El ladr¨®n de cr¨ªmenes
Sture Bergwall est¨¢ recluido en una cl¨ªnica psiqui¨¢trica sueca desde 1991. Se autoinculp¨® de 32 cr¨ªmenes, le condenaron por ocho. Un periodista pertinaz desmont¨® la leyenda del supuesto asesino en serie y denunci¨® c¨®mo jueces y polic¨ªas se hab¨ªan dejado enga?ar
El peque?o Johan Asplund sali¨® de casa a las ocho de la ma?ana, como todos los d¨ªas, para ir a la escuela. Fue el viernes 7 de noviembre de 1980. Ten¨ªa 11 a?os. Nunca volvi¨® a aparecer. Su caso se convirti¨® en uno de los misterios sin resolver m¨¢s conocidos de Suecia. Trece a?os m¨¢s tarde, el 8 de marzo de 1993, saltaba la noticia. Un enfermo mental de la cl¨ªnica de psiquiatr¨ªa forense de S?ter acababa de confesar el crimen. As¨ª reproduc¨ªa el diario Expressen, el 15 marzo de 1993, la confesi¨®n de ese hombre de 42 a?os llamado Thomas Quick. ¡°Le cog¨ª a la salida del colegio y le met¨ª en el coche. Conduje hasta el bosque y viol¨¦ al chico. No quer¨ªa matar a Johan. Pero entr¨¦ en p¨¢nico y le estrangul¨¦. Enterr¨¦ su cuerpo para que nadie pudiera encontrarlo¡±.
El fiscal general del Estado, Christher van der Kwast, tard¨® siete a?os en construir un caso contra Quick. Los restos del cuerpo del chico no aparecieron donde el presunto asesino dec¨ªa que pod¨ªan estar. Pero la confesi¨®n era muy prol¨ªfica en detalles. En su opini¨®n, m¨¢s que suficiente para presentar cargos. Para entonces, a?o 2001, hac¨ªa ya tiempo que Quick se hab¨ªa convertido en el asesino en serie m¨¢s conocido de la historia en Suecia. Su sucesi¨®n de autoinculpaciones hab¨ªa supuesto un continuo crescendo de cr¨ªmenes cada vez m¨¢s atroces. En el caso Johan Asplund, lleg¨® a confesar que se comi¨® los dedos del peque?o.
Pero el 2 de junio de 2008 se desdijo de todo.
Thomas Quick se llama en realidad Sture Bergwall. Tiene 62 a?os. Sigue recluso entre los muros amarillos de la cl¨ªnica de S?ter, lugar de encierro para enfermos mentales peligrosos. Lleva all¨ª 21 a?os. Una buena parte, con el estatus de un VIP, seg¨²n cuenta el crimin¨®logo Leif G. W. Persson. La historia de Quick/Bergwall est¨¢ a la altura de esas novelas negras que nos llegan desde latitudes escandinavas.
¡°As¨ª que viene usted a ver al hombre especial¡±, espeta la noche anterior a nuestro encuentro con Bergwall el camarero del ¨²nico bar que queda abierto a las diez de la noche en S?ter, pueblo situado a tres horas en coche de Estocolmo, direcci¨®n norte. ¡°Ese hombre es un psic¨®pata; si sale de ah¨ª, volver¨¢ a matar. Tenga cuidado¡±.
Bergwall se autoinculp¨® de 32 asesinatos. Le condenaron por ocho. Ya le han retirado cinco condenas
Resulta curioso que ni siquiera en el pueblo que alberga a Bergwall sepan que todo ha cambiado. Que el relato ya es otro. Que el ¡°hombre especial¡± est¨¢ siendo descargado, una por una, de sus condenas por asesinato. En los a?os noventa se autoinculp¨® de 32 cr¨ªmenes. Le condenaron por ocho. Ya le han retirado cinco. Esta misma semana le han exculpado formalmente del asesinato de dos chicas noruegas cuyos cuerpos fueron hallados a las afueras de Oslo: Trine Jensen, de 17 a?os; y Gry Storvick, de 23. Dos asesinatos que despertaron serias dudas en su momento. ?l, que parec¨ªa un asesino, violador y descuartizador de chicos j¨®venes, confesando un crimen heterosexual.
