La enfermedad oculta de Mandela
El Gobierno sudafricano oculta informaci¨®n sobre la hospitalizaci¨®n del expresidente
En cierto modo es una suerte que, cuando le vi por ¨²ltima vez hace ya m¨¢s de tres a?os, Nelson Mandela se enterara de poco de lo que le rodeaba. Se ha salvado de tener que contemplar el espect¨¢culo de la s¨®rdida lucha por el poder entre sus sucesores al frente del Congreso Nacional Africano (CNA) y de la corrupci¨®n reinante en todos los estamentos de gobierno. Se ha salvado tambi¨¦n de ver c¨®mo la gente del presidente Jacob Zuma ha enga?ado y manipulado la informaci¨®n sobre su salud desde que fue hospitalizado el s¨¢bado de la semana pasada. ?l lo hubiera hecho de otra manera.
Si el tema no fuera tan serio ¡ªni m¨¢s ni menos que la vida o muerte de Mandela¡ª, el juego del gato y el rat¨®n entre los medios y el Gobierno sobre el estado del liberador sudafricano dar¨ªa para una farsa de los Hermanos Marx.
Los medios andan desesperados por saber c¨®mo est¨¢ realmente Mandela, que tiene 94 a?os. Es un icono cuya muerte no dejar¨¢ indiferente a nadie, y cuyo funeral atraer¨¢ a jefes de Estado de todo el planeta. La movilizaci¨®n medi¨¢tica ser¨¢ enorme. Pero el Gobierno insiste en evadir preguntas de los periodistas o, directamente, en esconderles la verdad. Con lo cual los periodistas mejor conectados hablan con fuentes m¨¢s o menos cercanas a Mandela, y entre los comentarios off the record de estas, la informaci¨®n que los periodistas comparten y las deliberadamente ambiguas o vagas declaraciones oficiales se genera un confuso torrente de rumores en el cual, se supone, algunos datos ver¨ªdicos s¨ª hay, aunque no se sepan cu¨¢les son.
Yo he participado en el juego, como actor y observador. Afortunadamente, desde la distancia, por tel¨¦fono. Porque si no, si hubiera estado en Sud¨¢frica, lo m¨¢s probable es que hubiera ca¨ªdo v¨ªctima del absurdo enga?o al que el Ejecutivo someti¨® a los medios durante los cinco d¨ªas desde que Mandela fue hospitalizado hasta el pasado jueves. Les hicieron creer que Mandela estaba en un hospital militar en Pretoria cuando en realidad ¡ªo as¨ª parece¡ª hab¨ªa estado en otro hospital de la ciudad. Al enterarse, el batall¨®n de periodistas que hab¨ªa acampado fuera del hospital militar se traslad¨® en desbandada.
El montaje del Gobierno fue convincente. Se coloc¨® un pelot¨®n de soldados m¨¢s grande de lo habitual en la entrada del hospital militar y el lunes una ministra emergi¨® del edificio para informar a los sedientos periodistas de que Mandela estaba ¡°muy, muy bien¡±. Durante esos cinco d¨ªas los informes televisivos de la BBC, CNN y otras cadenas internacionales sobre la salud de Mandela tuvieron como trasfondo un edificio donde Mandela no estaba. Mac Maharaj, portavoz del presidente Zuma, se neg¨® a dar explicaciones o a pedir disculpas. En un comunicado el jueves por la noche dijo que el Ejecutivo nunca hab¨ªa dicho d¨®nde se hallaba Mandela y sigui¨® sin confirmar el hospital d¨®nde estaba internado.
Volviendo al comienzo de la historia, el primer reflejo de Maharaj fue mentir el 8 de diciembre. Un periodista bien informado de la cadena CBS llam¨® a Maharaj para preguntarle si era verdad que Mandela hab¨ªa sido hospitalizado. Maharaj lo neg¨®. Dos horas m¨¢s tarde Maharaj confirm¨® a la agencia Reuters que s¨ª. La versi¨®n oficial fue que le estaban realizando ¡°pruebas¡± y que no hab¨ªa ¡°motivos de alarma¡±.
