Malala y Savita
Sus historias han recordado al mundo que el oscurantismo no es un fen¨®meno del Medievo
Malala Yousafzai y Savita Halappanavar.
Este no es un trabalenguas. Son los nombres de dos personas que no podr¨ªan ser m¨¢s diferentes ni tener menos en com¨²n. Pero a las dos les han sucedido cosas que iluminan aspectos tanto tr¨¢gicos como esperanzadores del mundo en el que vivimos a comienzos del Siglo XXI.
Malala Yousafzai, pakistan¨ª, tiene 14 a?os. Hace un mes, cuando volv¨ªa a casa en el autob¨²s escolar, recibi¨® un disparo que le atraves¨® la cabeza, el cuello y se le aloj¨® en el hombro. Sobrevivi¨® milagrosamente y ahora se recupera en un hospital en el Reino Unido. ?Su pecado? El activismo en favor de la educaci¨®n de las ni?as.
Ehsanullah Ehsan, portavoz de los talibanes paquistan¨ªes, al atribuir a su grupo la responsabilidad del ataque explic¨® que Malala ¡°es el s¨ªmbolo de los infieles y la obscenidad¡±, y aclar¨® que, en caso de sobrevivir, volver¨ªan a tratar de matarla. Y tambi¨¦n a su padre, Ziaudinn, a quien responsabilizan por haberle lavado el cerebro. La primera evidencia de tal lavado de cerebro ocurri¨® cuando, teniendo tan solo 12 a?os, Malala, a instancias de un periodista de la BBC, comenz¨® a escribir un blog donde relataba aspectos de su vida bajo el r¨¦gimen de los talibanes, quienes para entonces (2009) controlaban el valle de Swat, donde queda Mingora, su ciudad. Este control implicaba la prohibici¨®n de que las ni?as fuesen a la escuela y el cierre de muchas de ellas. Algunos centros simplemente los incendiaban. Una vez que el ejercito pakistan¨ª retom¨® el control de Swat, Malala se convirti¨® en una lucida y muy articulada voz de denuncia contra los talibanes y de la urgente necesidad de que la sociedad y el Estado pakistan¨ª hagan m¨¢s por educar a las ni?as. Para los talibanes la promoci¨®n de estas ideas merece la muerte.
El atentado contra Malala produjo una repulsa internacional y, lo que es m¨¢s importante a¨²n, gener¨® un indispensable debate dentro de Pakist¨¢n.
Savita Halappanavar, una bella dentista de 31 a?os de origen hind¨², viv¨ªa en Dubl¨ªn. En principio, Irlanda deber¨ªa ser menos peligroso para las mujeres que el valle de Swat. Sin embargo un oscurantismo parecido al que motiv¨® el intento de asesinato de Malala, produjo la muerte de Savita. Embarazada de 17 semanas, comenz¨® a sentirse mal y con su marido fue al hospital Universitario de Galway. El diagn¨®stico fue evidente, y desde el punto de vista m¨¦dico, el tratamiento indicado tambi¨¦n lo era. Pero la l¨®gica m¨¦dica choc¨® contra impedimentos legales, que acabaron por matar a Savita. Los m¨¦dicos concluyeron que el feto era inviable y no podr¨ªa nacer vivo. Savita, descorazonada por la p¨¦rdida, finalmente se resign¨® y, con su marido, pidi¨® que le practicaran un aborto. No podemos, explicaron los m¨¦dicos. La ley solo nos lo permite cuando el coraz¨®n del feto deja de latir. Debemos esperar. Y a pesar de la protesta y la desesperaci¨®n de la pareja, as¨ª fue. Fueron forzados a esperar. El coraz¨®n del feto se detuvo un mi¨¦rcoles. Y el de Savita el s¨¢bado siguiente.
La autopsia revel¨® que la causa de su muerte fue septicemia, una infecci¨®n generalizada que termina por afectar todo el cuerpo. Praveen Halappanavar, el marido, dijo a la BBC: ¡°Era nuestro primer beb¨¦, y ella se sent¨ªa en la cima del mundo... estaba tan feliz y todo iba bien, estaba muy emocionada. No hay duda que Savita hoy estar¨ªa viva si se le hubiese podido terminar el embarazo que acab¨® mat¨¢ndola¡±.
?Por qu¨¦ proteger a un feto que a todas luces es inviable y no tiene esperanza de vida es m¨¢s importante que la protecci¨®n de una joven madre de 31 a?os en perfecta salud? Usted sabe la respuesta.
Tanto el fallido intento de asesinato contra Malala como la muerte ¡°por razones legales¡± de Savita produjeron indignaci¨®n mundial. Si bien esto a¨²n no es suficiente para cambiar radicalmente las cosas en Pakist¨¢n o en Irlanda, las dos tragedias han tenido efectos esperanzadores. Los pol¨ªticos irlandeses se han visto forzados a prometer la reforma de las leyes que impidieron salvarle la vida a Savita y en Pakist¨¢n se ha hecho m¨¢s dif¨ªcil defender la idea de que es mejor no mandar las ni?as a la escuela. Estos cambios no son suficientes y es mucho lo que falta. Pero al menos las historias de Malala y Savita le han recordado al mundo que el oscurantismo no es un fen¨®meno del Medievo. Est¨¢ muy presente y todav¨ªa se cobra vidas en el siglo XXI.
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