Quedan dos casos por despejar a¨²n. Uno es el asesinato de Charles Zelmanovits, un chico de 15 a?os que vivi¨® en Espa?a de los 6 a los 14, en Fuengirola. Su padre trabajaba en aquellos d¨ªas como m¨¦dico. Seis meses despu¨¦s de regresar a Suecia, Charles desaparec¨ªa tras una fiesta del colegio en Pite?, en el norte de Suecia. Fue el 13 de noviembre de 1976. Thomas Quick dijo haber desmembrado el cuerpo del joven y haberse llevado algunas partes. El otro es el de una pareja de holandeses, Marinus y Janny Stegehuis, salvajemente apu?alados en la madrugada del 13 de julio de 1984 en un para¨ªso de la naturaleza, en tierras laponas, a orillas del maravilloso lago Appojaure.
El abogado de Bergwall, Thomas Olsson, da por hecho que estas condenas no tardar¨¢n en ser retiradas. Los casos contra Quick se fundamentaron, sobre todo, en sus detalladas autoinculpaciones. Y se ha retractado. ¡°Todos los casos fueron construidos igual: sin pruebas biol¨®gicas, sin huellas, sin rastros de ADN, sin testigos, sin evidencias¡±, dice el abogado, uno de los m¨¢s reputados en Suecia, hombre elegante y sarc¨¢stico. ¡°En cuanto le cambiaron la medicaci¨®n dej¨® de confesar¡±. Bajo los efectos de ingentes dosis de benzodiacepina, un medicamento que inhibe y puede permitir al paciente perder la empat¨ªa y decir cualquier cosa, Bergwall ofrec¨ªa minucios¨ªsimos relatos de cr¨ªmenes en sesiones de terapia. Cuanto m¨¢s contaba, m¨¢s medicaci¨®n le daban. Cuanto m¨¢s medicaci¨®n le daban, m¨¢s contaba.
¡°Todos los casos fueron construidos igual: sin huellas, sin ADN, sin testigos, sin evidencias¡±, dice su abogado
Bergwall era un adicto a las drogas desde su adolescencia. Empez¨® a colocarse con pa?uelos empapados en disolvente.
Monstruo, violador, s¨¢dico, pederasta, can¨ªbal. Thomas Quick fue todo eso durante 20 a?os. Hasta que en su camino se cruz¨® un periodista pertinaz y obsesivo, de nombre Hannes Rastam, dispuesto a aclarar todas las dudas que la autor¨ªa de esos cr¨ªmenes horribles siempre suscit¨®. Su trabajo de investigaci¨®n se ha convertido en un jaque al sistema judicial, policial y de salud mental sueco. Rastam, que muri¨® en enero, al d¨ªa siguiente de dictar la ¨²ltima p¨¢gina de su libro Thomas Quick: la fabricaci¨®n de un asesino en serie, consigui¨® arrancarle la gran confesi¨®n, durante a?os sepultada en esa mente enferma: todo fue una gran mentira.
Cl¨ªnica de psiquiatr¨ªa forense de S?ter. Dos celadores custodian la entrevista con Sture Bergwall. Hemos atravesado cinco puertas acorazadas para llegar hasta ¨¦l. La puerta de la calle; la puerta de la garita, donde se deja el pasaporte; el detector de metales, la puerta blanca, un pasillo, la puerta gris, un pasillo, la puerta rosa.
Pregunta. Pero usted ?por qu¨¦ minti¨®?
