¢maras. De hecho casi no ten¨ªas que agacharte en ning¨²n sitio. En cubierta, en el entrepuente, en una mesa vend¨ªan recuerdos relacionados con la embarcaci¨®n. El gorro que compr¨¦ con el nombre de la Bounty y que, como es l¨®gico, tanto fastidiaba a mi cu?ado capit¨¢n cuando navegaba con ¨¦l fue a parar al mar por un golpe de viento y se fue al fondo precediendo en varios a?os el destino del barco.
La Bounty que se ha hundido era la pormenorizada y cuidada reproducci¨®n ¡ªcasco de roble americano¡ª construida en 1960 seg¨²n los planos originales que conserva el Almirantazgo brit¨¢nico de la que en 1787 zarp¨® de Inglaterra rumbo a Tahit¨ª, al amotinamiento y a la leyenda. Ese primer barco era en realidad un carguero construido en 1783 con el nombre de Bethia y que la armada inglesa adquiri¨® y transform¨® en buque armado (cuatro ca?ones de cuatro libras y diez peque?os ca?ones giratorios) rebautiz¨¢ndolo como HMS Bounty. Aunque se le ha tratado de rehabilitar (de hecho sigui¨® navegando y ascendiendo en la Navy y lleg¨® a gobernador de Nueva Gal¨¦s del Sur) y presentarlo como lo que era, un extraordinario marino, la posteridad no ha sido muy justa con su capit¨¢n, Bligh, un gran profesional (hab¨ªa servido con Cook), ni m¨¢s ni menos duro que los otros capitanes de su tiempo. Por culpa del cine ha quedado asociado al l¨¢tigo y al fracaso mientras que el amotinado Fletcher Christian ha salido de rositas de su fea acci¨®n y lo han interpretado guapos como Clark Gable, Marlon Brando o Mel Gibson.
Nuestra pobre Bounty era la que se construy¨® precisamente para el filme de Brando, la segunda versi¨®n cinematogr¨¢fica de la singladura, de 1962, con Trevor Howard como Bligh. Se conserva otra, una tercera, de pega (casco de acero revestido de madera), la construida para el filme de Mel Gibson de 1978 y que sirve de atracci¨®n tur¨ªstica y paseo la isla de Lantau (Hong Kong). La Bounty que nos ata?e, la segunda, fue botada el 27 de agosto de 1960 en Nueva Escocia y estaba perfectamente preparada para navegar. Lo hizo hasta Tahit¨ª v¨ªa Panam¨¢ para el rodaje. Estaba previsto quemarla ¡ªcomo sucedi¨® con la Bounty original, en la actual Bounty Bay, en la isla de Pitcairn, donde los restos fueron hallado en 1957¡ª pero fue amnistiada, en parte gracias a Brando y Metro Golden Mayer la mantuvo en servicio para promoci¨®n, entretenimiento y otros rodajes. Despu¨¦s de perder el permiso de navegaci¨®n por falta de mantenimiento fue sometida a una profunda restauraci¨®n en 2002, tras lo que se la emple¨® como barco de recreo, buque escuela y escenario de aventuras de Sparrow. Poco despu¨¦s fue cuando realiz¨® el tour mundial que incluy¨® repetir el viaje de la Bounty original y que la llev¨® a pasar por Barcelona. En 2009, en un puerto escoc¨¦s, unos ladrones la abordaron y robaron dinero y varios elementos del barco. La Bounty estaba en venta desde 2010 y el precio actual era de 4,6 millones de d¨®lares: la cara que hubieran puesto en la regata de barcos cl¨¢sicos de Menorca.
La ¨²ltima aventura de la Bounty parece entresacada de la gran tradici¨®n del g¨¦nero: con hurac¨¢n incluido, tripulantes barridos de cubierta por las olas, salvamento in extremis de los afortunados y capit¨¢n desaparecido. En eso, en la aventura, ha seguido tr¨¢gicamente los pasos de su predecesora haciendo honor a su nombre. Haber puesto un d¨ªa los pies en su cubierta es un terrible privilegio que llena de espanto y conjura hoy el eco de la lejana tormenta, ribeteado de espuma y de tragedia.
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