Cuando Europa ten¨ªa pol¨ªtica exterior
Es ya un t¨®pico aceptado con resignaci¨®n que la Uni¨®n Europea no tiene pol¨ªtica exterior. Son una vulgaridad los sarcasmos sobre lady Ashton, la vicepresidenta de la Comisi¨®n y alta representante de la Pol¨ªtica Exterior, a la que se le ha encargado pilotar un barco sin rumbo, sin velas y quiz¨¢s sin casco, es decir, un artefacto que ni siquiera sirve para navegar. Desde julio de 2010 comanda un formidable Servicio Europeo de Acci¨®n Exterior, con 3.000 diplom¨¢ticos de alt¨ªsimo nivel profesional, que no tiene realmente a quien servir, porque le falta la unidad y la voluntad pol¨ªticas que conforman una identidad y una personalidad internacionales.
Hoy habr¨¢ ocasi¨®n de contemplar, una vez m¨¢s, el espect¨¢culo de la Europa evanescente, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas apruebe la petici¨®n que presentar¨¢ el presidente de la Autoridad Palestina para que el plenario de la primera instituci¨®n internacional reconozca a Palestina como Estado observador, aunque no miembro. Han fracasado, como se esperaba, todos los intentos de fraguar una posici¨®n com¨²n, que deb¨ªa contar con el voto de todos y cada uno de los 27 socios de la UE, y de ah¨ª que haya empezado el desfile de los Gobiernos que han decidido tirar por el camino de en medio.
Ahora parece algo normal. La pelea europea por el dinero es tan cotidiana, los agravios y descalificaciones mutuas tan habituales y la desafecci¨®n por el proyecto com¨²n tan extendida como para olvidar que las cosas no han sido siempre igual. La verdad brutal que hay que restregar en el rostro de los actuales responsables pol¨ªticos es que los europeos ten¨ªamos pol¨ªtica exterior cuando no exist¨ªa pol¨ªtica exterior. A la que hay que a?adir otra todav¨ªa m¨¢s cruel: lo poco que se haya podido avanzar en el camino de la paz entre israel¨ªes y palestinos se debe a las decisiones y resoluciones que se tomaron cuando los europeos ten¨ªamos sin apenas saberlo una personalidad y una pol¨ªtica exteriores.
La prueba de cargo contra el vac¨ªo de hoy es la Declaraci¨®n de Venecia, un documento de junio de 1980, en respuesta a los Acuerdos de Camp David y a la firma del Tratado de Paz entre Egipto e Israel, en el que los jefes de Estado y de Gobierno de los nueve pa¨ªses miembros de la Comunidad Europa, ahora UE, se compromet¨ªan a una jugar ¡°un papel especial¡± en la obtenci¨®n de la paz en la regi¨®n; reconoc¨ªan el derecho de los palestinos a la autodeterminaci¨®n; prefiguraban ya los dos Estados, el actual Israel y otro para los palestinos, conviviendo en paz y seguridad y reconocidos por todos; y propugnaban el camino de las negociaciones entre las dos partes. Ya en aquel lejano entonces, los Nueve condenaban la pol¨ªtica de asentamientos, que calificaban de ¡°serio obst¨¢culo para el proceso de paz¡± y rechazaban el cambio unilateral del estatuto de Jerusal¨¦n. Y todo por unanimidad. Sin veto alguno.
Solo cuatro de los nueve firmantes de la declaraci¨®n de entonces ten¨ªan asegurado el voto afirmativo para Palestina ayer por la ma?ana: Francia, Dinamarca, Luxemburgo e Irlanda. Era casi seguro que B¨¦lgica terminar¨ªa decant¨¢ndose en favor. Reino Unido con sus condiciones, Alemania con sus dudas y cavilaciones y Pa¨ªses Bajos e Italia con su negativa terminan de componer el cuadro de la desuni¨®n europea solo respecto a la ¨¦poca en que Europa ten¨ªa una pol¨ªtica exterior.
Es una excelente noticia que Espa?a haya salido de dudas y finalmente encabezara la definici¨®n de lo que ser¨¢ la posici¨®n mayoritaria europea. Ya que desgraciadamente no hay una pol¨ªtica exterior europea, es bueno que los intereses espa?oles coincidan con la posici¨®n mayoritaria. Y lo es m¨¢s todav¨ªa cuando observamos c¨®mo evoluciona el mundo.
La votaci¨®n de hoy ser¨¢ una demostraci¨®n de debilidad y de ausencia de la UE como tal de la escena internacional en el momento en que se produce la irrupci¨®n de los emergentes, en los que la causa palestina tiene su mejor apoyo. La idea de un Estado palestino, tan imposible y ut¨®pica como se quiera, est¨¢ cargada de futuro si observamos dos cosas muy sencillas y que son los ra¨ªles sobre los que transcurre la historia: la demograf¨ªa de la regi¨®n y el mapa geopol¨ªtico del mundo.
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