¡ª?Por qu¨¦ minti¨®? ¡ªFue una manera de conseguir ansiol¨ªticos legalmente, y de pertenecer a algo
Respuesta. Fue una manera de conseguir ansiol¨ªticos legalmente. Me permiti¨® tener la sensaci¨®n de pertenecer a algo. Empez¨® como una peque?a mentira que creci¨® hasta convertirse en una enorme mentira.
Sture Bergwall responde a la pregunta pausadamente, tranquilo. Es un hombre corpulento, muy alto, 1,89. Manos grandes, gruesas, robustas; pies enfundados en unas sandalias negras, calcetines rojos. Estamos en una peque?a habitaci¨®n de la cl¨ªnica psiqui¨¢trica, en la zona de visitas. Una mu?eca rubia y un mueble repleto de juguetes descansan en el suelo de esta sala en que los reclusos reciben a la familia. Hay un microondas, caf¨¦ y vasos de pl¨¢stico blanco. Todo apunta a que los muebles, c¨®mo no, deben de ser de Ikea.
Bergwall parece un se?or normal; un se?or normal y corriente.
La monstruosa espiral de sus confesiones arranca en un soleado d¨ªa de junio de 1992. Apenas le quedan unos meses para salir de la cl¨ªnica. Hace un d¨ªa espl¨¦ndido y Bergwall est¨¢ tomando el sol en el lago Ljustern, acompa?ado de una enfermera. Lleva a?o y medio recluido, le han encerrado despu¨¦s de cometer un atraco, vestido de Papa Noel, en la casa de un bancario de su pueblo, Falun.
Bergwall es en esos momentos un hombre con antecedentes reales que se acaba de cambiar de nombre. Como no quiere que se le asocie con el atraco, adopta el apellido de soltera de su madre, Quick; y se pone Thomas porque le gusta c¨®mo suena. A los 19 a?os ya hab¨ªa sido denunciado por abusar sexualmente de un chico de 14. Tambi¨¦n apu?al¨® a un hombre con el que comparti¨® una noche. De hecho, no es esta su primera estancia en una cl¨ªnica psiqui¨¢trica.
Su sobrino Stefan Hazianastasiou, al que hemos visitado en la localidad de ?rebro (a 198 kil¨®metros de Estocolmo, direcci¨®n oeste) el d¨ªa anterior a la entrevista en la cl¨ªnica, sostiene que su t¨ªo quer¨ªa evitar a toda costa el regreso a Falun, su pueblo. ¡°Estaba avergonzado, para ¨¦l era m¨¢s c¨®modo quedarse en la cl¨ªnica¡±, dice, con un caf¨¦ en la mano, en la cocina de su casa. Hazianastasiou recuerda que su t¨ªo siempre fue un gran contador de historias.
Total que en aquella ma?ana soleada a Bergwall se le ocurre decirle a la enfermera: ¡°?Qu¨¦ pasar¨ªa si yo hubiera cometido algo grave?¡±.
Al d¨ªa siguiente, el psiquiatra le recibe en su consulta para comentar lo sucedido.
¡ª ?Qu¨¦ quiere decir usted con algo grave?, le pregunta el m¨¦dico.
¡ªLe dar¨¦ una pista, responde Bergwall: AS.
¡ª?AS?
¡ªAS, de asesinato.
¡°Yo viv¨ªa rodeado de criminales violentos en la cl¨ªnica¡±, explica Bergwall, recordando aquel episodio. ¡°Ten¨ªa que contar algo realmente gordo para destacar, para que me prestaran atenci¨®n¡±.
Decidi¨® recurrir al asesinato que mejor conoc¨ªa, el misterio sin resolver m¨¢s c¨¦lebre en aquellos d¨ªas: la desaparici¨®n del peque?o Johan Asplund. ¡°Yo no pod¨ªa imaginar las consecuencias de lo que dije en ese momento. No fue una decisi¨®n racional, fue como un juego sem¨¢ntico inocente¡±.
