Obama se pone al frente de una ofensiva nacional contra las armas
Cualquier tramitaci¨®n legislativa para imponer mayores controles costar¨¢ un tremendo esfuerzo
Barack Obama se ha comprometido a encabezar una nueva ofensiva nacional contra las armas de fuego, con algunas prohibiciones, mayores controles legales y un nuevo enfoque de la seguridad personal que exige una profunda transformaci¨®n de la cultura dominante en Estados Unidos a lo largo de su historia. Por primera vez en muchas d¨¦cadas, la tragedia de Newtown, distinta a otras anteriores en varias circunstancias, crea el espacio adecuado para conformar una mayor¨ªa ciudadana a favor de esa cruzada.
No solo numerosos congresistas contrarios a las armas se han puesto ya a preparar la legislaci¨®n necesaria para limitarlas, algunos de los m¨¢s leales seguidores de las Asociaci¨®n Nacional del Rifle (NRA), como el senador Joe Machin, miembro de ese poderoso lobby desde hace a?os, se sum¨® ayer a los partidarios de imponer mayores controles. ¡°Es tiempo de dejar atr¨¢s la ret¨®rica, necesitamos sentarnos y hacer algo¡±, declar¨®.
Efectivamente, es un tiempo nuevo. El pa¨ªs vive bajo una conmoci¨®n nunca antes vista. Millones de padres que el lunes por la ma?ana dejaron a sus hijos en el colegio ten¨ªan en su memoria a¨²n las espantosas escenas vividas el viernes en la escuela Sandy Hook. Ni?os, profesores y familias hablan constantemente de eso, de c¨®mo pudo pasar algo tan horrible, de qu¨¦ hay que hacer para que no vuelva a repetirse.
Obama recogi¨® ese sentimiento popular en un discurso, en la noche del domingo, en Newtown, en el que prometi¨® utilizar ¡°todo el poder¡± del que dispone en su cargo para cambiar las cosas. Es muy probable que esta sea la gran causa de su segundo mandato y, sin duda, cualquier acci¨®n ambiciosa al respecto, ser¨ªa un gran legado.
?Estamos dispuestos a decir que la violencia que ataca a nuestros ni?os a?o tras a?o es solo el precio que pagamos por nuestra libertad?"
¡°No podemos aceptar sucesos as¨ª como una rutina. ?Estamos dispuestos a asumir que nos sentimos impotentes ante una carnicer¨ªa de esta naturaleza? ?Qu¨¦ la pol¨ªtica no nos permite actuar? ?Estamos dispuestos a decir que la violencia que ataca a nuestros ni?os a?o tras a?o es solo el precio que pagamos por nuestra libertad?¡±, pregunt¨® el presidente. ¡°Ninguna ley puede eliminar el mal del mundo ni prevenir todo acto de violencia sin sentido en nuestra sociedad. Pero eso no puede ser una excusa para no hacer nada¡±.
¡°Tenemos que cambiar¡±, sentenci¨® Obama. Y para hacerlo va a ser preciso afectar a tejidos muy sensibles de esta naci¨®n, a esos en los que se sustenta un concepto de la libertad como patrimonio irrenunciable del individuo y sometido a la amenaza constante del colectivo, la autoridad y el estado. ¡°Si queremos educar y proteger a nuestros hijos, lo vamos a tener que hacer juntos¡±, sostuvo el presidente.
Esas palabras representan un desaf¨ªo a la idea de que un ni?o se forma y solo est¨¢ seguro en el seno de su familia, lo m¨¢s lejos posible de los gobernantes. Nancy Lanza, la madre del autor de la matanza de Newtown, sosten¨ªa esa misma idea cuando compr¨® las armas que guardaba para defender a su familia y que, finalmente, sirvieron para acabar con su vida y con las de otras 26 personas. Millones de norteamericanos, al menos hasta hoy, comparten ese principio de que la protecci¨®n de un hijo es su sola y exclusiva obligaci¨®n. En esa misma idea de la responsabilidad individual, que tantas aplicaciones positivas tiene, son educados despu¨¦s esos mismo ni?os, enormemente capacitados para emprender y competir, pero limitados para convivir.
Llevar el debate sobre las armas de fuego hasta ese terreno, como ha sugerido Obama, es tocar, obviamente, una fibra muy sensible. Este pa¨ªs est¨¢ fundado sobre la libertad individual, y as¨ª se explica la Segunda Enmienda constitucional que protege el derecho a las armas. Pero este pa¨ªs es capaz tambi¨¦n de enormes empresas colectivas, como la exploraci¨®n del espacio o la creaci¨®n de una sociedad multicultural, que dan sentido a su existencia. Es sobre este ¨²ltimo potencial sobre el que el presidente trata de edificar una nueva cultura de las armas.
La traducci¨®n de eso en medidas concretas no ser¨¢ sencilla. Cualquier tramitaci¨®n legislativa para imponer mayores controles costar¨¢ un tremendo esfuerzo. Las fuerzas que se oponen a la regulaci¨®n de las armas no han desaparecido de la noche a la ma?ana. Pero s¨ª est¨¢n debilitadas. La NRA se ha mantenido en silencio desde la tragedia del viernes. El Partido Republicano, su principal aliado en el Congreso, est¨¢ tambi¨¦n a la defensiva. Tanto, que est¨¢ haciendo de repente toda clase de concesiones en el otro asunto que ocupa la actualidad, la negociaci¨®n del abismo fiscal. Pero, sobre todo, ahora existe el estado de ¨¢nimo nacional propicio para hacer lo que no se ha hecho antes. Las im¨¢genes de 20 ni?os de 6 y 7 a?os, con sus caritas sonrientes, constantemente en las pantallas de televisi¨®n, es algo que ni los corazones m¨¢s duros pueden resistir.
Nuevas leyes sobre las armas no lo arreglar¨¢n todo. Tampoco puede pensarse que en Estados Unidos se van a prohibir de repente hasta la m¨¢s peque?a pistola. Pero cualquier avance ser¨¢ un progreso comparado con el desprop¨®sito actual. El control de las armas deber¨ªa de ir acompa?ado, por supuesto, de una mejora en la atenci¨®n a la salud mental de la poblaci¨®n, otro asunto que subyace bajo este suceso. Pero lo m¨¢s importante en este momento es ponerse en marcha y, en ese sentido, se esperan noticias de la Casa Blanca pronto.
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