Tuvieron que pasar tres d¨ªas hasta que el Gobierno revel¨® que se trataba de una infecci¨®n pulmonar, tres d¨ªas en los que los periodistas que tenemos buenos contactos en Sud¨¢frica nos pasamos d¨ªa y noche haciendo llamadas, y recibi¨¦ndolas de otros colegas de todas partes del mundo. A lo largo del domingo o¨ª directa o indirectamente de fuentes cercanas a Mandela que estaban ¡°muy preocupados¡± pero que parec¨ªa que estaba ¡°OK¡±, que siendo un ¡°luchador¡± nato confiaban en que saldr¨ªa de este percance. El presidente fue a verlo e inform¨® de que ¡°se le ve¨ªa bien¡±, lo cual parec¨ªa bastante dudoso ya que hace tiempo que no se le ve bien. El lunes, la ministra encargada de enga?ar a los medios sobre su supuesta estancia en el hospital militar dijo aquello de que estaba ¡°muy, muy bien¡±, otra clar¨ªsima mentira, dado que el d¨ªa siguiente se confirm¨® la infecci¨®n pulmonar, plausible causa de muerte en un hombre de 94 a?os. El mi¨¦rcoles, el Gobierno inform¨® de que estaba ¡°respondiendo al tratamiento¡±. El jueves trascendi¨® lo del enga?o respecto al hospital, lo que puso en duda todo lo que hab¨ªa dicho el Gobierno y oblig¨® a los periodistas a recurrir con m¨¢s insistencia a fuentes no oficiales.
Seg¨²n algunas informaciones, recibidas a lo largo del viernes, Mandela estaba mejor y se estaba preparando el traslado a su casa. Un alivio, aparentemente. Pero mientras escribo ahora, s¨¢bado 15 de diciembre, recibo una llamada de un contacto que s¨¦ que tiene l¨ªnea directa con la familia del presidente. ¡°Mandela est¨¢ muy enfermo¡±, me dice. Maharaj anuncia simult¨¢neamente que Mandela est¨¢ ¡°c¨®modo¡±. Tan c¨®modo no podr¨ªa estar ya que horas m¨¢s tarde se revela por fin el problema de fondo. Resulta que Mandela fue operado ayer para extirparle unos c¨¢lculos en la ves¨ªcula y que durante toda la semana los m¨¦dicos estuvieron esperando a que se recuperara de su infecci¨®n pulmonar para poder intervenirle. A la espera de m¨¢s sorpresas, la operaci¨®n fue exitosa, seg¨²n Maharaj, y se est¨¢ ¡°recuperando¡±.
?Por qu¨¦ el Gobierno de Zuma enga?a a los medios y al p¨²blico en general? Porque es su naturaleza. Zuma fue jefe de los servicios de inteligencia del CNA en el exilio y aprendi¨® su oficio de esp¨ªas sovi¨¦ticos. Su ¨¢mbito natural es el de las mentiras y las medias verdades. La informaci¨®n es poder. Hay que guardarla toda o administrarla en peque?as ¡ªy enga?osas¡ª dosis. Maharaj, otro alto exagente de inteligencia, tampoco reprime sus viejos h¨¢bitos. No se siente c¨®modo el Gobierno de Zuma con una prensa abierta y libre: los medios son el enemigo.
Para Mandela fue muy diferente. Desde que sali¨® de la c¨¢rcel en 1990 hasta que concluy¨® su presidencia diez a?os despu¨¦s, su actitud era que en vez de esconder la verdad a los periodistas, arriesgando que se vayan por las ramas y acaben publicando cosas que no eran verdad, mejor hablar con ellos con franqueza. Para Mandela ¡ªlo vimos desde su primera rueda de prensa al d¨ªa siguiente de su liberaci¨®n¡ª, los periodistas no eran enemigos, eran todos potenciales amigos. Si ¨¦l fuese a¨²n hoy el due?o de su destino hubi¨¦ramos sabido desde el primer momento el alcance de su enfermedad, hubi¨¦ramos recibido boletines m¨¦dicos diarios detallados. Por respeto ¡ªel principio que ha definido su actuaci¨®n pol¨ªtica y personal¡ª a los periodistas y al p¨²blico en general. El respeto no ocupa un lugar importante en la lista de prioridades del Ejecutivo. Otro s¨ªntoma m¨¢s, en el invierno de la vida de Mandela, de la distancia moral entre el Gobierno que ¨¦l lidero y el de hoy.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.