El inter¨¦s de los m¨¦dicos ya estaba captado. Hab¨ªa que mantenerlo. Confes¨® un segundo crimen, pero esta vez eligi¨® un caso que hubiera prescrito: el asesinato de Thomas Blomgren, acaecido en 1964. Perfecto: por aquel entonces, Bergwall solo ten¨ªa 14 a?os, no podr¨ªan condenarle.
La investigaci¨®n policial por el caso Asplund a¨²n no hab¨ªa arrancado, de modo que Bergwall todav¨ªa dispon¨ªa de fines de semana libres. Pod¨ªa entrar y salir. Para ser veros¨ªmil, deb¨ªa documentarse. La Biblioteca Real de Estocolmo era la mejor opci¨®n. Los art¨ªculos de la ¨¦poca, plagados de detalles, y los microfilmes le ayudaron a construir un relato preciso de la muerte de Thomas Blomgren, un ni?o de 14 a?os. ¡°Cuando se lo cont¨¦ a los m¨¦dicos, se lo tomaron como una historia real¡±.
Es en mayo de 1993, un a?o despu¨¦s de la primera confesi¨®n, cuando el fiscal general del Estado, Christer van der Kwast, anuncia que est¨¢ considerando presentar cargos contra Quick, seg¨²n relata el libro de Rastam. Anuncia a la prensa que el enfermo ha se?alado los lugares en que se encuentra el cuerpo de Johan Asplund. Todav¨ªa no lo han encontrado, no obstante.
Esos restos, de hecho, nunca han sido hallados.
Bj?rn Asplund, el padre de Johan, nunca crey¨® que Bergwall pudiera ser el asesino de su hijo. ¡°Ese hombre no era capaz ni de trocear una salchicha¡±, dice, fumando un cigarrillo de liar en el interior de su barco-vivienda, atracado al borde del lago M?laren, en el coraz¨®n de Estocolmo. Asplund siempre sospech¨® del padrastro de Johan, un cardi¨®logo que, de hecho, fue condenado por secuestrar al peque?o.
Al supuesto asesino le daban informaci¨®n en terapia. Le ¡®ayudaban¡¯ a recordar, dice el padre de una v¨ªctima
El presunto asesino en serie confes¨® a la polic¨ªa que el peque?o Johan ten¨ªa una marca especial: una especie de corte en la barriga. Asplund saca una servilleta de papel y hace un croquis. Se?ala que la marca especial de su hijo era una especie de lunar en una de sus nalgas. Se lo cont¨® a la polic¨ªa. Bergwall acab¨® cambiando su testimonio y hablando de esa marca en el juicio. ¡°Hab¨ªa una estrecha cooperaci¨®n entre terapeutas y polic¨ªa, que compart¨ªan informaci¨®n¡±, dice Asplund. Se?ala que al enfermo le daban informaci¨®n en terapia. Le ayudaban a recordar.
La periodista Jenny K¨¹ttim, mano derecha de Hannes Rastam, que realiz¨® toda la investigaci¨®n para el libro a su lado, es a¨²n m¨¢s tajante: ¡°Los terapeutas actuaban como polic¨ªas y los polic¨ªas, como terapeutas¡±.
El patr¨®n era siempre el mismo. Lo cuenta el abogado Olsson. Bergwall confesaba en terapia. Daba detalles de los cr¨ªmenes. Pero se equivocaba una y otra vez. Por ejemplo, en el caso de la joven Therese Johanessen, una menor de nueve a?os desaparecida, dijo que era rubia, con ojos azules, que viv¨ªa en un peque?o pueblo, que el d¨ªa de autos fue soleado. En realidad, la peque?a era morena (era hija de un espa?ol, Jes¨²s); ten¨ªa ojos casta?os; viv¨ªa en la ciudad. ¡°Y aquel d¨ªa fue el m¨¢s lluvioso de los ¨²ltimos diez a?os¡±, remata Thomas Olsson, sarc¨¢stico.
Un psic¨®logo fue acusado de usar ¡°m¨¦todos manipulativos¡± para que Bergwall construyera historias
Con todo, Bergwall se empez¨® a convertir en un experto en extraer informaci¨®n de polic¨ªas y terapeutas. ¡°Yo dispon¨ªa de datos muy b¨¢sicos, de la prensa¡±, explica el enfermo en la cl¨ªnica, ¡°as¨ª que daba respuestas muy vagas y esperaba a que me dieran opciones. Luego le¨ªa sus reacciones. Cuando me preguntaban: ¡®?Est¨¢ seguro?¡¯, ya sab¨ªa que hab¨ªa dado la respuesta incorrecta¡±.
P. ?Y no se par¨® a pensar en las v¨ªctimas y sus familias? ?No pens¨® en dar marcha atr¨¢s en alg¨²n momento?
R. Desde el principio tuve ganas de dar marcha atr¨¢s en mis confesiones, pero me avergonzaba hacerlo. Yo estaba a merced de los m¨¦dicos: retractarme supon¨ªa traicionarles, decirles que llevaba tiempo cont¨¢ndoles mentiras. Adem¨¢s, me gustaba ver que se interesaban por m¨ª.
Incluso los errores en las confesiones de Bergwall consegu¨ªan acomodo en el guion de esta pesadilla. ¡°El hecho de que siempre se equivocara fue usado como argumento de que realmente era el asesino; dec¨ªan que ten¨ªa tanta ansiedad al recordar esos asesinatos, que se proteg¨ªa de ellos¡±, explica Leyla Belle Drake, editora del libro de Hannes Rastam. ¡°Cuando acud¨ªa a sus recuerdos, con la ayuda de los terapeutas, ten¨ªa que hacerlo mediante una elipsis, esa era la teor¨ªa. Empezaba con mentiras porque se estaba protegiendo a s¨ª mismo de esos recuerdos horribles¡±. El arquitecto de esta teor¨ªa fue el experto en memoria Sven Ake Christianson, explica Belle Drake. La tesis: Quick hab¨ªa borrado los sucesos m¨¢s dolorosos de su vida, por eso el recuerdo de sus cr¨ªmenes era tan borroso. De peque?o hab¨ªa sufrido abusos sexuales, seg¨²n cont¨® en terapia. Hab¨ªa sido obligado a tener sexo oral y anal con su padre a los cuatro a?os. Un episodio en el que fue sorprendido por su madre, que, fruto del shock, perdi¨® al hijo que llevaba en el vientre. Su madre siempre culp¨® a Bergwall de esa muerte.
P. Pero ?por qu¨¦ fabric¨® usted semejante historia?
R. La terapia que yo hac¨ªa estaba basada en que mis acciones de adulto deb¨ªan estar relacionadas con acontecimientos de mi infancia. Si hab¨ªa asesinado de adulto, deb¨ªa haber hechos en mi infancia que se correspondiesen. Adem¨¢s, con la benzodiazepina era capaz de contar cualquier cosa sin problemas.
¡°Yo estaba medicado y drogado. Estaba atrapado. De noche, golpeaba mi cabeza contra las paredes¡±
Las consecuencias de estas confesiones en su familia fueron devastadores, cuenta su sobrino. Aunque ahora todo se ha recompuesto.
P. ?Los efectos de la medicaci¨®n eran muy fuertes?
R. Yo estaba muy medicado y drogado. Estaba completamente atrapado en esa situaci¨®n. Me desesperaba y, por las noches, golpeaba mi cabeza contra las paredes. Ten¨ªa altos niveles de ansiedad como consecuencia de las confesiones, de las investigaciones, y de los efectos secundarios de las drogas.
P. Sus confesiones se hicieron crecientemente violentas. Lleg¨® a hablar de canibalismo. ?C¨®mo lleg¨® hasta ese punto?
R. Cuanto peores eran las historias que contaba sobre lo que me hab¨ªan hecho mis padres, peores ten¨ªan que ser mis confesiones.
P. ?Le guiaron en ese crescendo?
R. Los psic¨®logos y los terapeutas nunca ten¨ªan suficiente, siempre quer¨ªan m¨¢s.
P. ?Y qu¨¦ pasaba cuando todo ello era confirmado por la Justicia y le condenaban?
R. Me era indiferente. Para m¨ª lo importante era mi situaci¨®n en la cl¨ªnica, aqu¨ª dentro.
El 12 de junio de 1998, en un art¨ªculo en el diario Svenska Dagbladet, la prestigiosa psic¨®loga Astrid Holgersson ya acusaba a Sven Ake Christianson de usar ¡°sugesti¨®n y m¨¦todos manipulativos¡± para ayudar a Quick a que construyera historias que no contradijeran los hechos de los cr¨ªmenes. Holgersson acu?¨® el t¨¦rmino de Equipo Quick, el grupo de los que construyeron la leyenda del asesino en serie: el investigador que lideraba las pesquisas, Seppo Pentinnen; la terapeuta Birgitta Stahle; el fiscal Christer van der Kwast, y el experto en memoria Sven Ake Christianson, con el que nos pusimos en contacto, pero que declin¨® hacer declaraciones. Tampoco quiso hablar en Estocolmo Claes Borgstr?m, abogado de Quick en aquellos d¨ªas, criticado por no cuestionar la versi¨®n construida por el Equipo Quick. De ¨¦l, dice Bergwall: ¡°Como cliente, me sent¨ª traicionado¡±.
La ayuda para recordar, en algunos casos, llegaba hasta el punto de reconstruir la escena del crimen fielmente. As¨ª ocurri¨® el 9 de enero de 1995, d¨ªa en que Quick se subi¨® a bordo de un jet privado con asientos de cuero para abordar la reconstrucci¨®n del crimen de la pareja holandesa en Appojaure. A bordo, todo el Equipo Quick.
¡°Desde el principio quise dar marcha atr¨¢s en mis confesiones.Pero me avergonzaba hacerlo¡±
Jan Olsson, comisario de la Polic¨ªa Criminal Central y experto en an¨¢lisis de escenarios de cr¨ªmenes, tambi¨¦n fue enviado a tierras laponas para colaborar en la investigaci¨®n. Al llegar, observ¨® que se hab¨ªa encargado una r¨¦plica exacta de la tienda de campa?a del asesinato, y que el Toyota Corolla de la pareja estaba situado en el sitio que reflejaban los informes policiales.
¡°Era la primera vez que ve¨ªa algo as¨ª¡±, explica el veterano excomisario, de 76 a?os, en su apartamento en Estocolmo, con un gato blanco de angora reposando junto a ¨¦l en el sof¨¢. ¡°Lo normal es llevar al sospechoso a la escena y que sea ¨¦l quien diga d¨®nde estaba cada cosa. Pero ellos pensaban que hab¨ªa que ayudarle a rememorar¡±.
Jan Olsson recuerda que Bergwall lleg¨® al lugar del crimen y lo recre¨® entrando por el lado contrario de la tienda. ¡°Se equivoc¨® en todo¡±, afirma. Entr¨® como un loco en la tienda para apu?alar a la pareja que hab¨ªa en el interior, cuando los informes policiales se?alaban que hab¨ªan sido apu?alados desde el exterior de la tienda.
Hicieron un receso en la reconstrucci¨®n. ¡°Despu¨¦s de hablar con Seppo Pentinnen ¡ªel polic¨ªa que llevaba las investigaciones¡ª y alguna persona m¨¢s, volvi¨® a reconstruir el crimen. Pero esta vez lo hizo casi todo tal y como reflejaban los informes policiales¡±, afirma el excomisario.
A pesar de la retirada de cinco condenas, hay voces discordantes. Como la del entonces fiscal general del Estado, Christer van der Kwast: ¡°Que ¨¦l sea el asesino es una clara posibilidad¡±, confiesa en la cafeter¨ªa de un c¨¦ntrico hotel de Estocolmo. ¡°Nos dijo cosas que solo el asesino pod¨ªa saber. Es un tipo de psic¨®pata complejo, un s¨¢dico, y tiene las caracter¨ªsticas de un asesino en serie. Su habilidad de manipular a los que ten¨ªa a su alrededor supuso un problema del que ¨¦ramos conscientes y que tuvimos que manejar. Los fiscales que han estado trabajando en los casos desde que retir¨® sus confesiones no han hecho bien su trabajo¡±.
El juez G?ran Lambertz, que revis¨® el caso durante una semana en 2006 y no hall¨® irregularidades, abunda en la idea. ¡°Hay varios factores que apuntan a que realmente fue ¨¦l: hab¨ªa cometido delitos con anterioridad; los m¨¦dicos diagnosticaron que era una persona peligrosa, un agresor sexual en potencia; estuvo en cl¨ªnicas psiqui¨¢tricas, pero anduvo libre entre 1976 y 1991; y 15 cr¨ªmenes fueron cometidos en ¨¢reas en las que ¨¦l pudo haber estado¡±.
Leif G. W. Persson, crimin¨®logo ¡ªy novelista¡ª que trabaj¨® 30 a?os como polic¨ªa y sigui¨® de cerca las investigaciones, es claro: ¡°Muchos investigadores abandonaron los casos por las dudas en torno a los procedimientos. Ese hombre no cometi¨® un solo crimen, no es un asesino en serie. Para un profesional como yo, result¨® evidente desde el principio. Pero para los que le rodeaban, aquello se convirti¨® en una religi¨®n¡±. Persson denuncia que se contravinieron todas las reglas: es inasumible, dice, que un solo polic¨ªa condujera todos los interrogatorios, como as¨ª ocurri¨®. ¡°Se cometieron errores en la investigaci¨®n, en la instrucci¨®n, y los juzgados validaron esos errores. Esto es una cat¨¢strofe para el sistema judicial sueco¡±.
La periodista Jenny K¨¹ttim enfatiza que los miembros del Equipo Quick cimentaron sus carreras sobre el caso, que se aprovecharon de un enfermo mental. ¡°Ahora han pasado m¨¢s de 25 a?os, los aut¨¦nticos asesinos est¨¢n libres, y nunca les encontraremos. Eso es horrible. Quick caus¨® mucho da?o con sus confesiones, y tiene gran culpa en todo esto. Pero no hay que olvidar que es un enfermo, y que era un adicto a las drogas¡±.
La entrevista en la cl¨ªnica llega a su fin.
P. ?Es usted capaz de matar o ha sido capaz de matar alguna vez en su vida?
R. No.
P. ?Usted ha cometido alg¨²n asesinato?
R. No.
P. Si sale de esta cl¨ªnica, ?qu¨¦ ser¨¢ lo primero que haga?
R. Dar un largo paseo por el bosque, solo.
Una v¨ªctima en Fuengirola
Charles Zelmanovits, una de las supuestas v¨ªctimas de Bergwall, desapareci¨® en Pitea, norte de Suecia, en la noche del 13 de noviembre de 1976. Volv¨ªa de una fiesta del colegio. Ten¨ªa 15 a?os.
El chico se cri¨® en Fuengirola. De los 6 a los 14 a?os, vivi¨® en la localidad malague?a, donde su padre ejerc¨ªa como m¨¦dico: trataba a enfermos de re¨²ma que buscaban curaci¨®n en el clima del sur de Espa?a. Su hermano Frederick, que habla perfectamente espa?ol, vive en el sur de Espa?a, pero no desea hacer declaraciones hasta que el caso de su hermano se aclare. Bergwall confes¨® en su momento que estrangul¨® y desmembr¨® a Charles en el bosque. Este es uno de los casos que est¨¢n siendo revisados por la Justica sueca, ahora que Bergwall ha retirado su autoinculpaci¨®n.
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